No es lo mismo sumergirse en el mar de Coveñas que en el de Necoclí: “Acá es una sensación diferente, la brisa, el color, lo tranquilo”, dice Alejandra Cardona, estudiante de 18 años y quien ayer disfrutó el océano de esta población de Urabá, a donde llegaron invitados por la Gobernación de Antioquia 120 jóvenes de distintos municipios.
Hace un calor intenso, superior a los 30 grados, pero a la vez sopla una brisa fuerte, fresca, que alborota los cabellos y refresca los rostros.
Los muchachos, todos de colectivos defensores del agua, disfrutan el mar mezclados con los nativos, entre ellos un grupo de madres cabezas de hogar que limpia la playa.
“Lo más sorprendente de acá es la tranquilidad y el paisaje, desde que uno llega es hermoso”, expresa Reinier Gutiérrez, compañero de Alejandra y ambos llegados de San Luis.
Kárem Arbeláez, de 17 años y de Vegachí, tiene su primer contacto con el mar de Urabá. Le parece otra cosa. “Es muy emocionante, por donde uno mira se ve la belleza”, dice.
El propósito al traerlos está cumplido: enamorarlos de Urabá, de su diversidad, sus bosques, su paisaje y su mar.
Abundancia y crisis
Elsa Julia Caicedo, una de las madres de Necoclí que asea la playa, asegura que “no hay territorio más tranquilo que Urabá”, y especialmente Necoclí, su pueblo.
Ella y otras 56 mujeres acaban de ser contratadas por Corpourabá para limpiar las playas, azotadas por miles de toneladas de sedimentos, en su mayoría troncos de madera, que llegan de los ríos y se asientan en la arena complicando el disfrute.
“Nos toca cada semana salir en convite, eso no es suficiente porque lo que viene es mucho, pero de algo sirve”, afirma Elsa. Angélica Barrera, coterránea y en la misma labor, cuenta que “esto es tan lindo, que una vez vino un ruso estrictamente a conocerlo”. Luego sonríe.
Al tiempo, en la sede de Corpourabá (Apartadó), en el marco del encuentro por la biodiversidad y la defensa del agua de Urabá, Clara Esperanza Osorio, subdirectora de Gestión y Manejo de Áreas Protegidas de Parques Nacionales Naturales de Colombia, expone sobre la importancia de las áreas protegidas.
“El principal objetivo de un área protegida es la conservación de la biodiversidad”, explica mientras un variopinto auditorio de estudiantes, educadores y líderes ambientales escucha atento.
Enfatiza en la importancia de armonizar esas áreas con actividades que contribuyen a la economía: minería, agricultura, turismo. “De ellas sale el agua que abastece a 25 millones de personas en Colombia”, recuerda. “El agua de Urabá es abundante, pero hay serias dificultades en calidad”, advierte Luz Ángela Peña, secretaria del Medio Ambiente de la Gobernación. La cita es para firmar un pacto por el agua, un pacto de vida, para hacer visible esa Urabá rica en biodiversidad, pero tan expuesta a las amenazas. Se trata de una búsqueda de soluciones.
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áreas protegidas tiene Colombia sobre
16 millones de hectáreas.