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Según Héctor Valencia Moreno, apicultor y rescatista del Área Metropolitana del Valle de Aburrá, Amva, la falta de árboles y lugares para armar “nido” tiene a miles y miles de abejas deambulando en busca de sitios donde poner los huevos, lo que origina un serio problema ambiental para el Valle de Aburrá, ya que si estos polinizadores no logran su objetivo no podrán multiplicarse y con ello se pone en riesgo el equilibrio natural, pues son esenciales para mantenerlo.
Esta situación llevó a su entidad a firmar el pacto denominado “Árboles, Flores y Abejas”, para crear espacios en los que las abejas tengan dónde asentarse, criar y así evitar la amenaza de extinción que pesa sobre esta especie.
Según Helena Jaramillo, apicultora de la fundación Miel de Colombia, que rescata colmenas en peligro y promueve la instalación de espacios y hábitats adecuados para su multiplicación, “cada día desaparecen 200 especies de ellas y se está haciendo muy poco por frenar su extinción”.
El convenio del Amva busca sembrar árboles, jardines con flores e instalar los llamados hoteles para abejas, que son especies de cajas de madera adecuadas con tubos de guadua, pedazos de tronco y otras piezas naturales con hoyos donde ellas puedan anidar libres de amenazas.
“Cada tubito o hueco es colonizado por una abeja, en este caso las solitarias, que son las que abundan en nuestro territorio, que no andan en manada ni son agresivas; ellas ponen allí sus huevitos y cuando sus crías nacen ya ellas han muerto, entonces hijos y madres no alcanzan a conocerse”, cuenta Héctor para explicar el ciclo de esta especie, de la que no está claro cuántas hay en el mundo, porque no todas han logrado estudiarse. Dice que en el Aburrá hay alrededor de 446 identificadas.
En el recién reabierto Parque de las Aguas ya se ubicaron cinco hoteles y en los parques de las diez localidades del Aburrá se instalarán otros diez, explicó el director del Área, Juan David Palacio.
“Nuestro principal propósito con los hoteles es generar conciencia ambiental y reconocer la importancia de la biodiversidad”, indicó Palacio.
Según el pacto, en los municipios las encargadas de organizar y definir los sitios para ubicar las estructuras serán las gestoras sociales de cada alcaldía, previo acuerdo con el Amva para su instalación.
Por ejemplo, Rosa Jiménez, gestora social de Copacabana, destacó la propuesta como una forma de aportar al proceso ambiental y alimentario de su localidad. “En Copacabana tenemos un equipo de personas que busca el cuidado de la biodiversidad. Estas abejas son polinizadoras y nos ayudarán a proteger la alimentación y contribuirán al medio ambiente”, señaló.
La alerta por la pérdida de abejas es un fenómeno mundial. Según la FAO, Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, “40 % de las especies polinizadoras de invertebrados, en particular abejas y mariposas, corren peligro de extinción”.
Ana María Roldán, subdirectora Ambiental del Amva, señaló que el papel de las abejas es de tal impacto, que ellas ayudan a mejorar la crisis climática del territorio. Y recordó que la comunidad deberá protegerlas. “Las abejas que van a habitar estos hoteles son sin aguijón, no tenemos porqué tenerles miedo. Nos permitirán continuar con la polinización de nuestro Valle”, dijo.
Helena Jaramillo, de Miel de Colombia, advirtió que instalar las casetas no implica que se tenga una política de su protección, pues el drama que vive esta especie es mayúsculo y los hoteles son paños de agua tibia: “De las abejas depende el 70 % de los alimentos que se producen y lo que se hace es construir más infraestructura, se cortan los árboles madres que tardan años en volver a constituirse en hábitats y en conectarse para formar ecosistemas”.
Dijo que no ve en la región una política contra el uso de fungicidas, herbicidas e insecticidas “y esto es lo que más acaba con ellas y con los insectos en general”. Agregó que los hoteles deben ir acompañados de socialización para que la gente entienda su importancia para el equilibrio ecológico y ambiental del planeta .