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Parecía un resorte eterno que, halado, podría extenderse para siempre. En marzo de 2020, cuando llegó la covid-19 al departamento, había 502 camas de cuidados intensivos. Hoy, 13 meses después, la región cuenta con 1.452. La cifra casi se triplicó. Pero los anuncios de veintenas de nuevas UCI parecen parte del pasado. Ahora, como sucedió el miércoles anterior, se anuncia, a lo sumo, la apertura de dos camas nuevas. El resorte que tanto se estiró parece no dar más.
Mirando hacia atrás, la apertura de camas UCI parece una proeza. Lo cierto es que fue un esfuerzo entre entidades públicas y privadas que, como pudieron, se las ingeniaron para adaptar sus espacios y extender el servicio.
Carlos Valdivieso, presidente del Colegio Médico de Antioquia, explica que en el departamento se implementaron dos estrategias para aumentar la cantidad de UCI. La primera de ellas, detalla, es la duplicación, es decir, poner más camas en un lugar donde ya existían. La otra es el acondicionamiento, que consiste en habilitar UCI en sitios que antes prestaban otra función. “La posibilidad de crecer ahora es muy poca. Ya llegamos al límite de lo que podíamos hacer. Puede que en los próximos días se anuncien una o dos más, pero no veremos un incremento mayor. Las limitaciones técnicas y humanas ya no lo permiten”, explica el médico.
Valdivieso añade que el acondicionamiento requiere grandes esfuerzos técnicos y las instituciones que podían hacerlos ya cumplieron. “Esto implica crear una red de aire, en tubería, que obliga a hacer reformas. En cuanto al personal, hemos captado profesionales mediante el sistema piramidal. O sea, se incluyen personas de segunda línea, por ejemplo, anestesiólogos o especialistas en medicina interna. Por eso, tanto en la parte locativa, como de recurso humano, ya todo es muy limitado”, explica el presidente del Colegio Médico en Antioquia.
Cuando empezó la pandemia, según cifras del Ministerio de Salud, en Antioquia eran 502 camas UCI, 363 de ellas en Medellín (ver gráfico). La cifra de las 1.000 camas en el departamento se logró entre julio y agosto del año pasado, durante el primer pico de coronavirus. De ahí para adelante el aumento fue más plano. En noviembre, por ejemplo, se alcanzaron las 1.250. Para ese momento, como relata el médico Valdivieso, casi todos los grandes hospitales ya se habían expandido hasta el límite.
Es importante resaltar que algunos municipios que no tenían camas lograron habilitar algunas. Sabaneta, por ejemplo, no tenía y ahora cuenta con 15. Lo mismo Turbo, en Urabá, que comenzó en cero y ahora posee 10.
Desde diciembre hasta hoy el incremento ha sido graneado. Y cabe anotar que, en febrero, cuando bajó el segundo pico, las UCI también se redujeron. A comienzos de marzo se alcanzó un nivel bajo, de 1.149, según MinSalud. Pero, con la inminente llegada del tercer pico o tercera ola, la red volvió a extenderse, como un resorte, para alcanzar el récord de 1.452 camas UCI.
El médico intensivista Bladimir Alejandro Gil, miembro de la Asociación Colombiana de Medicina Crítica y Cuidado Intensivo (Amci), hace varias reflexiones sobre el crecimiento de la red y su limitado futuro. Al igual que Valdivieso, expone que la mayoría de instituciones llegaron a su límite. “A pesar de que quieran crecer, ya no pueden hacerlo. Por ejemplo, al Hospital General ya no le da porque no tiene cómo conectar más tanques de oxígeno. Estamos al tope de la capacidad pues, por mucho que queramos, no podremos crecer más”, explica Gil.
El miembro de la Amci añade que, de ahora en adelante, podrán habilitarse una o dos camas, pero no se verá otra vez la puesta en funcionamiento de 50, como sucedió el año pasado. En cuanto al personal, comenta que lo ideal es que un intensivista atienda de 8 a 12 pacientes, pero hoy tienen bajo su responsabilidad hasta 30 camas. “Es posible que una vez termine la pandemia vamos a quedar con más UCI, pero lo más lógico es que las zonas de expansión volverán a ser lo que eran antes. O sea, serán de nuevo urgencias y tenderán a desaparecer como cuidados intensivos”, vaticina Gil. Y añade que, pese a la ausencia de crecimiento a futuro, el sistema soportará la presión, aunque esto depende de cómo evolucionen las variantes del virus.
En cuanto al personal, el intensivista comenta que ha tocado recurrir a profesionales sin experiencia en cuidados intensivos. “Eso es lo que toca hacer en una pandemia. No podemos poner un candado para que no lleguen más pacientes. A todos deben atenderlos”, dice. Y añade: “Solo podemos trabajar. No tenemos ni tiempo para cansarnos”.
Luis Alberto Martínez, director de la Sociedad de Empresas Sociales del Estado de Antioquia (Aesa), tiene una visión similar. Cuenta que, según las proyecciones hechas en marzo de 2020 por la Gobernación, el departamento iba a necesitar 1.200 UCI para hacerle frente a la pandemia. Eso se hizo teniendo en cuenta datos de otros países. “Con base en eso comenzó el crecimiento. Se analizó la posibilidad de cada IPS pública y privada. Se hicieron solicitudes para conseguir ventiladores con el Gobierno Nacional y se aprovecharon las cuarentenas”, cuenta Martínez.
Para el director de Aesa, el logro del departamento es loable, toda vez que se triplicó el número de camas que había antes de la pandemia. Según las cifras de Aesa, en Antioquia hay 125 intensivistas luchando contra el coronavirus. En cuanto al crecimiento, piensa igual que los colegas: el techo está muy cerca. “Lo que podemos crecer es muy poco. Lo más crítico es el talento humano, que ya no puede estirarse más. Es por esta razón que nos hemos visto abocados a remitir pacientes a otros departamentos. El esfuerzo para triplicar las UCI fue sobrehumano, ya no hay muchas posibilidades de seguir creciendo”, argumenta.
Ricardo Peláez, decano de la facultad de Medicina de la universidad CES, cuenta que países más desarrollados llegaron ya al límite de extensión de camas UCI. Dice que el problema principal es que el recurso humano se agotó, como pasó en Antioquia. Pero es optimista. “A pesar de todo lo malo, creo que esta pandemia ayudará al personal de salud en su crecimiento profesional. Quienes están hoy arriesgando su vida desde los cuidados intensivos son verdaderos héroes. La sociedad colombiana se dio cuenta de que la profesión médica es de servicio y debe ser muy valorada”, comenta el decano.
Para el doctor Martínez, director de la Aesa, el crecimiento de las UCI en Antioquia se debe a una sinergia entre los sectores público y privado. “La unión entre ambos fue destacable y por eso se logró lo que se logró”, comenta.
La entidad pública que más creció en camas UCI fue el Hospital General de Medellín. Según las cifras de la Gobernación, comenzó la pandemia con 23 camas y ahora tiene 163. Juan José Vélez es el coordinador de cuidados intensivos de ese hospital. Trabaja allí hace 10 años y cuenta que la extensión de UCI fue paulatina. En un comienzo tuvieron que habilitar el piso 8 de la torre sur para transformar las urgencias en cuidados intensivos. Después, 10 camas de cuidados especiales fueron transformadas. Lo mismo pasó con cinco cubículos de ginecobstetricia.
Vélez explica que las adaptaciones no fueron tan complejas. En ginecobstetricia solo hubo que instalar los ventiladores que los pacientes covid requieren. Al comienzo, precisa, eran 15 profesionales los que trabajaban a su lado en cuidados intensivos; hoy son 73. “Más o menos el 40 % de ellos es intensivista. El resto es de otras especialidades que nos han ayudado. Antes podíamos tener una mortalidad de entre 10 y 15 %, hoy llega hasta el 50 %. A veces uno se pregunta para qué trabaja tanto si los pacientes se siguen muriendo. Es muy duro”, cuenta el médico.
Además, confirma lo que ya sus colegas habían dicho: es imposible seguir creciendo. Lo explica: “Llegamos al límite por la red de oxígeno. Nosotros tenemos dos tanques de oxígeno líquido que suplen al hospital. Esos recipientes, que son enormes, se consumen cada 18 horas. Instalar otro tanque demoraría meses. No nos da para seguir ampliándonos”.
El intensivista lamenta que la pandemia frenó un proceso de “humanización de la UCI” que desarrollaban hace años. La idea era vincular a las familias y que pudieran entrar a visitar a sus enfermos. Eso es imposible ahora. “Me duele ese retroceso. Es una de las cosas más tristes que esto nos deja”, concluye.
Del lado privado, la Fundación San Vicente de Paúl fue la que más logros cosechó. En la sede de Medellín, la entidad logró abrir 49 camas, lo que representa un incremento del 83 %. En Rionegro, por su parte, pasaron de 16 a 61 UCI, un 281 % más. “Esto se logró con el apoyo del empresariado antioqueño; o sea, del GEA y de Proantioquia. El grupo Sura y Argos fueron los primeros en atender el llamado de crecimiento. Sin ellos habría sido imposible”, manifiesta Mauricio Tamayo, presidente de San Vicente Fundación.
Tamayo añade que la ampliación no fue sencilla. Para lograrla tuvieron que doblar los turnos del personal de salud mientras conseguían más profesionales. Dice que a ese personal se le debe todo el reconocimiento por haber superado los retos más difíciles. “Ni intensivistas ni anestesiólogos se forman de la noche a la mañana. Ya no es posible que nos sigamos ampliando”, dice el director.
Ante la imposibilidad de ampliar más la red, los expertos señalan que la única opción para vencer la pandemia es acelerar la vacunación y mantener el autocuidado
Comunicador Social-Periodista de la UPB. Redactor del Área Metro de El Colombiano.