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Desilusión, "berraquera" y rechazo Antofagasta

Antofalombia, el hogar pasando la frontera.

Paola, migrante de Cali, Valle. Foto: Santiago Cárdenas

Era la primera vez que Paola* estaba en una fila de mujeres desnudas. Al frente de ellas un chileno, que olía mal, estaba sentado en un sillón en una casa de citas en el centro de Antofagasta. Las mujeres bailaban para él, se ofrecían con sus miradas, le abrían las piernas y se doblaban como resortes. El chileno solo miraba a una de ellas, a la "carne negra", como vulgarmente llaman a las mujeres afrodescendientes. Se enamoró de la tímida, la inexperta, la colombiana.

“Apenas me escogió lo dejé esperando. Ese chileno no tenían ni un diente, olía maluco a trago y pecueca. Y le dije a "la Tía", una chilena dueña de la casa, que no iba a salir, que ese no me gustaba. Ella me decía que uno no era el que los escogía, que si seguía así yo no iba a servir para esto. Pues no serví y me fui”, dice Paola, oriunda de Buenaventura, que vive hace más de cinco años en los campamentos de Antofagasta, Chile.

Paola y con camisa de rayas Jaqueline "Bachelet" la 'alcaldesa' de los campamentos. Foto: Santiago Cárdenas

Para vivir en los campamentos, que son como las comunas de Medellín en pleno desierto de Chile, a Paola le tocó sufrir muchas cosas. Para llegar viajó desde Cali, en el 2000, junto a un amigo travesti que era su socio en una peluquería instalada en el garaje de su casa, en el barrio La Campiña, en la avenida sexta en Cali. Ella dice que fue a "probar" enojada con su padre que era “muy jodido” y no la dejaba tener novios.

"Mi papá era el típico colombiano machista. Él no me dejaba salir ni a la esquina y yo ya con 33 años. Los muchachos se me acercaban y apenas conocían a mi papá se iban. Quién se aguanta un suegro así, entonces decidí irme. Cuando le dije, no me creyó. Él pensó que me iba a aburrir y volver. Y vea ya llevo cinco años viviendo en Chile. Me imagino que no pensó que la rabieta me iba a durar tanto", cuenta Paola.

Esta valluna llegó a Chile porque su amiga Martha le hablaba de las bondades ese país. “Ella mandaba un millón de pesos semanal a Colombia y trabajaba en un hotel arreglando camas. Según ella, le pagaban por cama tendida. A nosotras en esos días nos quedaban 150.000 pesos en la peluquería, entonces me animé. Venía practicando en Colombia cuantas camas iba a tender, estaba feliz. Sacamos los pasajes de avión con tarjeta de crédito y nos vinimos para acá. Cuando llegué la cosa era otra. Me sacó un baby doll y me contó lo que realmente se hacía acá en ese hotel: era prostituta”, cuenta Paola.

Paola tiene además de sus dos hijos otro en Colombia. Foto: Santiago Cárdenas

Ella llegó a Antofagasta en un avión repleto de colombianos, eran 35. Todos fueron rechazados por la PDI (Policía de investigaciones de Chile) en el aeropuerto. No les dieron ninguna explicación. “Nos devolvimos para Lima y en bus tratamos de entrar por Tacna, Perú. Los que no pudimos entrar compramos un mapa a una vendedora de tiquetes para irnos por Bolivia hasta llegar a Argentina y entrar por Mendoza. Justo el día del terremoto yo iba a cruzar la frontera y me pregunta el de la PDI que si no me daba miedo el tsunami, pues iba para Antofagasta. Le dije que para donde iba no había mar. Y él se murió de la risa y me dejó pasar”, contó Paola.

La Colombia del desierto

A Antofagasta la recorre por un lado un mar helado y, por el otro, una cordillera desértica y rocosa. La Perla del Norte es esta ciudad desnivelada y alargada que creció de norte a sur como una culebra. La llaman "Antofalombia" pues de sus 348.669 habitantes ( Censo del 2012 ) 14.134 son colombianos, según datos de la PDI de Antofagasta.

En La Perla del Norte un 90,4% proviene de América del Sur también hay chinos, japoneses, yugoslavos, griegos, croatas, argentinos, españoles e ingleses que han llegado en diferente olas migratorias en toda su historia.

Antofagasta desde el sector del muelle. Foto: Santiago Cárdenas

Benjamín Cruz Parra, líder de la colectividad Colombianos en Antofagasta, asegura que la cifra se queda corta. Según él, en Antofa hay 17.000 colombianos con permanencia definitiva, 10.000 con temporaria y cerca de 5.000 en proceso de regularización, es decir 32.000 colombianos. Una cifra que parece más acertada al ver la cantidad de colombianos que colman el comercio y los barrios del norte.

Benjamín Cruz Parra, líder de la colectividad Colombianos en Antofagasta. Foto: Santiago Cárdenas

El subprefecto Carlos Pizarro, Jefe Policía Internacional Antofagasta PDI, afirma lo mismo. "Hace cinco años ha estado creciendo la comunidad colombiana. Desde finales de 2014, es la comunidad más grande de extranjeros en la ciudad. Primero está Colombia con 17.000 personas, Perú con 14.000 y Bolivia con 11.000. Antes eran peruanos y bolivianos los que lideraban la tabla, ya que vienen de países vecinos", afirma.

Los colombianos prefieren ciudades como Antofagasta o Calama en el norte; o comerciales como Iquique, porque se encuentran en expansión y requieren trabajadores y mano de obra no especializada para cubrir puestos de trabajo. Además, porque tienen el PIB por habitante más alto del país, por ejemplo en Antofagasta es de 37.000 dólares cuando en Chile está por debajo de los 23.500 y Colombia no pasa de los 11.200, según el Fondo Monetario Internacional.

La alcaldesa de Antofagasta, Karen Rojo, asegura que la población aumentó 57% en las últimas dos décadas. La tasa de crecimiento de población anual es de 1,26%, por lo que se sitúa en el cuarto puesto de crecimiento más rápido en el país gracias al auge de la minería de cobre que ha traído consigo rápido incremento de la población, gran desarrollo inmobiliario y aumento general en el costo de vida.

Karen Rojo, alcaldesa de Antofagasta. Foto: Santiago Cárdenas

Proyecciones del Gobierno indican que en 2035 Antofagasta crecerá 1.900 hectáreas, lo mismo que 4.500 canchas de fútbol, y solo hay disponibles 1.000 hectáreas para la construcción de nueva vivienda.

De ahí el crecimiento en el número de campamentos, un cinturón de miseria que ya copa toda la periferia de la ciudad. Según Edilson Mosquera, un joven de Buenaventura que lleva un año y medio viviendo en el campamento Américas Unidas, cada semana se construyen mínimo 10 ranchos nuevos.

Edilson Mosquera, migrante de Buenaventura. Foto: Santiago Cárdenas

"A uno por ser extranjero le cobran más de arriendo , más de la mitad del sueldo, entonces todo mundo tomó la decisión de venirse a estas tomas. Nosotros vendemos la madera y aquí se pueden construir hasta 10 casas a la semana", dice Mosquera.

Son 53 asentamientos distribuidos en 26 territorios, ubicados en una peligrosa montaña de arena rocosa que amenaza con convertirse en la tumba de todos estos migrantes. Nada nuevo para los antofagastinos que en 1991 vivieron su peor tragedia, un deslizamiento de tierra que dejó 92 muertos y 16 desaparecidos.

"Hemos pedido en un oficio nacional que ubique a las personas que viven en estas tomas ilegales en un lugar mucho más seguro. Están cerca de los tendidos eléctricos, cerca de las conexiones sanitarias y, algo más grave aún, están en la geografía que el plan regulador indica que es zona de riesgo. Cualquier lluvia por más mínima que sea puede arrasar a toda esta gente y generar una tragedia increíble", afirma la alcaldesa Rojo.

Estos cinturones de miseria y pobreza eran desconocidos para los chilenos. Ahora hay copias en otros lugares como en Copiapó, donde el mismo boom minero trajo los migrantes del sur de Chile, los colombianos, los bolivianos y los peruanos que se instalaron en estos campamentos. En Copiapó hay 33 asentamientos. El más emblemático es el Manuel Rodríguez y viven más de 45 familias, 35 extranjeras.

Casa en construcción en los campamentos de Antofagasta. Foto: Santiago Cárdenas

"Los presidentes de los campamentos repartieron los terrenos. Si usted no se quedaba en su lote le quitaban el terreno. Nosotros pagábamos 420.000 de arriendo en un condominio del norte y por la necesidad de salir ubicamos un entablado y veníamos con una carpa a amanecer aquí para construir la casita", afirma una colombiana que llegó junto a sus cuatro hijos a uno de los campamentos de Antofagasta huyendo de la extorsión de la banda de Óscar Darío Restrepo alias "Porrón", en Tuluá, quien amenazaba con asesinar a una de sus hijas. Ahora no pueden volver pues el actual cabecilla de la banda, alias "Nacho", sigue extorsionando.

Una dura realidad

Estos campamentos tienen un olor a plástico quemado, humedad, enfermedad y heces fecales. También pueden oler a droga, a ropa sucia y a sexo. Caminar por estos laberintos polvorientos es una odisea. A los pocos minutos los zapatos se cubren de una capa de polvo naranja, como en una cancha de tenis; a los treinta, la arena llega a la rodilla y, a la hora, a la cintura. Después de un día ya se vuelve costumbre tenerla pegada.

Esta es una de las montañas que amenazan los campamentos. Foto: Santiago Cárdenas

Las casas construidas en madera, como la de Paola, tienen piso en tierra. Todo en el mismo lugar: cocina, baño, sala y habitaciones. Los baños son pozos sépticos, la energía corre por improvisadas instalaciones colgadas de palos de madera. No hay acueducto pues el 0,9 % de viviendas en Antofagasta no cuenta con servicio higiénico. El agua llega una vez a la semana. La cargan camiones a tanques encaramados en los techos. “Qué le va a gustar a uno esto por Dios. Esto no es vividero”, comenta Paola, extrañando su casa, el verde y el azul de Colombia.

La misma municipalidad de Antofagasta ha pensado en desalojar 26 de los 53 campamentos, donde viven más de 3.000 familias de las que el 80% son migrantes. Una medida que no ven con buenos ojos quienes califican esto como ataque frontal contra los migrantes bolivianos, colombianos, ecuatorianos y peruanos que viven allí.

Los extranjeros se protegen de los desalojos ubicando banderas chilenas en puertas, ventanas y techos, que se mueven con la brisa del mar. Y pegan cintas con la estrella solitaria en cada rincón, su manera de decir "nosotros también somos chilenos". La bandera es su escudo.

Las personas viven en ranchitos de madera, algunas duermen en sofas. Foto: Santiago Cárdenas

Algunos creen hasta lo improbable. Están seguros de que las banderas los protegerán de los Carabineros cuando vengan por ellos. Piensan quela ley impide atacar un lugar que porte la bandera chilena. Y que los ranchos seguirán en pie hasta que las banderas aguanten. Es la ficción que idearon para estar ahí pero lo único que disuade a las autoridades de Antofagasta de no tirar al suelo los campamentos es el compromiso que tienen con sus ciudadanos, sean migrantes o no.

El Gobierno chileno no tira abajo una casa sino tiene un plan de vivienda digno para ofrecer. Por eso, el Ministerio de Vivienda y Urbanismo tiene proyectada la construcción de 1.000 soluciones habitacionales de vivienda social para extranjeros y chilenos que residen en estos campamentos y que estará listo para mediados de 2016. El único problema es que para un colombiano nunca será un negocio dejar estos campamentos dado que allí no paga arriendo, energía y tampoco acueducto. De los 200.000 o 350.000 pesos chilenos que gana al mes, 450.000 tendría que destinarlos a pagar el arriendo de una vivienda o 150.000 o 250.000 pesos chilenos por una habitación.

Entonces lo que hace el colombiano es vivir en estas tomas ilegales así sea arriesgando su vida. Paga sus gastos mínimos y envía lo que le queda para Colombia.

Las banderas de Chile ondean por todos lados, las personas creen que estas los protejen de los desalojos. Foto: Santiago Cárdenas

De los campamentos se ha dicho de todo. Que son los focos del crimen, culpables de la inseguridad y caldo de cultivo para el narcotráfico. "La ciudad de Antofagasta se formó con migrantes y eso nadie lo puede desconocer. Hay tareas que los chilenos ya no queremos hacer. Con el trabajo y el apoyo que han dado los extranjeros hemos podido suplir esas necesidades. Pero tenemos otro grupo de personas, que lamentablemente los mete en un mismo saco: que son los extranjeros que vienen a delinquir y a buscar la vida fácil: traficando, cometiendo delitos, homicidios y eso, por supuesto, genera un malestar", asegura Rojo.

Una familia colombiana en el campamentos Ecuachilepe, de Antofagasta. Foto: Santiago Cárdenas

La verdadera delincuencia

En el tema del narcotráfico la OS-7, unidad antinarcóticos de Carabineros, ha detectado grupos en Bolivia que tienen laboratorios en Cochabamba y Santa Cruz, donde ya hay oficinas de sicarios colombianas. Desde allí sacan la cocaína para el norte de Chile. La marihuana llega de Paraguay.

Antofagasta está en el medio de la ruta del narco y hoy es la región de Chile con más decomisos. Un investigador de antinarcóticos relata que la droga ingresa en camiones y automóviles por la frontera con Bolivia y Perú. “Entran una tonelada de cocaína. En pueblos como Antofagasta, Iquique, Arica, dejan hasta 300 kilos. Los otros 700 siguen para la distribución en Santiago y Serena”, afirma y confirma que un kilo de clorhidrato lo pagan en Antofagasta a 4 millones de pesos chilenos; en Santiago vale 7 millones.

2.4 toneladas de droga y cinco personas detenidas en operación en el norte de Chile.

El pasado 14 de octubre, la OS-7 de Carabineros en Antofagasta, la PDI y Aduanas en Arica, interceptaron a un grupo de bolivianos y colombianos que iban en un camión con 68 kilos de clorhidrato de cocaína valorada en 470 millones de pesos chilenos y en otro vehículo llevaban 140.030 dosis de marihuana prensada, valorada en 70 millones de pesos chilenos.

Este tipo de decomisos se vuelven rutinarios en la región del norte dada la lucha contra el tráfico de narcóticos que, según la OS-7, es financiada por ciudadanos chilenos y de República Dominicana, con materias primas de laboratorios bolivianos y redes de microtráfico en Antofagasta y Santiago, comandadas por colombianos y dominicanos.

OS-7 de Carabineros incautan droga en vías del norte de Chile. Foto:Carabineros

La unidad de narcóticos de la PDI, por ejemplo, capturó en mayo de 2014 a un chileno y a un colombiano que hacían parte de estas redes de tráfico de drogas. Se trató de Moisés Alberto Jorquera alias "el Pericote" ha sido el narco de más alto rango que han detenido en Antofagasta. Fue capturado en una vivienda del barrio Navarino, en el sector norte, junto al colombiano Luis Eduardo Quiceno.

La PDI argumenta que "el Pericote" era uno de los capos más buscados, el cual usaba su guarida como caleta de droga y acopio de dinero producto del microtráfico que se vendía en la ciudad. Las autoridades dejaron en libertad al colombiano pero no a Jorquera.

En Antofagasta, los microtraficantes se ven en cada esquina del sector céntrico. Venden cocaína y marihuana. Una dósis es fácil de comprar pues la ofrecen en cada acera. “Vicio, vicio”, dicen los jíbaros colombianos, que se hacen notar por su color oscuro de piel, pues la mayoría proviene de zonas del Valle del Cauca y la costa pacífica.

Colombianos venden la droga en el sector céntrico de Antofagasta. Foto: @elEstadistaAfta

"La Policía está consciente de que en el centro de la ciudad existe un microtráfico. La mayoría de estas personas han sido detenidas una y hasta dos veces. Están siendo investigadas por los tribunales. Pero el derecho penal existente les permite mantener una medida cautelar fuera de las cárceles; por eso, este flagelo lo estamos atacando con cámaras de seguridad para luego detenerlos y ponerlos a disposición de los autoridades", indica Pizarro.

Venden coca y marihuana y manejan la distribución en el norte. Foto: @elEstadistaAfta

Las dosis de cocaína y marihuana pueden costar 10.000 y 5.000 pesos chilenos respectivamente. Si el producto se termina en una esquina, otro colombiano en camioneta negra de marca Explorer es el encargado de surtir. Algunas veces lleva la droga a casetas de venta de dulces y otras la deja escondida en caletas cercanas al jíbaro pues el vendedor nunca tiene la droga en sus bolsillos mientras está en la calle.

Toda la mercancía que se vende en Antofagasta no proviene solo de cargamentos que cruzan la frontera en vehículos, también hay mujeres conocidas como "burreras o mulas”. En su mayor parte bolivianas que son captadas por estas redes de tráfico. Suelen ser madres cabeza de hogar en situaciones económicas difíciles que deciden cruzar la frontera cargadas con maletas, de 30 y hasta 70 kilos de cocaína. Muchas de estas mujeres son capturadas en la frontera y se reconocen porque nunca entregan información a las autoridades, pues los jefes de las bandas las amenazan con matar a sus hijos.

Distribuidores en carro mantienen los puntos abastecidos de droga. Foto: @elEstadistaAfta

Según datos de la Gendarmería, en el Centro Penitenciario Femenino de Antofagasta ingresaron este año 13 mujeres bolivianas, dos colombianas y una de República Dominicana. Ellas, cuando logran pasar la droga la dejan en acopios ubicados en viviendas en campamentos o en barrios del norte de Antofagasta. En campamentos conocidos como La Bonilla hay un grupo de colombianos que lidera una de las ollas de más expendio de estupefacientes. En ese lugar se acopia gran cantidad de droga entre coca, marihuana y pasta base o bazuco, la más consumida en los campamentos.

"Nunca usan una vivienda más de un mes para el acopio, por eso es tan difícil para las autoridades seguir el rastro", afirma un agente de la OS-7. Y gracias al dinero que deja el acopio de narcóticos es fácil ver en estas viviendas televisores de alta gama, sonidos estéreo, camionetas lujosas o teléfonos móviles de última generación.

Por estas razones hay campamentos que han exiliado a los extranjeros. Chilenos Por Un Sueño es uno de ellos, queda ubicado en el sector centro alto de la ciudad. Son 34 familias chilenas que viven en carpas y cuentan con agua potable y electricidad gracias a un generador.

"Allá no dejan entrar a ningún colombiano. Eso es lo que están implementando algunos, porque ha habido muchas muertes y eso no se veía en Antofa. Desde que llegó el extranjero de Colombia comenzó a subir la tasa de muerte y droga. Por aquí suben en camionetas RAM, Dodge de narcos que viven en el sur, llegan aquí a traerle la droga a los microtraficantes", afirma un chileno del campamento Ecuachilepe.

Colombiano en los campamentos. Foto: Santiago Cárdenas

Hechos de sangre

Ese tráfico narcóticos ha hecho que otros tipos de criminalidad hayan aflorado en Antofagasta. Uno de ellos es el homicidio. Según el subprefecto Carlos Pizarro, jefe de la Policía Internacional Antofagasta, se han presentado 25 este año, en cinco están implicados los colombianos. Por ejemplo en julio una colombiana apuñaló 33 veces a otra tras una discusión en el campamento Sin Frontera. La historia cuenta que la colombiana no quería abandonar la casa en la que vivían las dos juntas. En otro caso ocurrido en octubre de este año en una discoteca de Parque Brasil, un ciudadano colombiano fue asesinado por un chileno de 18 años luego de confrontarse por una deuda de tráfico de drogas. En julio de este mismo año, una mujer y un hombre colombianos murieron en diferentes riñas. El hombre fue apuñalado tratando de separar una pelea en el campamento Unión del Norte y la mujer fue asesinada en otro barrio ubicado en el norte de Antofagasta, luego de evitar que su expareja tratara de acuchillar a su novio actual.

El 4 de octubre de 2015 un colombiano fue asesinado en una discoteca del Parque Brasil, por un chileno de 18 años luego de una pelea por tráfico de drogas.

La PDI argumenta que estos homicidios se presentaron producto de riñas e ingesta de alcohol pero desmiente que hayan bandas organizadas u oficinas de sicarios. "No tenemos ningún antecedente real o sólido que nos pueda indicar que uno de estos homicidios haya sido por ajuste de cuentas o por encargo. No podemos descartar que haya extranjeros aquí con esa tendencia, pero en este momento no se puede hablar de una organización para matar gente", afirma Pizarro.

Prostíbulos en Antofagasta. Foto: Carabineros

El otro delito recurrente de los colombianos en Antofagasta es el préstamo con usura conocido como gota a gota, que todavía sigue siendo una realidad en algunos sectores céntricos de Antofagasta como el mercado central. "Con las denuncias que recibimos detectamos dos bandas que se dedicaban al gota a gota y eran ciudadanos colombianos. Estos ciudadanos fueron detectados y denunciados por usura y amenazas verbales. El 90% de estas personas fueron expulsadas de Chile y les quedó impedido volver. Desde 2014 no hay antecedentes de que se haya vuelto a presentar", afirma Pizarro.

Otra actividad que aunque no es ilegal causa conmoción es la prostitución. Las colombianas conocidas como "carne negra", por su color de piel, en su mayoría son captadas por redes de tráfico de personas que las entran a Chile ilegalmente a trabajar y las someten con amenazas. Estas mujeres viven hacinadas en estos lugares y cobran entre 20.000 y 40.000 pesos chilenos por una relación sexual.

Hay otras prostitutas de élite que se ofrecen en páginas web que les cobran hasta 100.000 pesos chilenos al mes por estar allí publicadas. Estas mujeres cobran entre 40.000 y 60.000 pesos chilenos por relación sexual. "Hay una página que se llama Escorts y allí las niñas no cobran por debajo de los 40.000 pesos. Una mujer se puede hacer cinco horas en el día que son 200.000 pesos. Eso en Colombia son 800.000. ¿Y cuándo te ganas todo eso allá en un día?. En una semana son hasta cinco millones cuando te va mal", afirma una mujer que ingresó a ese mundo.

Las colombianas que trabajan en esta prostitución de élite de Antofagasta, viven en casas y apartamentos en el sector sur, el más rico de La Perla del Norte, habitado por empresarios mineros. Hasta cinco mujeres pueden vivir en estas casas, que utilizan como su vivienda personal y al mismo tiempo motel. Allá duermen, comen y atienden a sus clientes. Algunas de estas colombianas viven en estas casas de citas o "privados", pero otras llegan en avión como turistas trabajan una o dos semanas y vuelven a Colombia a gastar el dinero que hicieron.

Antofa segura

Para rechazar esta clase de hechos nació en marzo el grupo Antofa Segura, que cuenta con más de 8.000 seguidores en Facebook. Ha pedido en reiteradas ocasiones la expulsión de migrantes ilegales y aumentar los controles en frontera.

Según Fabián Ossandón, uno de los líderes de Antofa Segura, la cantidad de homicidios que se presentan este año en la región llega a niveles alarmantes. “Había robos, pero ahora es una situación alarmante, y queremos que las autoridades nos garanticen el derecho a vivir tranquilos. No somos xenófobos, pero hay una ola de inmigrantes irregulares que se debe controlar”, afirmó al Mercurio.

Grafitis de choques entre colombianos y chilenos. Foto: @_rhinocerus_

Esta situación ha causado diversos choques entre chilenos y colombianos. El 11 de octubre de 2013, por ejemplo, hubo una riña de proporciones mayores, cuando Colombia y Chile empataron 3-3 en el partido que daba la llave para la clasificación al Mundial de Brasil 2014. Ese día Chile iba ganando 0-3 en Barranquilla, pero la tricolor empató en el segundo tiempo. Colombia clasificada para el Mundial luego de esperar 16 años, mientras Chile tuvo que esperar hasta la última fecha para sellar su clasificación. Los colombianos salieron a las calles a celebrar haciendo caravanas, se aglomeraban en las calles hasta que un grupo de chilenos enfurecidos arremetieron verbalmente contra estos iniciando una pelea que duró hasta altas horas de la noche.

Una semana después los chilenos convocaron a una marcha en Antofagasta con el lema "Recuperemos Antofagasta". La alcaldesa Karen Rojo, pidió respetar el derecho a expresarse a quienes organizaron esta marcha convocada ocho días después de los enfrentamientos entre hinchas. Un poster en contra de los colombianos migrantes circuló por las redes sociales.

El intendente de la Segunda Región, Waldo Mora, acusó a las prostitutas colombianas de ser las responsables del aumento de las enfermedades sexuales. Afirmación que no se refleja en las cifras, pues en Antofagasta el VIH se ha mantenido en la misma cifra en los últimos 15 años. Así mismo, las enfermedades infecciosas se han mantenido en 40 casos aproximadamente desde 1997.

Pelea de colombianos el 11 de octubre de 2013 luego del partido Colombia- Chile por las eliminatorias de Brasil 2014.

Waldo Mora, acusó a las prostitutas colombianas de ser las responsables del aumento de las enfermedades sexuales

La tuberculosis siempre ha sido relacionada con la llegada de migrantes, pero el nivel de casos se ha mantenido en Antofagasta en un promedio de 13 casos desde 1997. Otra enfermedad es la lepra, por el caso de un colombiano internado en octubre de 2012 por la enfermedad de Hansen en Antofagasta. El colombiano contrajo cuatro años antes de su llegada al país la enfermedad y entró por los pasos fronterizos. Luego se dijo que ese caso sospechoso no era lepra.

Gustavo Macaya, coordinador del Plan Piloto de Salud en Antofagasta, afirma que "no hay evidencia científica que demuestre que los migrantes traigan enfermedades nuevas y tampoco infecciones de transmisión sexual. De hecho los estudios demuestran que la población migrante es más sana que la nacional. Lo que acontece es que Chile, como sociedad receptora, los expone a condiciones de existencia de vulnerabilidad que a lo largo del tiempo van afectando su salud. Esos discursos lo que esconden son xenofobia y racismo", asegura.

Dairo Hurtado Padilla, migrante de Satinga, Nariño. Foto: Santiago Cárdenas

Los buenos son más

Pero las cifras de delitos tampoco confirman que los extranjeros sean los que más delinquen. En 2014 de 15.118 personas imputadas, 1.365 eran extranjeros. De ellos el 41,5% eran bolivianos, 31,8% colombianos y 14,7% peruanos, según la Defensoría Regional de Antofagasta. Igualmente según cifras de la Gendarmería indican que en el Centro Penitenciario de Antofagasta hay 1.211 presos chilenos y solo 47 colombianos.

Cuando caminas por Arturo Prat, la calle céntrica de Antofagasta, los colombianos se ven en cada restaurante, peluquería y venta de todo tipo de artículos. Dairo Hurtado Padilla es uno de ellos, nació en Satinga, Nariño, un pueblito a tres horas de Tumaco, y se vino hace seis años a probar a Chile. Llegó a Antofagasta y terminó enredado en un problema de drogas, pues otro colombiano para obtener sus papeles lo aventó a la PDI. Denunció que Hurtado estaba esperando un kilo de coca que le iban a enviar desde Buenaventura.

"Son cosas que le suceden a uno. Pagué cárcel desde el 2009 al 2012. Me tocó asumirlo, tomé escarmiento y salí con ganas de trabajar en lo bueno. Vendo cocadas, le ayudo a mi esposa en una tienda de celulares", dice. Dairo se había unido a un grupo de personas que le ofrecieron este negocio, accedió y fue capturado. Ahora este nariñense trabaja día y noche y es mostrado en la PDI como un ejemplo. "Todos tenemos derecho a una segunda oportunidad en la vida. Como lo hicieron conmigo. Ahora ando en diligencias para tramitar mis papeles", indica Hurtado.

Como Dairo, hay una gran cantidad de colombianos dedicados al sector comercio. Un espacio que dejaron los chilenos cuando las mineras comenzaron a demandar niveles récord de trabajadores. Se decía que para 2020 se iban a requerir 37.638 nuevas personas para este sector como proveedores o internos, según un estudio publicado por el Consejo Minero y la Fundación Chile.

Desalojo de campamentos y crisis de la minería en la prensa de Antofagasta. Foto: Santiago Cárdenas

La otra verdad

Pero la realidad fue otra. Las minas con mayor producción de cobre han despedido a 7.000 trabajadores y han cancelado todos sus planes de expansión debido a la caída del precio del cobre este año. El precio del cobre va en caída libre todo este año por el efecto del alza global del dólar y también por la desaceleración china, está en el mínimo histórico.

Un 21% ha bajado en promedio el precio del metal este 2015 en comparación al 2014 y expertos creen que el valor no se va a recuperar hasta finales de 2017. Esta caída influye en el descenso de las cotizaciones de las mineras en el mundo y hace que comiencen los planes de reducción de costos.

La minera estatal, Codelco, redujo su personal en un 15% y ahora se están sumando empresas privadas. Collahuasi despidió al 13% del personal, Anglo American de Glencore desvinculó a varios de sus empleados por la baja de sus acciones. Transcendió también que Antofagasta Minerals, ligada al grupo Luksic, recortaría el 30% de sus ejecutivos por su caída en bolsa.

En Ecuachilepe adornan sus casas con pasto artificial y flores. Foto: Santiago Cárdenas

Del mismo modo, el Gobierno se ve afectado en sus inversiones sociales pues el aporte del cobre a los ingresos fiscales se tiene proyectado que será el más bajo en los últimos 14 años, según la Dirección de Presupuestos de Chile.

Según Benjamín Cruz, líder de la comunidad de Colombianos en Antofagasta, ocurrirá lo mismo que sucedió en España, donde los colombianos tuvieron que salirse de sus trabajos para regresar a su país o irse para otro a seguir probando suerte. Mientras tanto los colombianos intentan agachar la cabeza y adaptarse a este nuevo hogar entre el desierto y el mar. Muchos creen que dentro de poco se acabará esta mina y tendrán que seguir vagando por el mundo buscando eso que nunca encuentran en su país: paz y billete para sacar adelante a sus seres queridos.

* Nombre cambiado a petición de la fuente.

Créditos
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Videos, fotografías y textos: Santiago Cárdenas H. Diseño web: Rubén Darío Restrepo Galvis. Edición de videos: Juan Sebastian Carvajal. Graficación: Darwin Alejandro Bermúdez.
Mapa: Jeison Agudelo. Infografía: Juan José Restrepo. Redes Sociales: Melissa Gutiérrez. Editor ElColombiano.com: Juan Esteban Vásquez. Macroeditora digital: Margarita Barrero F.
Directora EL COLOMBIANO: Martha Ortiz. Asesoría especial: Mónica González.


Agradecimientos: PDI, Alcaldía Antofagasta, Servicio Jesuita a Migrantes.

Esta investigación fue el resultado del apoyo de Consejo de Redacción y Ciper en el Premio ¡Investiga!

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