Marte necesita mamás, de Robert Zemeckis

Los fracasos de un director prometedor

Por: Íñigo Montoya



Hasta hace una década el nombre de Robert Zemeckis se perfilaba como el más prometedor de la industria de Hollywood. Se hablaba de él como el sucesor de Spielberg, por su capacidad de hacer películas de gran éxito, con historias bien contadas y una cierta calidad cinematográfica: la saga de Volver al Futuro, Quién engañó a Roger Rabbit, La muerte le sienta bien, Forrest Gump, Contacto, Náufrago, entre otras.

Sin embargo, en la última década, su empeño con la animación digital por vía de la técnica del capture motion (filma primero a los actores y luego los convierte en animación 3D), solo le ha significado unos irregulares resultados, tanto en la taquilla como en la calidad cinematográfica.

Ha hecho cuatro películas con esta técnica: El expreso polar, Beowulf, Los fantasmas de Scrooge y Marte necesita mamás. Esta última ha sido su mayor descalabro, sobre todo en lo comercial, pues las expectativas eran muy altas y la respuesta fue tan pobre que le cancelaron su próximo proyecto, una nueva versión del Submarino amarillo.

Y efectivamente, esta nueva cinta infantil si bien presenta un planteamiento argumental con cierta originalidad (un niño tiene que rescatar a su madre raptada por marcianos que la usan para criar a sus propios niños), termina siendo desarrollado de forma muy convencional y predecible, aunque sin llegar a ser tediosa o malograda.

Igualmente, la concepción visual es atractiva, pero todo el trabajo en que se ha puesto Zemeckis con su “nueva técnica” no se diferencia demasiado de las otras películas de animación, pues su ambición es lograr el mayor realismo posible en las expresiones y movimientos de los personajes, y si bien tiene mayores avances que la animación convencional, la diferencia no es suficiente como para que por sí sola ya tenga un atractivo superior a las demás.

No es que sea una mala película, al contrario, tiene todos los elementos de una bien lograda película infantil de animación, pero teniendo en cuenta las ambiciones, inversión y expectativas de la cinta, así como el nombre de su director, el hecho de que el resultado sea solo una película más del montón es lo que pone en evidencia su fracaso como producto industrial y cinematográfico.

Los fantasmas de Scrooge, de Robert Zemeckis

El mismo cuento con distinta técnica

Por: Iñigo Montoya

Los dedos de manos y pies no alcanzan para contar las versiones cinematográficas que se han hecho del clásico libro de Charles Dickens. Tal vez sea por eso que otra versión más requería de una novedad que marcara la diferencia. En esta ocasión la técnica viene al rescate. La técnica, esa maravilla del cine que permite la creación sin límites, pero que también puede imponerse a sus inventores y desfigurar su humanidad o todo aquello humano que quieran expresar.

Desde sus dos anteriores películas (El expreso polar y Beowulf) Zemeckis anda embelesado con la técnica del motion-capture, que no es otra cosa la lógica del viejo rotoscopio adaptada a la era digital, es decir, grabar con una cámara a los actores y buena parte de la puesta en escena, para luego darles un acabado como si se tratara de imagen digital. Y para complementar, está en versión 3D (la de las gafas), que potencia aún más el valor del filme, pero por vía de la tecnología.

La cuestión es preguntarse si la película como una adaptación más de un conocido cuento se sostendría sola, o si únicamente resulta atractiva por la tecnología que la soporta, el motion-capture y el 3D. Si es así, entonces la verdadera esencia del cine se pierde por completo aquí, esto es, el arte de contar historias que nos trasmitan ideas y sentimientos, que nos emocionen y hablen honestamente de la naturaleza humana. El despliegue técnico y las decisiones estéticas no pueden ser razón suficiente para ver una película, menos para que siga existiendo el cine.