En los últimos cuatro años, grafiteros clandestinos han rayado o pintado el exterior de vagones del metro en cinco ocasiones. Como si fuera poco, en la madrugada de ayer viernes, por primera vez, atacaron el tranvía de Ayacucho, rayando un vagón y pintando otro.
En todos los casos y según las investigaciones de la Policía Metropolitana, los autores de estas acciones serían personas que no son de la región.
La lectura que se hace desde otras ciudades del país frente a los diferentes modos de transporte que solo tienen Medellín y el Valle de Aburrá, opina el antropólogo Gregorio Henríquez, es que son un símbolo del avance y progreso de la sociedad antioqueña y como los locales se apropiaron del metro y lo defienden, no es su voluntad atentar contra el sistema.
“La mejor manera de atacar la idiosincrasia paisa es atentando contra estos símbolos. Todas las ciudades del mundo tienen alegorías o distintivos materiales que representan su empuje o desarrollo y, por eso, la mejor manera de ofenderlos es atacar este tipo de infraestructuras. Son actos vacíos, sin argumentos; es puro vandalismo”, interpreta Henríquez.
El antropólogo insiste que esto ni siquiera se asemeja a un grafiti, el cual es una manifestación artística de descontento con el sistema social.