Piratas del Caribe 4, de Rob Marshall

La ventura con risa paga

Por: Íñigo Montoya


Desde los años veinte Hollywood está haciendo películas de piratas. Incluso con momentos de auge a finales de los cuarenta y mediados de los sesenta. Por eso, cuando apareció la primera entrega de esta saga en 2003, fue un encuentro con la nostalgia de ese cine que solo habíamos visto como viejas películas en televisión, y para ajustar, ahora lleno de la espectacularidad que proporcionan los efectos actuales.

Sin embargo, cuatro películas después, resulta inevitable la sensación de estar ante el mismo material, pero ya con los cansados recursos y salidas de las tres anteriores. Además, las películas de piratas ya están encasilladas de por sí en su propio subgénero, el cual pertenece a uno mayor, que es el cine de aventuras. De manera que entre tanto esquema conocido, el del género, el del subgénero y el de la saga, queda muy poco para la innovación y la sorpresa.

Es por eso que una película de estas no da para hacer una crítica de cine, es decir, para reflexionar sobre su narrativa, la construcción de personajes, sus planteamientos éticos o el desarrollo de sus temas. Ni siquiera para hablar de su concepción visual, que es la misma que le vemos a todas estas superproducciones de la última década. Entonces todo en esta cinta está hecho y dicho, ahondar en ello sería infructuoso o reiterativo.

Una última consideración. Hay una razón de peso por la que no me acaba de convencer la saga, en especial esta última. Y es que, como ya se dijo, las películas de piratas pertenecen al cine de aventuras, y en estos tiempos se mezcla, además, con el cine de acción. Pero para que el espectador pueda sentir la tensión de lo que le ocurre a los personajes en sus aventuras y en las secuencias de acción, es la gravedad del drama la que se debe imponer, no obstante, en esta cinta es la comedia, de manera que, si bien para muchos puede ser entretenida, el espectador nunca se toma en serio lo que le pasa a los héroes, y eso le quita fuerza a toda la trama.

En otras palabras, Jack Sparrow nunca parece estar en peligro, porque todo es medio en broma, medio jocoso. Además, se trata de chistes flojos o recurrentes. Justo el humor plano propio de los taquillazos de Hollywood. Eso le quita peso a la historia y a sus personajes, pero sobre todo, al otrora hostil y peligroso ambiente de los relatos de piratas, y desmerece el miedo y la tensión con que, por ejemplo, muchos vimos –en distintas adaptaciones- al joven y atribulado Jim Hawkins en La isla del tesoro ante la maldad del temible pirata Long John Silver. Eso sin contar la reflexión moral sobre la ambición que estaba de fondo en el gran relato de Robert Luois Stevenson.

Nine, una vida de pasión, de Rob Marshall

Un musical para Fellini

Por: Oswaldo Osorio

Los homenajes pueden terminar siendo emotivos gestos o pretensiosos remedos. Y es que ésta no es una película solamente, sino que también es un clásico del cine como referente, más la obra de un maestro de sueños y delirios de celuloide. Es por eso que esta cinta, dependiendo de cada espectador, inevitablemente se verá de dos formas distintas. Quienes conozcan la obra de Federico Fellini y su filme más celebrado por la crítica (Ocho y medio, 1963), podrán ver una cinta cargada de referencias y sentido cinéfilo; de otra parte, quienes no, verán un musical con un argumento tal vez un poco extraño, pero finalmente con el espíritu del espectáculo y hasta el optimismo propio de los musicales clásicos.

Aunque esta película no es exactamente un remake de aquel clásico, pero sólo por un tecnicismo, y es que está basada es en un exitoso musical que sí se inspiró en la película de Fellini. El musical fue creado por Arthur Kopit y Maury Yeston y se estrenó en 1982 con la aprobación del director italiano. Pero es improbable pensar que el director Rob Marshall no tuvo siempre presente el filme y la personalidad de Fellini al momento de hacer esta película, y eso es una de las cosas que inmediatamente se da cuenta quien conoce dichos referentes.

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