Mientras la Organización Mundial de la Salud (OMS) establece que en las ciudades debe existir al menos un árbol por habitante, en Medellín, según el Plan Maestro de Espacios Públicos Verdes adelantado por el Área Metropolitana, la proporción es de 0,39, lo que da un déficit de 700.00, según los cálculos que tenía el Área Metropolitana en 2016.
Esto evidencia un déficit con la media universal que las autoridades ambientales han tratado de subsanar con medidas como siembras masivas, exigencias de compensación 1 a 1 cuando hay talas y otras medidas orientadas a que los proyectos urbanísticos sean afines con la biodiversidad.
Comparado con la capital del país, Medellín no está tan mal, pues allí, según el Observatorio del Espacio público de Bogotá (2017), esa ciudad cuenta con 0,17 árboles por habitante, es decir, hay un 1 árbol por cada seis personas.
La desventaja de Medellín, sin embargo, es grande comparada con Madrid (España) donde hay 14 árboles por habitante, o Curitiba (Brasil), con 14, según la OMS.
La queja de los ciudadanos es frecuente: a la ciudad le faltan árboles. De esto no tiene dudas Diego Rúa, coordinador de la Mesa Ambiental de El Poblado, quien afirma que su organización libra una lucha constante para evitar las talas y las “masacres ambientales”.
“Cada día se hacen proyectos y todos piden licencia para talar. Los árboles son muy pocos, acá no hay parques grandes que sirvan de pulmones verdes; para la gente respirar aire puro necesita irse a los cerros tutelares y no debería ser así, los árboles y parques deberían hacer parte de su entorno inmediato”, señala Rúa.
Natalia Restrepo, integrante del colectivo Túnel Verde, advierte que el déficit arbóreo se siente, porque no hay planificación. Señala que si se planean obras a largo plazo, ¿porqué no se anticipan con las siembras para que los árboles crezcan a la par con los proyectos? “Las compensaciones por talas se hacen con chamizos y estos no prosperan. Además, talan un árbol y dejan parte del tronco, cuando deberían arrancarlo de raíz y sembrar otro ahí mismo”, opina.
Intervenir islas de calor
Al respecto, María del Pilar Restrepo, subdirectora Ambiental del Área Metropolitana, recuerda que el déficit arbóreo viene de muchos años atrás y que por eso, al iniciar el actual periodo de gestión (2016-2019), su entidad identificó la necesidad de sembrar 700.000 árboles en el Valle de Aburrá, donde había plantados cerca de 420.000. “Hasta el pasado 30 de junio habíamos sembrado alrededor de 1 millón en la subregión y 396.000 en Medellín, lo que indica que ya se superó la meta”, añade. A la fecha, el Amva ha sembrado 409.000 (ver gráfica).
Restrepo indica que la queja de los ciudadanos tiene sustento en que con la variabilidad climática, en los tiempos de sequía el calor es más intenso y en los de invierno las lluvias son más prolongadas.
La entidad, en un estudio, identificó islas de calor en los diez municipios que la integran y para mitigarlas se establecieron medidas a través del acuerdo 19 de 2017, que son básicamente 4: cambiar suelos duros por suelos verdes, siembras de árboles en sitios estratégicos, creación de corredores de conectividad para potenciar redes ecológicas y reposiciones 1 a 1 (un árbol plantado por un árbol talado) en las zonas de influencia de los proyectos urbanos.
“Estas medidas las hemos venido aplicando y aunque la gente no las note se reflejan en el retorno de fauna silvestre, como aves, reptiles y mamíferos”, dice Restrepo.
Sin inventario forestal
El secretario del Medio Ambiente, Sergio Orozco, aclara que la ciudad no tiene un inventario forestal. “Desde 2013 se viene implementando, con el Sistema de Arbolado Urbano, un registro de intervenciones como podas, mantenimientos, siembras, transplantes y los árboles que permanecen en las obras adelantadas por el Municipio, pero esto no genera un censo real”, dice.
Agrega que en este cuatrienio se han sembrado más de 867.000 árboles (incluidos los del Área Metropolitana), de los cuales 71.250 se han plantado en suelo urbano. La estrategia incluye la adecuación de 30 corredores verdes en retiros de quebradas, vías y zonas de infraestructura. “Hay 7.105 m2 de muros verdes que contribuyen a la regulación de la sensación térmica, absorción de polvo, aislamiento del ruido y captación de dióxido de carbono”, añade.
María del Pilar Restrepo afirma que es posible que la relación árboles/habitante haya cambiado, pues con la Universidad Nacional se avanza en un estudio sobre conectividad ecológica que va actualizar esa relación y permita establecer qué tanto ha impactado la siembra del millón de árboles .