8 minutos antes de morir, de Duncan Jones

La muerte y la muerte del Capitán Stevens

Por: Íñigo Montoya

Empiezo este comentario por una nota de farándula. El director de esta película es el hijo de David Bowie, también conocido cuando niño como Zowie Bowie. La anécdota tiene importancia porque, siendo el hijo de uno de los más importantes artistas desde hace cuatro décadas, algo de ello se le quedó de su padre, quien, según el mismo Duncan, lo obligaba de niño a leer dos horas al día.

El niño leía mucho literatura de ciencia ficción, Asimov principalmente. Por eso no es de extrañar que sus dos primeras películas pertenezcan a este género. La primera es una joya titulada Moon (2009), una cinta que carga con el espíritu (e incluso las homenajea) de películas como 2001: una odisea espacial y Blade Runner.

Esta segunda película está dentro de la lógica de viajes en el tiempo, pero con una importante variante relacionada con los umbrales de la muerte que le da una dimensión más compleja a la naturaleza del protagonista, quien no solo tiene que afrontar los conflictos que se desprenden de las paradojas temporales, sino que también tiene que lidiar con serios asuntos existenciales.

Pero a diferencia de su primera cinta, que es más un relato sobre la introspección de su protagonista, en esta esos conflictos internos están complementados por una trama de acción y suspenso, de manera que la película siempre mantiene un ritmo y una tensión constantes que la hacen siempre inesperada y entretenida.

Su final es lo menos convincente, pues sucumbió a la complacencia de un desenlace en el que todo el mundo, salvo los villanos por supuesto, termina bien. Y esto no es contar el final, porque la verdad es que son pocas las películas -y menos en Hollywood- que tienen la valentía de decidirse por finales sin complacencias, aunque el planteamiento y el desarrollo de la historia así lo exijan, como en este caso.