Después de que los diez hipopótamos elegidos desembarquen en Sinaloa, México, todo seguirá igual en el Magdalena Medio.
Las especies nativas y en peligro de extinción como el manatí seguirán acorraladas por la expansión de los hipopótamos y otras como el bocachico y el bagre rayado seguirán su rápido camino a la desaparición por los cambios químicos que esta megafauna invasora causa, dejando a miles de pobladores sin la fundamental pesca de subsistencia y con un futuro incierto.
¿De qué servirá entonces la traslocación de esta decena de hipopótamos, confirmada ayer en una rueda de prensa liderada por la Gobernación de Antioquia?
Tal vez para demostrar que sí es posible tomar decisiones y dejar de lado la inacción con la que se han cobijado gobernantes locales, presidentes y funcionarios durante las últimas tres décadas frente al desastre ecológico desencadenado por la introducción de estos animales. Como lo ha dicho hasta el cansancio David Echeverri, jefe de gestión de Biodiversidad de Cornare, en este problema han sobrado opiniones y han faltado manos dispuestas a ofrecer soluciones.
Ayer el gobernador Aníbal Gaviria y el presidente de la Asociación de Zoológicos, Criaderos y Acuarios de México, Ernesto Zazueta, firmaron un pacto acompañados por varias entidades como Cornare, el ICA y el Ministerio de Ambiente para sellar la traslocación de estos individuos, término técnico con el que se define esta reubicación.
Todavía a cuentagotas, explicaron cómo harán realidad lo que parece una utopía y es montar en un avión a diez animales que juntos pueden pesar más de 15.000 kilos y están considerados como una de las especies más peligrosas del planeta.
Ahora comenzará el procedimiento de cebos para lograr el confinamiento controlado en unos corrales que ya Cornare está estructurando para contener los individuos, todos ellos juveniles.
Una vez en los corrales los hipopótamos tendrán que ser sometidos a una cuarentena mientras se adelanta un proceso de desparasitación.
Los diez hipopótamos viajeros saldrán del grupo más “domesticado” que se encuentra en jurisdicción de la Hacienda Nápoles, por lo que se espera que el proceso de confinamiento no demande un monumental despliegue logístico.
En simultáneo con este procedimiento, las entidades estarán ocupadas en las diligencias dispendiosas que todavía tienen por delante. El ICA debe emitir unos avales sanitarios y el Ministerio de Ambiente entregar unos permisos. También es necesario un trámite internacional bajo el marco de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres –Cites– que, llamativamente, ni la Gobernación ni Zazueta parecían tener muy claro. En todo caso, según aseguró Gaviria, antes de julio los hipopótamos estarán en México.
Para el viaje, los animales serán trasladados en unos guacales sobre unas cama bajas hasta la base aérea de Palenquero, cerca a Puerto Salgar o hasta el José María Córdova, dependiendo de las contingencias logísticas que se presenten.
¿Y qué va pasar con estos diez hipopótamos? Aquí regresa el terreno de las dudas. Zazueta asegura que su única motivación es aportar un grano de arena en uno de los conflictos ecológicos más desafiantes del planeta y que en el santuario Ostock, que él dirige, los hipopótamos estarán aislados de cuencas naturales y en condiciones dignas.