A Girl Walks Home Alone at Night, de Ana Lily Amirpour (2014)

Cuando pocas líneas hacen una gran obra

María Fernanda González

chica

Ópera prima de la directora Ana Lily Amirpour, la cual se suma a la lista de películas vampiresas, con un plus diferencial: es un western iraní. Aunque su guion es corto, las imágenes de la pantalla se encargan de dar vida a la trama, ofreciendo una experiencia sensorial envolvente. Con pocos personajes, Amirpour logra recrear una historia en la que el lenguaje corporal se encarga de informar a los espectadores sobre lo que está sucediendo en un barrio con influencias iraníes.

La historia se desarrolla en las calles desoladoras de Bad City, bajo un blanco y negro que evoca el film noir. Entre su marginalidad transcurre la vida de un niño, una prostituta, un drogadicto, su hijo (una versión iraní de James Dean), un traficante y un gato, quienes se relacionarán indirectamente por el accionar de una mujer vampiro. Dicho ser se encargará de impartir justicia por cuenta propia, liberando del yugo a quienes encuentra a su paso.

También nos presenta una historia de amor accidental que, aunque puede rozar el cliché de amor vampiro/humano, logra librarse de la ridiculez gracias a sus escases de diálogos y la crudeza de algunas imágenes. Esta película es recomendada para aquellos ojos curiosos de quienes gustamos en detallar los primeros planos, logrando hallar referentes culturales (de manera distorsionada) del pop y del cine de terror. Así como la música new wave que sale de los casetes y vinilos usados por los protagonistas. En definitiva, la obra supera la barrera del sonido e invita a perfeccionar el sentido de la vista entre escenas de luz y oscuridad.