Zona de interés, de Jonathan Glazer

La banalidad del mal

Oswaldo Osorio

Es inevitable titular esta crítica con el concepto propuesto por Hannah Arendt luego de cubrir el juicio por genocidio a Adolf Eichmann, un funcionario nazi. La filósofa alemana de origen judío vio en él, no al despiadado asesino que juzgaban, sino a un simple burócrata que solo cumplía órdenes sin pensar en las consecuencias de sus actos. Se trata de un mal banal e irreflexivo que tal vez es mucho peor, porque está en un número mayor de personas que pertenecen a un brutal sistema, en este caso, el Nacional socialismo alemán durante la Segunda Guerra Mundial.

Un abultado número de películas han dado cuenta de este tipo de nazis, ya sea directa o indirectamente. La diferencia con Jonathan Glazer, quien se basó la novela de Martin Amis, es que su propósito principal con esta obra es ilustrar de manera descarnada y contundente este concepto. Para hacerlo, toma a la familia del comandante del mayor campo de exterminio de judíos, Auschwitz, se detiene en su cotidianidad, sigue sus conversaciones anodinas y recorre desenfadadamente los espacios de la casa y sus jardines.

La principal fuerza de la película, entonces, se encuentra en el dramático contraste que hay entre esa normalidad cotidiana de la casa, ese “espacio vital” del que se apropiaron en Polonia los nazis, con todo lo que ocurre fuera de cuadro al otro lado del muro en el campo de concentración, representado por las chimeneas siempre en actividad y una banda sonora plagada de gritos, disparos y lamentos. Mucho se ha hablado del exterminio judío por parte de los nazis, pero poco se conoce esa política de expansión y exterminio del imperio alemán sobre Europa del este, que incluso precede a Hitler, pero que este la continuó y acentuó.

Rudolf Höss, el protagonista de esta historia, tiene mucho en común con Eichmann, pero su complemento dramatúrgico es su esposa Hedwig, a quien sigue buena parte del tiempo la cámara y quien resulta aún más elocuente en reflejar esa banalidad del mal, pues su falta de contacto con el campo de exterminio y su entendimiento de lo que allí se hacía la convierte en la mejor representación de esa maldad libre de conciencia, en la mejor muestra de esa casi absurda separación moral que hacen entre su vida y lo que ocurría detrás del muro. Su madre, en cambio, no lo pudo soportar.

En medio de esa contradictoria vida de normalidad que Glazer sabe construir con su mirada, su punto de vista y ese espacio soleado y lleno de flores que habita esta familia, no olvida insertar esos momentos anómalos y turbadores que se le conocen de su obra, en especial en algunos videos musicales y en su anterior película, Under the Skin (2013): La inquietante pantalla negra inicial, los contrastes y golpes de la banda sonora, las misteriosas escenas en negativo o ese final documental que muestra el museo de Auschwitz en la actualidad y que recuerda a la impactante Noche y niebla (Alain Resnais, 1956).

Zona de interés (The Zone of Interest, 2023) es lo normal y cotidiano navegando tranquilamente en medio del horror y la muerte, es la evidencia de que la naturaleza humana es capaz de lo peor sin siquiera ser consciente de ello, y transmitiendo esto al espectador esta película lo hace de manera inteligente y eficaz.

Holocausto: dos miradas sin novedad

Holocausto: dos miradas sin novedad

Por: Oswaldo Osorio


Por estos días coinciden en la cartelera dos películas sobre el holocausto, Mis recuerdos de Ana y La redada. Ambas tienen en común el tratamiento sensiblero del tema y los forzados giros argumentales. La primera es italiana (con un artificial doblaje en inglés) y la segunda francesa, y son también dos ejemplos de ese cine que no es capaz de decir nada nuevo sobre un tema que ya ha sido muy trasegado.

Mis recuerdos de Ana (Memories of Anne Frank), de Alberto Negrin, retoma el personaje de Ana Frank, tantas veces recreado por el cine y la televisión, pero no se centra en lo importante del personaje, esto es, los más de dos años que estuvo oculta en un ático y que son relatados en su célebre diario, sino que esta historia se aventura a especular sobre su destino y el de su familia en los campos de concentración.

Por eso toda la película es una sucesión de lugares comunes vistos en incontables películas: la crueldad de los nazis, pero aquí dibujados con burdas muecas de maldad; la separación de las familias entre gritos, con una excesiva banda sonora de Ennio Morricone puesta al servicio de la redundancia dramática; el hambre, la convivencia con la muerte, etc. Y cuando se propone ser reflexiva, lo hace torpemente con artificiales episodios, como el examen que le hace el rabino al estudiante de la SS.

De otro lado, La redada (La rafle), de Rose Bosch, parece querer decir algo distinto porque presenta dos variaciones importantes: la primera, es que se trata de los judíos en París, y la segunda, que el relato se centra en los niños. Sin embargo, el protagonismo de los niños solo es el vehículo para forzar las situaciones dramáticas y sentimentales, así como para repetir el disco rayado de la crueldad de los nazis y el miedo cómplice del resto de la sociedad.

También está la reiterada idea del médico y la enfermera que se convierten en el sustento físico y moral del grupo de judíos. Pero en definitiva es una cinta que no ofrece ninguna vuelta de turca sobre el tema, ningún personaje significativo ni una idea que no suene repetida. Concesiones al público sí hay muchas, algo que es muy fácil de conseguir con el ternurismo explotado de una historia con niños.

Hay a quienes los exaspera la insistida referencia a ciertos temas en el cine, como la dictadura argentina, el conflicto en Colombia, la guerra civil en España o el holocausto mismo. No se dan cuenta de que son tópicos que, por su importancia histórica y el fuerte drama humano que conllevan, le permite al cine seguir reflexionando con grandes palabras sobre la condición humana en el contexto de un importante momento histórico.

No obstante, para contar lo ya contado y no repetirse, es necesario proponer una perspectiva distinta o proporcionar elementos diferentes, así lo demuestra, a propósito de estas dos películas, una corta lista de buenos títulos sobre el holocausto: La lista de Schindler (Steven Spielberg), La vida es bella (Roberto Begnini), Adam resucitado (Paul Schader), La decisión de Sophie (Alan J. Pakula), El triunfo del espíritu (Robert M. Young) o Juicio a Dios (Andy De Emmony).

Por eso, en estos casos, tal vez es mejor quedarse en casa viendo una buena película en video que morirse de tedio en una sala de cine.