Por Luis Felipe Gutiérrez
*Colaboración especial
Hace treinta años, Medellín vio nacer a El Pez, una de las agrupaciones que, con un sonido versátil, letras irreverentes y una puesta en escena creativa, contribuyó a transformar tanto el sonido como la imagen del rock en la ciudad. Temas como El presidente grita en el balcón ¡Viva Colombia! como si estuviera loco, Día perfecto, Depilador de cejas, Infusión, Amelia Earhart 1932 o La vaca, marcaron a una generación.
Carlos Mauricio Restrepo Madrid, más conocido como “Tato”, fue la voz y el verbo filoso de El Pez, una banda que durante los años noventa se convirtió en el grito existencialista de los jóvenes de Medellín.
En entrevista para EL COLOMBIANO, “Tato” habló del futuro de la banda, disuelta hace veintisiete años; de Cajamalva, su proyecto posterior –hoy considerado de culto–; y de su intención de exponer las obras pictóricas en las que viene trabajando desde hace algunos años.
Empecemos con una pregunta que podríamos haber dejado para el final, pero que es esencial hacer desde el principio, porque muchos quieren escuchar la respuesta desde ya: a treinta años de la fundación de El Pez, ¿qué ha pasado con el grupo? ¿Sigue vivo el proyecto? ¿Hay planes a futuro?
“El Pez se ha diversificado. Está nadando en aguas diferentes. Alejo Restrepo (’Pat’), que fue guitarrista y vocalista del grupo, está con Nómada, su banda, con la cual lleva desde hace varios años y que bien ha sabido consolidar. Mego (Carlos Andrés Mejía) está en Londres produciendo música electrónica y trabajando para nuevos artistas; Jorge Ceballos sigue con Estudios El Pez, realizando jingles y piezas comerciales para diferentes empresas. Fredy González estuvo un tiempo con Nómada y con Reptil; ahora está dedicado a la docencia universitaria. Yo, por mi parte, después de salir de El Pez formé Cajamalva, y ahora estoy trabajando en mi proyecto solista. Así que cada uno está nadando en aguas distintas, pero todos seguimos haciendo música”.
Pero –y esto es más una pregunta de fan–, ¿hay alguna posibilidad de un reencuentro de El Pez?
“Eso es algo que se ha mencionado muchas veces. Ha habido intentos, conversaciones... pero nunca se ha concretado. Lo otro es que, desde la fundación, hicimos un pacto: si algún día nos separábamos y luego queríamos volver, tendría que ser con los miembros originales. Quizás fue algo ingenuo, propio de la inmadurez que da la juventud. Hoy, la mayoría estamos dispuestos a romper ese compromiso. No necesariamente tenemos que estar todos los integrantes originales para hacer algo”.
Pero tengo entendido que también se suman otros problemas logísticos...
“Así es. Por ejemplo, Mego, que está en Londres, y traerlo de regreso implica muchas dificultades, porque habría que desacomodarlo. Lleva varios años viviendo allá, trabajando en sus propios proyectos. Asegurarle una estadía acá, así como una estabilidad, no es sencillo, porque eso supone reorganizar agendas, tiempos, coincidencias. A eso hay que añadirle que, actualmente, cada uno de nosotros tiene proyectos personales que hemos desarrollado durante años.
Pero, sin duda, las ganas están. El talento y la creatividad, también. Y somos conscientes de que los fans anhelan ese reencuentro. Vamos a ver qué dice el tiempo y qué permite el futuro, pero, por ahora, no se ha concretado nada”.
Hablemos un poco de los orígenes. Este 2025 se cumplen treinta años de la fundación de El Pez, y fue usted quien dio ese nombre llamativo. ¿De dónde surge la idea?
“Realmente, en un principio el grupo se llamó Simón y su Estúpido Pez. El nombre surgió a partir de una protesta que presencié en San Andrés, en diciembre de 1994. Los habitantes de la isla se manifestaban contra Simón González Restrepo, gobernador de entonces ―paisa de nacimiento―, quien mandó a erigir en su honor un monumento con forma de barracuda, su pez favorito. Se decía que la escultura medía aproximadamente tres metros de alto por cuatro de largo, y que tenía una esmeralda incrustada en alguna parte. Era algo muy pretencioso, muy ostentoso, ridículo, si se quiere, frente a las dificultades que enfrentaban los isleños en temas básicos como el agua y la energía.
El pueblo respondió pegando afiches por todas partes que decían: ‘Simón y su estúpido pez’. Ese nombre me quedó sonando, y así llamamos al grupo, inicialmente.
Además, queríamos diferenciarnos de las bandas que estaban muy de moda por aquella época, algunas de ellas con un solo nombre: Kraken, Ekhymosis, I. R. A., Masacre, Mojiganga, etc. De ahí, el nombre largo, diferente, con un aire de contracultura. Incluso, los títulos de nuestras canciones eran extensos. Por ejemplo, El presidente grita en el balcón ¡Viva Colombia! como si estuviera loco. El solo título ya era media canción”.
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¿Alcanzaron a grabar algo con ese nombre?
“No. Éramos muy jóvenes, tendríamos diecisiete o dieciocho años. Pero ese fue el cimiento de lo que luego sería El Pez. De esa alineación ―que fundamos Mego y yo― saldrían músicos que luego serían importantes en la escena del rock local. Entre ellos, Alejo Arango, quien fue guitarrista de Juanita Dientes Verdes y La 69, y actualmente es disyóquey en el bar Berlín. También estuvo Juan Pablo Trujillo, que empezó en Simón y su Estúpido Pez y continuó con El Pez hasta su disolución, tocando armónica y melódica”.
Pero antes de que se fuera gestando Simón y su Estúpido Pez, usted y Mego venían de proyectos totalmente diferentes...
“Sí. Yo venía de la escena del metal. De hecho, entre 1990 y 1991 estuve en una banda que se llamaba Agresión, junto a David Guerrero, Juan Manuel Álvarez, Juan Guillermo Giraldo (“Píldora”) y Alejandro “Jesucristo” Linares. Un año después, en 1992, David y Juan Manuel formarían Antagon ―banda de death metal de amplio reconocimiento en la ciudad―, como baterista y guitarrista, respectivamente Mego, por su parte, tendía más hacia el synth-pop y el new wave británico. Pero esto no impidió que trabajáramos y desarrolláramos ideas musicales juntos.
Fue así como, con Simón y su Estúpido Pez, logramos hacer algo distinto: un sonido más alternativo, lo que hoy llamarían grunge o indie”.
¿Por qué finaliza ese proyecto?
“Porque a Mego lo llaman a prestar servicio militar en Puerto Berrío. Pero, más que finalizar, el proyecto quedó suspendido, porque sabíamos que ya se había sembrado una semilla con potencial para dar buenos frutos en el futuro.
Yo, mientras tanto, formé un grupo llamado Controversia, que era una banda de covers. Luego, cuando él regreso, nos reencontramos en el programa de Publicidad de la Universidad Pontificia Bolivariana (UPB), donde estudiábamos.
Decidimos retomar el proyecto, pero dándole una nueva etapa. Lo primero fue cambiarle el nombre: buscábamos algo más directo, con más fuerza, que, sin ser lo mismo, evocara un poco lo que habíamos empezado con Simón y su Estúpido Pez. Así que lo dejamos simplemente El Pez”.
¿Quiénes conformaron esa primera alineación de El Pez?
“Estábamos Mego y yo, en voces y guitarras, y Juan Pablo Trujillo, en armónicas y teclados; los tres veníamos del proyecto anterior. Luego se sumó Jorge Ceballos, a quien conocía desde el colegio San Ignacio, y que, además de haber sido mi profesor de guitarra, posteriormente formaría Estudios El Pez, donde grabamos nuestro primer trabajo de nombre homónimo: El Pez.
Jorge fue quien me mostró por primera vez un secuenciador -un aparato que sirve para reproducir secuencias de notas, ritmos y efectos-. Sabiendo lo buen guitarrista que era, me animé a proponerle que se uniera a la agrupación. Él aceptó, pero me pidió hacerlo como bajista, no como guitarrista, lo cual no fue ningún problema.
Después entró Gregory López como baterista, aunque al poco tiempo es reemplazado definitivamente por Fredy González. Finalmente, se sumó ‘Pat’ Restrepo, también en guitarra y voces, que venía de Antagon”.
¿Cómo fue el proceso de grabación de ese primer álbum?
“En esa época estaba llegando un sistema híbrido entre lo análogo y lo digital, que combinaba el uso de DAT y ADAT. El DAT era una cinta digital que ofrecía muy buena calidad de grabación, y el ADAT usaba cintas similares a los VHS, lo que permitía grabar múltiples pistas de audio digital con mayor flexibilidad, Grabar así nos daba más versatilidad: podíamos aprovechar la calidad del DAT y, al mismo tiempo beneficiarnos de la facilidad de transferencia y edición digital que ofrecía la ADAT. Eso permitió logara una grabación de alta calidad y una integración fluida con otros equipos de audio”.
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La entrevista en video la puede ver aquí:
En el aspecto de la creación de las canciones, ¿quiénes fueron la fuente de inspiración?
“Fueron diversas, porque, como mencioné antes, veníamos de corrientes muy distintas. Yo venía del metal; Mego tenía una fuerte influencia del new wave londinense de los años ochenta; y Jorge, por su parte, estaba más conectado al sonido de Los Ángeles. De hecho, estudió guitarra allá y traía muchas referencias del rock americano de finales de los años sesenta y principios de los setenta, como Lou Reed, Janis Joplin, The Doors. Todo eso se mezclaba y terminaba dándole al grupo una identidad muy particular”.
Y a la hora de componer las letras, ¿cómo lo hacían? ¿Qué referentes tenían?
“En la UPB tuvimos profesores que nos enseñaron técnicas de composición creativas muy interesantes, como los cadáveres exquisitos, donde una obra se construye entre todos sus integrantes; o el cut-up, que consistía en recortar fragmentos de libros, luego tapábamos lo escrito y otra persona añadía su parte sin saber qué había antes. Después abríamos la hoja y nos encontrábamos con una especia de poema construido colectivamente.
También teníamos una fuerte herencia nadaísta, con influencia de autores como Jaime Jaramillo Escobar, Eduardo Escobar y Gonzalo Arango, que nos llegaban a través de nuestros padres, profesores y amigos. Todo eso se mezclaba y terminaba siendo una especie de melcocha creativa que alimentaba nuestras letras”.
Ustedes logran grabar El Pez, su primer disco, gracias a que ganan el concurso Vértigo, que se transmitía por Teleantioquia...
“Realmente no nos ganamos el derecho a grabar, porque, al fin y al cabo, teníamos a Estudios El Pez para hacerlo. Lo que nos dio el concurso fue la posibilidad de prensar el disco y distribuirlo. Y aunque el tiraje fue apenas de unos cien CD, fue algo muy meritorio, porque en esa época sacar un CD no era nada fácil. De hecho, muchas bandas aún lanzaban sencillos en acetato. Creo que fuimos de los primeros grupos en la ciudad en publicar en este formato de manera independiente, sin pertenecer a ninguna casa disquera”.
Por aquella época, Medellín estaba saliendo de momentos difíciles, cargados de años de una violencia que parecía no acabar. Muchos artistas, especialmente músicos de rock, punk y metal, fueron estigmatizados, satanizados y, en algunos casos, perseguidos. ¿El Pez también sintió en algún momento esa presión?
“Por fortuna no. Justamente coincidimos con el momento en que la ciudad empezaba a superar esa violencia que venía desde mediados de los ochenta y que marcó con fuerza los fines de esa época y los inicios de los noventa. Esa fue, en esencia, la época que dio origen al boom del metal y del punk en Medellín. Para cuando nosotros surgimos, la ciudad estaba en un proceso de transformación: no solo estábamos superando todo aquello que tanto daño nos había hecho, sino también reencontrándonos, lejos de la confrontación y la violencia, con esas tribus urbanas que transitaban entre lo metalero, lo punkero y lo new wave, uniendo todas esas vertientes alrededor del rock. Así que no fuimos perseguidos, pero sí hubo señalamientos, especialmente por el consumo de drogas, que era una etiqueta fácil de colgarle a cualquier músico en ese entonces”.
Tato, ¿por qué decide irse de El Pez justo cuando se aproximaba el mejor momento comercial de la agrupación, que sería la publicación de Eléctrico y doméstico?
“Por llevar un radicalismo pendejo, sin sentido, porque en ese momento no veía la vida como la veo ahora. Aunque, en su momento, lo sentí como algo honesto, porque el rumbo que estaba tomando la banda iba en contra de mis convicciones. Digo ‘radicalismo’, porque no tenía hambre comercial, no lo necesitaba. La gota que rebosó la copa fue cuando nuestro mánager, Mauricio Mosquera, nos pidió que incluyéramos Y yo no bailo, una canción original de Menudo. Me opuse rotundamente a grabarla. Viéndolo hoy, fue un error de mi parte.
Por suerte para la banda, Mego toma el liderazgo y lleva a muy buen puerto Eléctrico y doméstico, el trabajo más exitoso del grupo. El disco fue comprado por Discos Fuentes y grabado allí mismo, incluyendo el video de Y yo no bailo, dirigido por Edison López”.
En Eléctrico y doméstico hay canciones muy significativas, como Día perfecto, El presidente grita en el balcón ¡Viva Colombia! como si estuviera loco, Cadáver exquisito, Infusión, las cuales habían sido grabadas previamente en el álbum debut, El Pez. Eso hace que, de alguna forma, su presencia creativa siga viva en la banda, pese a su salida...
“Esas canciones fueron regrabadas y reeditadas para Eléctrico y doméstico. La primera versión de Día perfecto fue grabada en los estudios Promix, de César Bohórquez, que fue el primer estudio en Medellín con Pro Tools, un software de producción de audio digital que marcó una gran diferencia. Estábamos a la vanguardia. Para la segunda versión, ya yo había salido de la banda, peo acepté la invitación que me hicieron para volver a cantarla.
Infusión, por su parte, fue un aporte completo de ‘Pat’ —en letra y música— y su primera contribución al grupo. Él es también al autor de Superdotado, que se convirtió en un éxito rotundo, llegó al número 1 en emisoras. Curiosamente, al principio no queríamos incluirla: no nos convencía, nos parecía demasiado punkera. Y terminó siendo un himno de El Pez, la pedían en todos los conciertos.
El presidente grita en el balcón ¡Viva Colombia! como si estuviera loco es una canción que viene desde los tiempos de Simón y su Estúpido Pez. Nació en la finca de Adriana Jiménez, una amiga en común de Mego y mía, y está inspirada en poemas nadaístas”.
Finalizada su etapa en El Pez, usted emprende un proyecto que hoy podría considerarse de culto, que tuvo muy buena acogida en la ciudad: Cajamalva. ¿Qué caracterizaba a esta agrupación?
“Cajamalva fue un proyecto que quise mucho, porque me permitió explorar nuevas sonoridades. Fusionábamos géneros como indie rock y shoegaze, pero también incorporamos ritmos autóctonos que le deban mucha identidad a la banda.
Los primeros demos fueron producidos por Mego y Jorge Ceballos, con quienes tenía una conexión creativa muy fuerte. Luego, la producción pasó a manos de Andy García, bajista de Ekhymosis, quien no solo se encargó del bajo, sino que también ofició como productor del álbum doble Katarsis ’99 en vivo, Vol. 1 y 2, que grabamos en El Callejón del Gato, cerca al Éxito de Colombia”.
Y estaban teniendo tan buena acogida, que un día los llaman para grabar una canción para un álbum tributo a The Cure...
“Claro. Eso fue en el año 2000. No recuerdo exactamente de quiénes fue la idea de hacer ese tributo, pero la intención era que participaran las principales bandas de rock del país. Lamentablemente, el proyecto nunca vio la luz. Sin embargo, nosotros alcanzamos a grabar Si Pudiera (Pictures of You), en Ultrasónico, el estudio de Édgar Roldan. En la producción nos acompañaron Juan Carlos Coronado y el mismo Édgar. Andy, por su parte, propuso fusionar la canción con ritmos autóctonos, para acercarla más a un sonido colombiano. La idea era lograr algo similar, conceptualmente, a lo que hacía Puya, una banda puertorriqueña que fusionaba metal con salsa. Queríamos que se sintiera ese contraste entre lo pop de The Cure y el sonido propio de nuestras raíces”.
Después vino la propuesta de Teleantioquia de grabar el Himno Antioqueño...
“Claro, eso fue en 2002, y lo hicimos en ritmo de bambuco. Los arreglos y la música original del Himno Antioqueño son muy bellos, pero sentíamos que no conectaban del todo con la esencia tradicional de los antioqueños. Por eso optamos por hacer una versión con más identidad regional, más cercana a nuestras raíces. Y fue un acierto, porque tuvo muy buena acogida, sobre todo entre las nuevas generaciones. Fue muy significativo para nosotros, porque también era una forma de rendir homenaje a Epifanio Mejía, su compositor, a quien considero el mejor poeta que ha dado Antioquia”.
Pero, un año antes, en 2001, ustedes habían producido La gallina del billete, un proyecto inspirado en la gallina de la marca Knorr...
“Sí, y el nombre del trabajo viene precisamente de ahí. Resulta que Knorr era uno de los patrocinadores de los conciertos que se hacían en el teatro Carlos Vieco. Nos llamó mucho la atención ver las gallinitas invitando a los conciertos de rock en un lugar tan emblemático para la escena alternativa de Medellín. Para ese trabajo, decidimos también modificar el nombre de la agrupación, y salimos como La Sonora Cajamalva, pues tenía más fusión, más son, más riqueza rítmica, más colombianidad”.
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Todo este proceso los llevó a tener un reconocimiento importante que derivó en que pudieran firmar un contrato con Universal Music...
“En 2002, Universal Music y Tower Records realizaron una convocatoria en la que buscaban banda o solista para grabar con ellos. Nos presentamos más de quinientos artistas del rock colombiano... y ganamos. Fue un momento muy especial. ¡Imagínese, grabar con Universal! Firmamos el contrato, empezamos a trabajar en la producción de las canciones, las grabamos y todo quedó listo para lo que sería el lanzamiento del álbum, pero esto nunca ocurrió. El disco se quedó en las bodegas de la compañía. Resulta que nosotros habíamos firmado únicamente para la producción del álbum, no para su distribución. Pensábamos que, al firmar, adquiríamos ambos derechos, pero no fue así. El disco terminó engavetado. Fue un golpe muy duro para la banda, que nos desmotivó mucho y empezó a generar grietas entre nosotros”.
No obstante, después de esto tienen la posibilidad de abrirle un concierto a Juanes...
“Abrir ese concierto también nos hizo mucho daño. Fue muy decepcionante. Hubo errores de parte mía, y de todos en general. Lo que debía ser un trampolín, una forma de recuperarnos de la frustración que nos dejó el episodio con Universal, terminó generando más desilusión. Ese día marcó el final de esa etapa con Cajamalva”.
¿Hay planes a futuro de una nueva etapa con Cajamalva?
“Sería muy interesante, no lo podemos descartar. Hemos intentado retomar la idea de un tercer Cajamalva, volver al ruedo, dinamizándolo un poco. Eso está en remojo todavía, pero las ganas y el cariño por el proyecto siguen ahí”.
Mientras tanto, seguirá trabajando en su proyecto solista...
“Por supuesto. Ahora ando componiendo y produciendo mi propia música, al que quiero darle el nombre de Tato Madrid, adoptando el apellido de mi madre. Cuando mi padre y mi hermana mueren, la familia se vuelve más Madrid que Restrepo. Es un pequeño homenaje para ella, quien, además tiene una gran vena artística, una voz muy bonita, y ha sido una gran inspiración para mí”.
¿O sea que su herencia musical y artística viene de ambos lados, pues su padre también fue músico?
“La cosa, incluso, va más allá: mi abuela paterna, Olga Correa de Greiff, cantaba y tocaba tiple y guitarra. Grabó varios álbumes junto a Ligia Mayo, la bolerista paisa que se hizo famosa a finales de los años cincuenta al interpretar Lejos de ti, del compositor puertorriqueño, Rafael Hernández. Su hijo Sergio, mi padre, también siguió ese camino: en los años sesenta sacó un trabajo con la agrupación Los Frenéticos, que tocaban twist, el cual fue grabado en Codiscos. Y hay otro nombre fundamental en ese árbol genealógico: León de Greiff, primo de mi abuela, uno de los poetas más importantes que ha tenido Colombia”.
Desde hace varios años usted también viene haciendo una apuesta por otra forma de expresión artística como es la pintura. ¿Cuál es el estilo que lo caracteriza en este campo?
“No tengo un estilo propiamente definido, pero en lo que pinto, trato de plasmar mi cosmogonía, mi propio universo. He explorado varios estilos, aunque el que más me ha gustado es el renacentista, pues desde muy niño me sentí atraído por la obra de Da Vinci; también me ha marcado el surrealismo, de Dalí, así como el cubismo y, más recientemente, el neoexpresionismo, especialmente el de Basquiat. Ahora estoy más enfocado en encontrarme a mí mismo a través del arte, en expresar mis emociones y mi forma de percibir el mundo. Busco crear una cosmogonía personal con sus personajes y símbolos, sin preocuparme tanto por seguir estilos y técnicas ajenas”.
¿Y ha pensado en la posibilidad de exhibir en el futuro próximo?
“Por supuesto. Todavía me encuentro en una etapa de producción, por eso no he entablado los contactos adecuados para exponer en una galería. Sin embargo, creo que ya cuento con el material suficiente como para aplicar a una exposición de arte”.