Las mejores películas del 2010

Diez buenas cintas de una cartelera pobre

Por: Oswaldo Osorio

Es irresistible hacer listas. También es caprichoso, porque nunca habrá dos listas iguales, y un poco inoficioso, pues solo sirven, si acaso, de referente para aquellos que están sintonizados con el gusto y los criterios de quien hace la lista. Este no fue un año particularmente bueno,  sobre todo si se tiene en cuenta que la lista está limitada a las cintas estrenadas en Colombia, o mejor, en Medellín, lo que reduce aún más las posibilidades. Y como se sabe, el noventa por ciento de nuestra cartelera viene de Hollywood y allí el cine por estos tiempos, más que nunca, anda alienado en una carrera de mega producciones, súper héroes y efectos digitales.
Quien quiera ver realmente lo mejor del año, debe echarle un vistazo a las selecciones oficiales de los principales festivales del mundo (Cannes, San Sebastían, Venecia, Berlín y Toronto), a las periferias del cine (China, Irán, Argentina…) y al cine independiente (al verdadero, no al que posa de serlo). Y lo más sorprendente es que casi todo este cine, que es invisible para la oferta comercial nacional, está al alcance de todos, ya sea con los distribuidores piratas de DVD o listos para descargar de la red. Solo hay que saber buscar.
1. Toy story 3. La película pionera de la animación en 3D que en su tercera entrega resulta casi perfecta en todos los aspectos. Una inteligente cinta que logró algo muy difícil: ser tan estimulante para el público infantil como para el adulto.
2. El origen. Ingeniosa historia que supo combinar el efectismo y vertiginosidad del cine de acción con una intrincada trama cargada de complejas implicaciones dramáticas y sicológicas.
3. El secreto de sus ojos. Una historia bien contada, personajes entrañables, un tono emotivo y un poco de todo en su trama.  Lo típico de las que ganan el Oscar a mejor película extranjera. Aún así, es una gran cinta.
4. El imaginario mundo del Doctor Parnasus. Terry Gilliam nunca defrauda. Otro relato suyo donde realidad y fantasía se confunden a partir de cargadas y delirantes imágenes, todo siempre para hablar de las grandezas y miserias del hombre.
5. Micmacs. Una fábula con conciencia social llena de encanto e imaginación. Una combinación de humor, emociones y magia visual, como es propio del universo de Jean –Pierre Jeunet.
6. La muerte del Che. La segunda parte de uno de los retratos más certeros y elaborados que el cine ha hecho sobre el célebre revolucionario. Lo que en la primera entrega fue idealización y gloria, en esta es desencanto e impotencia.
7. Gigante. Un filme tan simple como contundente. Cine del escaso Uruguay que le apuesta a contar, a partir de un realismo cotidiano, una bella historia de amor y soledad.
8. El vuelco del cangrejo. Cine colombiano de autor. Una película cerebralmente planteada, con un estilo propio y orgánico. Una cinta introspectiva y sin concesiones para con el espectador que busque relatos digeribles o mensajes explícitos.
9. Amor sin escalas. Agridulce visión de la vida de un hombre que parece tenerlo todo, contada de forma sutil y reveladora.
10. Solo un hombre. Estilizado drama sobre el dolor de un hombre por una gran pérdida. Todo en esta cinta es contenido y, a la vez, potente: las imágenes, los sentimientos y las ideas.

El XI Festival de Cine de Santa Fe de Antioquia

El cine de la Nueva Ola: La única revolución del cine

Por: Oswaldo Osorio

De todas las transformaciones o innovaciones que ha tenido el cine a lo largo de su historia, el único cambio de choque que no ha sido tecnológico sino que ha partido de la conciencia de la gente del cine para redireccionar la forma de hacerlo y concebirlo, es la política de autor, la cual se gestó en la crítica, pero que tuvo que ser materializada a partir de películas, y estas películas fueron las que, en su conjunto, recibieron el nombre de la Nueva Ola Francesa.
El XI Festival de Cine de Santa Fe de Antioquia, que se realizará entre el 8 y el 12 de diciembre, tiene como temática central este importante movimiento cinematográfico que se empezó a gestar a mediados del sigloXX. Para finales de los años cincuenta todo estaba dado para darle un golpe de estado al viejo régimen del cine francés: Las bases teóricas, la sistemática labor de agitación de la crítica, los referentes y modelos a seguir del cine nacional y extranjero, así como el ambiente general de una época inquieta por los cambios en la que la juventud empezaba a tomar el protagonismo que nunca había tenido.
Con todo a punto, solo faltaban las películas. Es así como una seguidilla de cintas, realizadas entre 1958 y 1961, se convierten en la base del movimiento, en la materialización del nuevo cine que revolucionó al viejo cine, a la industria, al lenguaje cinematográfico y al público. Algunas de ellas son El bello Sergio (Claude Chabrol), Los amantes (Louis Malle), Los 400 golpes (Francois Truffut), Sin aliento (Jean-Luc Godard), Hiroshima mon amour, (Alain Resnais), entre otras.
¿Qué tenían en común estos realizadores y películas? Todo y nada. Los unía su espíritu rebelde contra el viejo sistema y su hambrienta vocación de explorar las posibilidades expresivas, temáticas y narrativas del cine, liberándose de convenciones y academicismos. Pero por otro lado, los separaban sus universos individuales y sus obsesiones personales.

El cine rumiante

Por: Oswaldo Osorio

Todas las historias ya han sido contadas, eso se sabe. También se sabe que la industria del cine depende en buena medida de fórmulas y esquemas preestablecidos. Pero otra cosa es que el cine se copie a sí mismo, o a la televisión, poniendo en evidencia una probable crisis en el séptimo arte actual, al menos el que pretende ser comercial. Esto a propósito de tres películas que coincidieron en la cartelera reciente y que, por tener en común el hecho de ser productos reencauchados de la década del ochenta, es posible hacer algunas reflexiones sobre el asunto. Estas películas son Furia de titanes, Karate Kid y Los Magníficos.

De la primera, Furia de titanes, la razón para hacer el remake de la versión de Desmond Davis (1981) es los grandes avances logrados en los últimos años con la imagen digital, con la cual ya es posible crear cualquier cosa, desde espacios y objetos hasta personajes y criaturas. De manera que ya era posible perfeccionar los precarios efectos que tenía la versión original. Sin embargo, por este mismo motivo, la nueva versión confunde sus objetivos, y en lugar de concentrarse en construir sólidamente el relato mitológico, casi todo el énfasis lo pone en la espectacularidad del universo creado a partir de los efectos especiales y la imagen digital.

En cuanto a Karate Kid, se trata de un remake en todo el sentido de la palabra, es decir, son mínimas las modificaciones del original, realizado en 1984 (aunque hubo tres secuelas más y hasta una serie televisiva). El punto es que, sin que la película sea una obra maestra y ni siquiera con una historia o una idea significativas, veintiséis años después deciden repetirla tal cual, como si el público o el cine mismo no hubieran cambiado nada. Pero lo más preocupante del asunto, es que realmente los espectadores están premiando este refrito convirtiéndola en un éxito de taquilla.

Ahora, Los Magníficos fue una serie de televisión estrenada en 1983 que se prolongó por cinco temporadas. Su planteamiento era extremadamente simple, pues lo reducía todo a un relato de acción en el que se enfrentaban buenos contra malos. La película no cambia en nada esto, pero lo que sí hace es una puesta al día con el más raudo y espectacular cine de acción del momento, y si bien la trama parece más compleja que los ingenuos y repetitivos capítulos televisivos, en el fondo todo se reduce también al esquema de buenos y malos.

La historia del cine está llena de remakes, pero lo óptimo es que las nuevas versiones se hagan con el propósito de darle una vuelta de tuerca a la idea original y mejorarla, sin embargo, lo que estamos viendo con estos ejemplos es más bien un cine rumiante, consecuencia de una industria que está regurgitando los productos de hace veinte o treinta años y le está dando a masticar al público la misma cosa, apenas maquillada con las nuevas posibilidades tecnológicas o con la vertiginosidad del cine del momento, pero sin ningún atisbo de renovación. Pero como siempre, la industria solo tiene la mitad de la culpa, porque la otra mitad es del público, que parece no tener problema -aun más, lo exige- con que le den más de lo mismo.

Publicado el 5 de junio de 2010 en el periódico El Colombiano de Medellín.

50 Festival Internacional de Cine de Cartagena

Pálidas bodas de oro

Por: Oswaldo Osorio

Medio siglo de vida es un período muy significativo como para ser condescendientes con el festival más prestigioso del país. Es cierto que sigue siendo el principal punto de encuentro del cine nacional, también que su conjunción de actividades lo hace el más completo e importante y que en los últimos años ha mejorado sustancialmente, pero lo que deberían ser cincuenta años de experiencia acumulada no se vieron de forma cabal en esta última versión.

Son muy grandes sus dos principales problemas como para no empezar por ellos. El primero es la calidad de las proyecciones. Las películas son la razón de ser de un festival, pero el público que las vio y los cineastas que las mostraron muy pocas veces salieron satisfechos de las funciones. En la sala sede, el Teatro Heredia, su capacidad es limitada y, sobre todo, no es un lugar apto para proyectar cine iberoamericano, por las deficiencias de su sistema de sonido.

Mientras que en las salas de Cine Colombia, el festival nunca supervisó las funciones, a cargo, al parecer, de los peores proyeccionistas del país, pues sistemáticamente hubo problemas de sonido, enfoque, formato, cuadro y hasta una película fue proyectada de cabezas.

El segundo problema tiene que ver con la organización. Esperar el primer día tres horas por la escarapela de acreditación ya era un mal augurio. La queja permanente de muchos invitados especiales e internacionales fue la invisibilidad de los organizadores y la falta de acompañamiento por parte del festival. Pero en general se trata de una inexplicable discontinuidad con la experiencia del pasado, como si cada nueva versión fuera realizada por un equipo de trabajo diferente, repitiendo de forma sistemática los errores del pasado.

A pesar de las fallas en las proyecciones, lo mejor del festival, sin duda, fue el cine que se pudo ver. Parece una afirmación obvia, pero no lo es, porque hasta hace unos años la presencia de las películas en el festival no era garantía de su calidad. No obstante, en esta nueva versión pocas fueron las decepciones, tanto los títulos en competencia como las distintas muestras sostuvieron en general el nivel de un festival de calidad.

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Las mejores películas del 2009

Por: Oswaldo Osorio

Las listas casi siempre son necias y sólo son válidas si se toman como un ejercicio personal. Si acaso sirven de guía, pero únicamente para aquellos que confían en el criterio de quien la hace. Además, esta lista tiene el gran problema de estar limitada por el ínfimo número de estrenos que se hacen en el país (cifra aún más crítica fuera de Bogotá) y su pobreza en relación con todo el buen cine que se hace en el mundo.

Así por ejemplo, en el país no se estrenaron aún –y tal vez nunca se estrenarán- películas como El anticristo (Lars Von Trier), The Lovely Bones (Peter Jackson) Thirst (Park Chan-wook) o las últimas películas de Woody Allen, Martin Scorsese o Pedro Almodóvar. Sin contar el largísimo etcétera de cine independiente y “películas invisibles” que, si acaso, se conocerá gota a gota en los próximos años, gracias al laberíntico y azaroso mercado del DVD pirata, pero que se irá acumulando hasta hacerse inabarcable, mientras la cartelera nacional nos obliga a consumir cine casi siempre olvidable. Aún así, las siguientes fueron diez buenas recompensas por comprar una boleta de cine.

1. El Gran Torino (Clint Eastwood) La constatación de que este director con su cine clásico mantiene la elocuencia y contundencia para hablar de sus temas preferidos: la violencia, la muerte y su país.

2. El luchador (Darren Aronofsky) La visceral historia de un perdedor en decadencia, contada con la fuerza del realismo y apoyada en la sólida interpretación de un actor.

3. Vicky Cristina Barcelona (Woody Allen) Un director que no se cansa de hablarnos con lucidez de los matices del amor y las relaciones de pareja.

4. ¿Quién quiere ser millonario? (Danny Boyle) Una cinta “todo terreno” que, sin hacer grandes concesiones, resulta encantadora e ingeniosa para todo tipo de público.

5. Sector 9 (Neill Blom Kamps) Cine de ciencia ficción con la novedad de no parecerse a las fórmulas y clichés del cine de Hollywood, tanto en lo argumental como en lo visual.

6. Up (Pete Docter y Bob Peterson) Cine infantil inteligente e ingenioso que supo aprovechar las nuevas tecnologías de la animación y del sistema 3D digital.

7. Lake Tahoe (Fernando Eimbcke) Un austero y poético fresco sobre una población mejicana y el mudo duelo experimentado por sus protagonistas.

8. La zona (Rodrigo Plá) Un turbador relato que pone a andar con precisión la mecánica de violencia, prejuicios, corrupción y diferencias sociales que mueve el mundo actual.

9. Los viajes del viento (Ciro Guerra) Una de las producciones más profesionales y maduras de la historia del cine colombiano, que es capaz de plantear una odisea visual y emocional de gran fuerza y belleza.

10. Enemigos públicos (Michael Mann) El clasicismo del cine y la espontaneidad del realismo se mezclan insólitamente en esta cinta para hablar de un antihéroe y, a partir de él, comentar la historia y la mentalidad de los Estados Unidos.

Reglas de oro para una comedia de éxito

(Some like it hot / Una Eva y dos adanes, de Billy Wilder)

Por: Preston Sturges

Una chica bonita es mejor que una fea.

Una pierna, mejor que un brazo.

Un dormitorio, mejor que una sala de estar.

Una llegada, mejor que una partida.

Un nacimiento, mejor que una muerte.

Una persecución, mejor que una charla.

Un perro, mejor que un paisaje.

Un gatito, mejor que un perro.

Un bebé, mejor que un gatito.

Un beso, mejor que un bebé.

Y una buena caída, mejor que ninguna otra cosa.

La ética del cine

Una definición de pornomiseria

Por: Oswaldo Osorio

Una de las más famosas frases del cine es la que dice que un travelling –que es un movimiento de la cámara- es cuestión de moral (Jean-Luc Godard). Ella se refiere a que cuando un director mueve la cámara, ese movimiento puede tener unas implicaciones morales. Por ejemplo, ante la imagen de un hombre cruelmente asesinado, acercar o no la cámara hasta la mueca de muerte y dolor de su rostro, no es una decisión técnica sino moral. O también, la decisión de dejar un acto de tortura (sea en documental o ficción) unos largos y agónicos cinco minutos y sólo unos cuantos segundos, ésa también es una decisión ética.

En Colombia las decisiones de qué se muestra y cómo se muestra necesariamente pasan por consideraciones éticas, sobre todo cuando buena parte de las imágenes del cine y el audiovisual nacional tienen mucho que ver con su realidad violenta y marginal. De ahí es que proviene el concepto de pornomiseria, acuñado por Luis Ospina y Carlos Mayolo en su imprescindible  película Agarrando pueblo (1978).

Pero pornomiseria no es cualquier película que hable de violencia o marginalidad, pues el tema no es la única condición para que se considere como tal. El asunto definitivo que decide si una película es o no pornomiseria es el tratamiento que se le da a esos temas, la forma como el director los mira, es decir, su ética a la hora de abordarlo.

Es un gran error pensar que, por ejemplo, una película como La vendedora de rosas es pornomiseria. Hay que considerar la forma en que Víctor Gaviria es capaz de acercarse a ese universo marginal de las niñas de la calle y entenderlo, para luego darlo a conocer de una forma contundente pero no desprovista de poesía y hasta desvalida ternura.

El problema es cuando esa realidad es mirada desde el asombro o la indignación, y tratada de forma sensacionalista, sólo para impactar y llamar la atención, para asombrar al espectador de la misma forma en que el realizador en su ignorancia, en su papel de fisgón amarillista, se acercó a esa realidad. El ejemplo perfecto de esto es el documental La sierra (Margarita Martínez, Scott Dalton, 2005), que desde la primera imagen –un cadáver en un rastrojo con la cara llena de moscas mostrado en primer plano- ya nos damos cuenta de sus intenciones.

En lo que tiene que ver con la ética, el cine puede tratar cualquier tema. El asunto es que con las imágenes de cine, en especial con las de este país, tener presente que un travelling es cuestión de moral, es un asunto capital.

Convocatoria Primer Plano de Canal U

O la explotación de un gremio

Por: Iñigo Montoya

Si usted es un realizador y hace su corto de ficción o documental con todo el esfuerzo que sabemos se necesita; Trabaja durante meses, se gasta los ahorros, queda endeudado, incluso enemistado con algunas personas. No le puedo decir que no se preocupe, que recibirá su recompensa, porque no la recibirá. Al menos no de cuenta de Canal U, que le pedirá su trabajo que tanto le costó, lo emitirá y no le pagará ni un solo peso.

Es decir, Canal U quiere llenar su pálida parrilla de programación con el esfuerzo de los realizadores y sin que le cueste nada. Cuando les escribí preguntándoles si había la lógica remuneración, esto fue lo que respondieron: “El Canal Universitario no pagará por derechos de emisión, antes es una oportunidad para que los realizadores emitan sus programas y tengan un alcance de recepción más grande.”

¿De verdad creerán que su agónico canal, que desde hace tres años ya casi nadie ve, es una verdadera oportunidad para una “recepción más grande”? ¿Es posible que los realizadores crean que por tan poco a cambio deban renunciar al trabajo que tanto les costó y traicionar y degradar el mercado de su propio gremio?

Sé que el colectivo de realizadores de la corporación Dunav Kuzmanich, como un gesto de dignidad para con el oficio, se negó a que Teleantioquia pasara sus trabajos sin ninguna contraprestación económica, sólo por la “oportunidad” de que se vean los trabajos. Eso no es profesional ni justo. Así deberían pensar todos los realizadores y no regalar su trabajo, justamente, a esas entidades que son las que más los debería apoyar.

El eslogan de Canal U reza: Lo hacemos para vos. Ahora ya sabemos realmente a qué se refiere esa frase.

La industria y la cartelera de cine hoy

Cuando el cine crispeta no deja de dónde escoger

Por: Oswaldo Osorio

La pregunta-reproche más común que se le hace a los críticos de cine es que por qué casi nunca escriben de cine comercial. La respuesta es más simple: porque escribir de una sola de estas películas es escribir de muchas otras. Sólo bastaría con hacer una y, llegado el momento, ajustarla sólo un poco para la película de turno que tiene las mismas características. Por ejemplo, la posible crítica hecha para Transformers I casaría perfectamente con la que se necesitaría para Transformers II o una secuela de Godzilla, sin hacer demasiadas modificaciones.

La cusa de esta reflexión es porque a mitad y a fin de año ocurre siempre lo mismo, la cartelera reduce su oferta a dos o tres títulos que cubren el noventa por ciento de las salas y llega el momento en que no hay nada qué ver (ni de qué escribir). Son dos las razones principales de esta situación. La primera, que desde hace un par de décadas la industria del cine sabe que sólo se puede mover a golpe de superproducciones y taquillazos, por eso siempre están buscando la gran película que les dará la suerte y por eso todas aplican las mismas fórmulas. De ahí que cada año los estudios estén procurando su Titanic o su Hombre araña. No es gratuito que, de esas películas que hoy monopolizan la cartelera, cuatro de ellas sean segundas o terceras partes, es decir, más de lo mismo.

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Frente a frente, de John Avnet

El encuentro definitivo

Por: Iñigo Montoya

Desde que a finales de los años ochenta Al Pacino y Robert De Niro se consolidaron como los más destacados actores de Hollywood, toda la cinefilia quería verlos juntos en una película, frente a frente, y apenas se conformaba con haberlos visto en una misma película pero sin tener escenas juntos: El padrino II (1974). En 1995 esa misma cinefilia tuvo una probadita de ese encuentro: el diálogo de siete minutos que tienen de Fuego contra fuego, de Michael Mann.

Pero ahora, por fin, con esta película se materializa el duelo ideal de actores de Hollywood soñado por todos. Aunque más que duelo debería decirse “compadrazgo”, pues no son antagonistas ni la película está hecha para que haya realmente un duelo actoral con personajes cargados de gravedad y emociones.

Incluso es una lástima que no haya sido una película de mayor peso la que los reunió definitivamente, porque lo que tenemos aquí es un thriller policiaco de lo más convencional, y tanto lo es, que el antagonista es un asesino en serie. Que la cosa no es tan simple y al final sí hay un giro que alcanza a sorprender, pero de todas formas no es un thriller que pasará a la historia por su intensidad o su originalidad.

Es una película entretenida y bien hecha que sostiene la atención del espectador, pero una atención que recae, sobre todo, en la presencia de estas dos ya icónicas figuras de la Meca del cine. Además, la relación de camaradería y complicidad que establecen los personajes haría parecer que estos dos grandes actores que tanto estimamos y admiramos son amigos de verdad, y que entre rodajes pasan algunas tardes juntos en sus mansiones de la playa, hablando de lo podrida que está la industria y de sus comunes raíces italianas.