Los fantasmas de Scrooge, de Robert Zemeckis

El mismo cuento con distinta técnica

Por: Iñigo Montoya

Los dedos de manos y pies no alcanzan para contar las versiones cinematográficas que se han hecho del clásico libro de Charles Dickens. Tal vez sea por eso que otra versión más requería de una novedad que marcara la diferencia. En esta ocasión la técnica viene al rescate. La técnica, esa maravilla del cine que permite la creación sin límites, pero que también puede imponerse a sus inventores y desfigurar su humanidad o todo aquello humano que quieran expresar.

Desde sus dos anteriores películas (El expreso polar y Beowulf) Zemeckis anda embelesado con la técnica del motion-capture, que no es otra cosa la lógica del viejo rotoscopio adaptada a la era digital, es decir, grabar con una cámara a los actores y buena parte de la puesta en escena, para luego darles un acabado como si se tratara de imagen digital. Y para complementar, está en versión 3D (la de las gafas), que potencia aún más el valor del filme, pero por vía de la tecnología.

La cuestión es preguntarse si la película como una adaptación más de un conocido cuento se sostendría sola, o si únicamente resulta atractiva por la tecnología que la soporta, el motion-capture y el 3D. Si es así, entonces la verdadera esencia del cine se pierde por completo aquí, esto es, el arte de contar historias que nos trasmitan ideas y sentimientos, que nos emocionen y hablen honestamente de la naturaleza humana. El despliegue técnico y las decisiones estéticas no pueden ser razón suficiente para ver una película, menos para que siga existiendo el cine.

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