Dos películas colombianas

Amalia y El Piedra

Oswaldo Osorio

amnhjke

La diversidad del cine nacional está representada en dos películas que coinciden en la cartelera pero que son opuestas en muchos de los aspectos que las definen: Amalia, de Ana Sofía Osorio, y El piedra, de Rafael Martínez. La primera es una historia de mujeres, se desarrolla en Bogotá (aunque con producción caleña), de bajo presupuesto y precisa en su puesta en escena; mientras la otra es una historia de hombres, en Cartagena, con un presupuesto que se refleja en su buena factura, pero con titubeos en su guion y actuaciones. Continuar leyendo

La leyenda: La historia del verdadero Rocky, de Philippe Falardeau

Érase un pobre sangrador

Oswaldo Osorio

THE BLEEDER

El boxeo es el deporte más frecuente en el cine y la saga de Rocky es la más popular de la industria (otra cosa es que la cinefilia prefiera a Toro salvaje). Por eso esta nueva obra es un referente importante para este tipo de películas y está llena de sentido por fuera de lo que cuenta entre su título y los créditos. Es una vuelta de tuerca a esa historia de Rocky que empezó en la vida real, se volvió cine y luego continuó en la realidad, para terminar de nuevo como película, es decir, otro ejemplo de ese doble espejo reflejándose ya habitual en la historia del cine.

El director canadiense Philippe Falardeau (Profesor Lazhar, 2011) cuenta la historia de Chuck Wepner, ese boxeador de segunda en el que se inspiró Silvester Stallone para escribir Rocky (1976). Y como ocurre en la mayoría de películas sobre este deporte –probablemente por eso es el predilecto del cine- su historia tiene que ver menos con los combates en el ring que con el drama personal de un hombre carismático pero lleno de defectos y con una vida marcada por los altibajos.

La supervivencia económica, la irresponsable actitud para con su familia, los delirios de fama y los vicios son una carga muy pesada para un deportista que debería concentrarse en su carrera. Y justo en el contrapunto entre estos dos aspectos, esto es, el peso de la vida y el éxito en el deporte, es en lo que se marca la diferencia entre lo que le interesa contar a una película que. Como Rocky, pretende complacer a un público amplio (y de paso ganarse tres de los principales Oscar de ese año) y otra que busca explorar las posibilidades dramáticas de un personaje sin hacer concesiones edificantes.

Sin que necesariamente esto signifique denostar la película de Stallone, porque efectivamente tiene sus virtudes en el retrato que hace de este boxeador mediocre, también hay que tener en cuenta que es un retrato definido por la corrección política, la idealización de una victoria pírrica y la conveniencia de terminar la historia en uno de los picos emocionales de la vida de este boxeador.

Falardeau, en cambio, desplaza el deporte a un segundo plano, no maquilla la ambigua moral del protagonista y lleva su historia hasta las últimas consecuencias. Con esto consigue un personaje más dimensionado, lleno de contradicciones y por el que se sufre honestamente, más allá de las victorias que pueda o no tener en el ring. Así mismo, continuar el relato después del célebre combate con Mohamed Ali, traslada el conflicto de la emoción fácil que produce una contienda de boxeo al cuadrilátero de la vida, del resto de la vida, donde el amor, la familia y la supervivencia son más importantes que un cinturón de campeón.

La leyenda: La historia del verdadero Rocky (The Bleeder, 2016) es, además, un bello ejercicio de hacer que el cine se parezca al viejo cine (el de celuloide), esto debido a la ambientación de época, los años setenta, y al constante uso de imágenes de archivo. Por eso es una película que transporta a otro tiempo y a la piel misma de un hombre que inspiró toda una saga cinematográfica, y ahora inspira una nueva película que le dibuja sus facciones de cerca, como un hombre y un boxeador más real y complejo, sin la edulcoración de Hollywood.

 

El ganador, de David O. Russell

Lo que más pesa en el ring es la familia

Por: Oswaldo Osorio

El boxeo es el deporte más recurrente en el cine. Esto se debe, seguramente, a que es el más intenso y dramático visualmente, por la cercanía de los contendientes, el mutuo e implacable castigo y el constante movimiento. Además, por su naturaleza violenta, quienes lo practican suelen dar lugar a personajes con sustanciales posibilidades argumentales y dramáticas: precariedad económica, personalidades fuertes y un medio hostil que los amenaza constantemente.
Esta película tiene todo eso y, en realidad, en lo esencial no se diferencia mucho de la mayoría de películas con este tema. Porque es una cinta que no se aparta demasiado de ese esquema general que siempre se impone en estos casos, esto es, que a medida que el protagonista, en medio de altibajos, avanza hacia el triunfo en el mundo del boxeo, se intensifica el drama emocional que puede significar la victoria o la derrota.
La diferencia siempre está, naturalmente, en las variaciones que se le introducen al esquema, y la variación que propone esta cinta es lo que en cierta forma la saca del montón. Esta historia, en cuanto a la carrera por el título, se ciñe al esquema, pero el drama emocional está potenciado por la relación del boxeador con su familia, en especial con su problemática madre, que hace de manejadora, y su hermano adicto, quien lo entrena.
Así que el gran conflicto de este filme no es tanto si gana el título, sino si lo puede obtener a pesar de su familia. Y aquí es donde se imponen las personalidades de la madre y el hermano, quienes están auspiciados por un grotesco pero fascinante coro de hermanas que redondea el caos de esta familia disfuncional, la verdadera antagonista contra la que tiene que luchar el protagonista.
Dándole forma a ese doble conflicto, el profesional como boxeador y el emocional frente a su familia, esta película consigue un relato sólido y bien medido, un drama realmente envolvente que si bien no presenta muchas novedades frente a lo que se conoce de este tipo de cine, los elementos recurrentes que la componen están planteados con precisión, por lo que resulta inevitable ser tocado por el drama de sus personajes.
Entre esos elementos conocidos está la gran “atracción” del filme, que es el personaje del hermano adicto (así como la interpretación de Christian Bale). Como siempre, los roles extremos resultan los más populares, porque son los que permiten un mayor lucimiento actoral y propician dramas más intensos, aunque muchas veces eso se preste para efectismos y manipulaciones emocionales. Ayuda un poco para no acusar al guionista de abusar de este recurso el hecho de saber que la historia est´a basada en un hecho real.
No obstante, no se debe reducir esta cinta solo a ello, que en últimas podría verse apenas como un fácil gancho emocional. Y es que, a pesar de todos sus convencionalismos, esta película consigue ser un producto muy completo, porque sus características pueden funcionar tanto para la vana fiesta de los premios Oscar, como para ver en ella un aporte a este tipo de temas en el cine y un relato que sabe construir un potente drama cinematográfico.