Arràstrame al infierno, de Sam Raimi

De maldiciones y fluidos

Por: Iñigo Montoya

Si se promocionara esta película como la del director de la exitosa saga de El hombre araña, cualquiera creería que es una película más del horror convencional de Hollywood. Pero si se tiene en cuenta el tipo de cine con el que empezó su carrera este realizador norteamericano, las expectativas cambiarían de forma radical.

Y efectivamente, Raimi no decepciona con esta cinta que bebe de las viscosas fuentes del cine de horror de la serie B, ese cine que se hace con dos pesos y muchos litros de sangre, y que aún así, produce películas de culto que los fanáticos repiten una y otra vez. La opera prima de este director, The evil dead (1983) tiene todas estas características.

Con esta nueva película, Raimi vuelve a sus raíces, presentándonos una trepidante película de horror llena de dinamismo y cargada de todas esas emociones básicas pero efectivas del cine de horror de serie B: la tensión, el miedo, el susto efectista, la truculencia de la acción y lo repugnante de los fluidos y las mutilaciones.

La historia es tan simple como lo puede ser la idea de un personaje al que le cae una maldición y trata de librarse de ella. Pero es en la puesta en escena ingeniosa y con oficio que este director, aún a partir de los más conocidos recursos del género, consigue una película que sorprende y seguramente gustará a los fanáticos de este tipo de cine.

Pero hay que aclarar que no sólo es cine de horror, con el miedo y los sustos de todas las otras películas, además, para poder disfrutar y aguantar esta cinta, hay que tener un estómago fuerte, porque también puede ser una experiencia repugnante.