El juego de Ender, de Gavin Hood

El niño comandante

Por: Íñigo Montoya


Parece otra película de ciencia ficción bajo el esquema de la guerra de los mundos, es decir, la tierra luchando por su supervivencia contra alienígenas que se quieren apoderar del planeta y destruir la raza humana. Y bueno, en esencia este es su planteamiento argumental, pero se trata de una historia que intenta proponer mucho más que eso al poner el énfasis de su conflicto en las dudas y problemas de su protagonista.

Basada en un libro de Orson Scott Card, esta cinta propone como base e hilo conductor de todo el relato la construcción y evolución del personaje de Ender Wiggin, un adolescente que es reclutado por el ejército, dadas sus aptitudes y personalidad, como su gran esperanza para combatir la invasión alienígena.

De manera que las confrontaciones a lo largo de la película no son contra los extraterrestres (ni siquiera la final), sino contra los adversarios de Ender durante su entrenamiento y, más aún, contra los propios problemas de carácter e identidad que se le puedan presentar a este joven que es tratado como adulto.

Por esta razón, todo el relato divaga mucho por las casi melodramáticas situaciones que el protagonista tiene que afrontar contra sí mismo y contra su entorno, haciendo de la historia un asunto un tanto tedioso, porque esos conflictos no alcanzan a conectar mucho con el espectador, entre otras cosas, porque no es fácil identificarse con el protagonista.

Se trata de una película con una propuesta visual y reparto muy atractivos, y todo parece estar dado para hacer de ella una entretenida cinta de acción, aventura y ciencia ficción, pero al decidirse por los conflictos internos del protagonista, el contraste se hace evidente: todo ese escenario y situación dispuestos para la acción, se ven enfrentados a un drama adolescente expresado casi siempre con diálogos.

Y no es que esté pidiendo que todas las películas de ciencia ficción e invasiones alienígenas sean una explosión de acción y efectos especiales, pero sí que ese drama interno que proponían fuera más interesante para el espectador, o que por lo menos hubiera un mejor equilibrio entre la acción y la no acción.

Después de la tierra, de M. Night Shyamalan

El miedo no existe

Por: Oswaldo Osorio


Tal vez lo peor que le ha pasado al director M. Night Shyamalan es haber iniciado su carrera con unas películas impactantes y muy exitosas: El sexto sentido (1999), El protegido (2000), Señales (2002), La aldea (2004). Y es que desde entonces la crítica se ha ensañado contra casi cualquier cosa que haga, desde la bella fábula de La dama en el agua (2006), pasando por las más desdeñadas –El fin de los tiempos (2008) y El último maestro del aire (2010)–, hasta llegar a esta última cinta, que tampoco ha sido bien recibida.

Pero si se reflexiona sobre esta filmografía (exceptuando El último maestro del aire que hace parte de una serie), todas sus películas están hechas con los mismos elementos: historias envolventes y bien contadas, un gran sentido para crear y manejar el suspenso y el misterio, un concepto visual, aunque convencional, es inteligente y sugestivo, y de fondo una suerte de moraleja, esencialmente humanista, que por poco evidente y a veces compleja no parece tal.

Es probable que sea, justamente, Después de la tierra (After Earth, 2013) la película que tenga más simplificados dichos elementos. Esto tal vez se debe a que parte de un argumento del mismísimo Will Smith, estrella y productor de la cinta, y también porque se trata de una película de género, en este caso una mezcla de ciencia ficción y cine de aventuras. Sobre todo este último por lo general tiende a limitar sus historias a un esquema básico, como en este caso, que se trata solo de ir de un punto A hacia un punto B.

Una forma de verla es como esa película simple y prácticamente diseñada para el lucimiento del hijo de Will Smith, Jaden Smith, quien es el principal protagonista y, es cierto, no termina por convencer del todo. Pero también podría ser vista como lo que en esencia es: una historia de ciencia ficción y aventuras que cumple a cabalidad con su objetivo y, por lo tanto, resulta un filme bien hecho, atractivo visualmente y muy entretenido, un filme que sabe manejar las fortalezas de estos dos tipos de cine, como el ingenio en el diseño de producción y las alegorías de base futurista en el caso de la ciencia ficción, y los ritmos cambiantes del relato cuando combina las atmósferas de tensión con las escenas de acción, como es propio del cine de aventuras.

Pero si vamos más allá, por más que Shyamalan haya querido ser cómplice de Smith en beneficio del hijo de éste, el director de origen indio se sostiene en su ley y conserva su universo, pues en el fondo se trata de una fábula en la que un joven se hace hombre mientras atraviesa un desconocido mundo y es acechado por una bestia. En medio de esto, se desarrollan una serie de ideas y sentimientos como la culpa, la difícil relación entre padre e hijo, la pérdida de la inocencia y la dura misión de hacerle frente al miedo.

No se trata de una obra maestra, pero es que M. Night Shyamalan nunca le ha apuntado a eso. Sus películas se basan claramente en los dos principales objetivos del cine de Hollywood, esto es, emocionar y entretener. Lo que pasa es que, al parecer, muchos no han podido salir del gran impacto que les produjo el final de El sexto sentido y se resienten cuando este inteligente y honesto director no les da más de lo mismo.

Invasión del mundo: Batalla – Los Angeles

Bala, explosión, muerto, avance, más bala

Por: Íñigo Montoya

Es muy significativo, y también un poco sorprendente, que la película más taquillera del momento, tanto en Colombia como en Estados Unidos, sea una película extrema, es decir, una cinta que, al parecer, sería solo del gusto de una franja del público, la que gusta del cine de acción más simple y descerebrado.

Porque este filme de ciencia ficción no es otra cosa que un largo tiroteo de casi dos horas. Además, una historia, como suele suceder con el cine más comercial, muchas veces contada, desde El día de la independencia (Ememrich) hasta La guerra de los mundos (Spielberg): una invasión extraterrestre en la que no hay más interlocución con los alienígenas que la violencia y el deseo de exterminio total.

La cinta enfatiza su intención de ser contada solo desde este punto de vista, el de la acción y la violencia, cuando los protagonistas son todos soldados, apenas sazonados un poco con algunos civiles que solo están allí para hacerles más dura su labor.

La película cuenta, como es necesario por cuestiones de ritmo y atención del espectador, con algunas escenas de “descanso”, en las que con la delicadeza de un fusil plantean unas emociones y sentimientos, pero por lo demás, es todo plomo y destrucción mientras van de un punto A a un punto B, es decir, tal cual como un video juego.

A pesar de todo lo dicho, si el espectador no tiene un prejuicio serio por este tipo de cine, es una cinta que se deja ver, porque hay que reconocer que tiene su poder hipnótico en la medida en que sabe usar sus recursos para sostener la atención -y tensión- este simplísimo esquema: bala, explosión, muerto, avance, más bala

Skyline, de Colin Strause, Greg Strause

De la forma sin esencia

Por: Xtian Romero – cineparadumis.blogspot.com

Hace poco District 9 puso la bandera muy alto en el tándem de películas de extraterrestres con su novedosa propuesta y de nuevo la temática se puso de moda. Como espectador uno ya espera cintas de esta línea, que si bien no tienen que ser superiores a la ya citada, sí por lo menos sean entretenidas. El tráiler de Skyline promete, promete mucho, pero no es más que una trampa para enganchar espectadores  desprevenidos  para ir a  ver otra tonta película con un muy buen empaque.
De entrada lo único que se puede aplaudir es lo bien resulta visualmente. Unos muy buenos efectos especiales, unos muy buenos diseños de alienígenas y naves, un muy buen maquillaje, y unas muy buenas piruetas de acción, hacen que lo que se vea sea espectacular. Por ejemplo, la nave gigante en el cielo es una imagen hermosa, pero stop!, la cosa no pasa de ahí.
Al guion le hace falta algo importante, alma, porque está repleto de unos personajes tontos, mal interpretados, e inclusive, hasta irritantes, que no generan en ningún momento empatía. Sus diálogos son bastante pobres, y refuerzan más la estupidez de estos chicos adinerados y rebeldes viviendo una vida lujuriosa de rockstars, y sus intentos de dramatismo son facilones, ilógicos y hasta chocantes.
Los guionistas quisieron enfocarse en el drama de unos pocos intentando sobrevivir en medio de este contexto, sin importarles si el mundo se salva o no, primando más sus historias personales que la supuesta invasión, pero les quedó grande jugar a M. Night Shyamalan, que sin necesidad de contar con todos sus efectos, logra una historia impecable, profunda y hermosa en Señales.
Otro tonto producto para niños chiquitos apasionados de los videojuegos, seguro que disfrutarán todos los digitalismos visuales, pero bueno, no me canso de decirlo, repetirlo, y volverlo a decir, en el cine, lo que debería importar es la esencia, no la forma.

Sector 9, de Neill Blomkamp

Pobres extraterrestres

Por: Oswaldo Osorio

Es extraño ver una película de ciencia ficción -y con elementos del cine de acción- sin el acabado visual de Hollywood, sin sus odiosos y predecibles giros, sin sus héroes arquetípicos y sin sus gloriosos finales que dejan contenta a la gran mayoría de espectadores. Este director sudafricano, en cambio, lo que presenta es una cinta con una interesante y original premisa, así como una serie de recursos visuales tan impactantes como inéditos en el cine más comercial y una refrescante forma de concebir el género de ciencia ficción, que en esta época de sobreexplotación de los efectos visuales ya está oliendo rancio.

La premisa en cuestión propone que más de un millón de alienígenas quedan varados en la tierra y terminan convirtiéndose en una población marginal entre los humanos y luego en un problema social y de salud pública (aunque la película nunca explica por qué son medio tontos ni por qué no usan su tecnología). De esto se podría desprender toda una serie de reflexiones de tipo sociológico y político, que sin duda pueden tener relación con esta historia, pero que tampoco se debe sobredimensionar, porque es claro que no es el objetivo principal de la cinta.

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El cine de culto

Tim Curry en The rocky horror picture showEntre la carencia y el exceso

Por: Oswaldo Osorio

Si hay una película que de lo mala resulta fascinante, otra que casi nadie vio el día de su estreno y ahora la estudian en las universidades o una más que excede todos los límites de la cordura, el mal gusto o la desmesura, eso es cine de culto.

Pero habría que precisar que la condición de su existencia está dada por los “cultistas”, un raro tipo de cinéfilo a quien no sólo le apasiona el cine como arte o como experiencia emocional, sino también como icono visual susceptible de ser adorado, celebrado y mitificado.

The rocky horror picture show (Jim Sharman, 1975) es una exuberante historia de rock y horror (blando) protagonizada por el Dr. Frank N. Furter, un científico loco travesti de otro planeta. Se trata de uno de los ejemplos más populares y representativos del cine de culto: por sus excesos, porque se sale de todo molde conocido hasta entonces y porque sus proyecciones a media noche en las salas de arte han sido una literal celebración del rito del cine en general y de las imágenes y la música de esta película en particular, pues los asistentes no se conforman sólo con verla, sino que también se visten como sus personajes, asumen roles y cantan y bailan al unísono con las imágenes de la pantalla. Este ritual se puede repetir a la semana siguiente o al mes siguiente y así desde hace un cuarto de siglo.

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