La pasión de Gabriel, de Luis Alberto Restrepo

Pastor de ovejas negras

Por: Oswaldo Osorio

Si alguien como el padre Gabriel no puede salvar a Colombia, o por lo menos a uno de sus pueblitos, entonces las esperanzas de que este país solucione sus problemas son cada vez más ilegibles. Nuevamente la ficción en el cine colombiano retoma ciertas circunstancias de la realidad, hace su versión y reflexiona sobre la compleja red de causas y actores que intervienen en el conflicto nacional. Y nuevamente Luis Alberto Restrepo plantea, con lúcida sencillez, su mirada a esa guerra que se libra en los campos y sus devastadoras consecuencias para el país.

Ya lo había hecho en La primera noche (2003), su ópera prima, una película que, con descarnada elocuencia, ponía en evidencia el fuego cruzado en medio del cual viven los campesinos colombianos, así como la más nefasta de sus consecuencias, su desplazamiento hacia un oscuro futuro en las ciudades.

Con esta nueva película complementa este enunciado y mantiene el pesimismo sobre las trágicas salidas por las que siempre opta la problemática del país. Si en La primera noche el desamor fue el conflicto íntimo a partir del cual se articuló el otro conflicto más amplio, el armado, en esta otra película el conflicto íntimo que lo articula es el apasionamiento de un sacerdote por los distintos aspectos relacionados con su vida: apasionamiento ante la injusticia social, la corrupción política, la obtusidad de la iglesia y por el amor de una mujer.

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La milagrosa, de Rafa Lara

Las costuras de un secuestro

Por: Oswaldo Osorio

Los directores colombianos generalmente se han tomado la realidad del país muy en serio. El carácter conflictivo de ésta parece que así lo exige y por eso su tratamiento procura ser, en la mayoría de los casos, de tipo reflexivo, cuestionador o crítico, pero también interesado en comprender lo que pasa y hasta en proponer soluciones. Esto ocurre tal vez por lo mucho que duele esta realidad, por eso no hay ninguna película que haya usado ese conflicto, con toda su violencia, para explotar sus posibilidades como cine de acción. Hasta que llegó este mejicano y lo hizo.

Aunque pensándolo bien, ya otro mejicano había intentado colonizar este territorio de la misma forma: Emilio Maillé con Rosario Tijeras. Ya sea el secuestro en esta película de Rafa Lara o el sicariato en la de Maillé, la mirada foránea del conflicto es evidente, así como sus intenciones de capitalizarlo en sus aspectos más superficiales, forzando la naturalidad de argumentos y personajes, recurriendo al lugar común y al efectismo. En otras palabras, el conflicto colombiano para estos directores y sus cintas, son un medio, no un fin, el fin es el relato cargado de concesiones para ser visto y aceptado por un público que si más amplio mejor.

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