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Diez años tuvo que esperar Mel Gibson desde “Apocalypto” para volver a sentarse en una silla de director, debido a los escándalos que no logra esquivar en su vida personal. Vuelve a hacerlo en la adaptación cinematográfica de una historia real, que necesitaba de alguien con su vigor artístico y su maravilloso ojo para hacer de la crueldad un arma estética. Gracias a estas cualidades “Hasta el último hombre” (porque de títulos obvios e innecesariamente traducidos está hecho el camino del infierno) se eleva de lo que pudo ser una película de guerra bastante esquemática, a las alturas de una reflexión sobre las convicciones, sobre el sacrificio que implica defender unas ideas sin rendirse y, por supuesto, sobre la relevancia social que el mismo...
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