La magia negra hace parte del anillo de seguridad de los cabecillas y narcos del Clan del Golfo, que invocan sus conjuros y maldiciones para evitar ser capturados o asesinados por los enemigos.
Así lo pensaba Juan Larinson Castro Estupiñán, alias “Matamba”, uno de los principales socios de ese cartel criminal, quien murió este jueves 26 de mayo en un operativo de la Policía en Bolívar, Santander.
El prófugo, quien lideraba una organización conocida como la Cordillera Sur, prestaba servicios ilegales de narcotráfico, comercialización de armas y sicariato para el Clan, las disidencias de las Farc y carteles mexicanos.
Según fuentes cercanas a la operación, le tenía absoluta confianza a una hechicera del Pacífico nariñense, quien le recomendaba oraciones y ungüentos mágicos para protegerse de los peligros.
Cuando se acrecentó la persecución contra “Matamba”, luego de que se fugara de la cárcel La Picota (Bogotá) el pasado 18 de mayo, la señora huyó hacia Venezuela. Pero Castro necesitaba tanto de su consejo, que se arriesgó a enviarle emisarios y comunicarse con ella desde sus guaridas.
La DEA y la Policía colombiana interceptaron esos mensajes, y así le fueron cerrando el cerco al extraditable, hasta su ubicación definitiva en la finca del municipio de Bolívar.
“Matamba” y un escolta recibieron a los comandos de la Policía a balazos, incluso les arrojaron una granada, pero los uniformados fueron más certeros. Castro murió abaleado y el guardaespaldas escapó herido.
Los rezos no protegieron al cabecilla de una muerte atroz, como tampoco lo hicieron con otros miembros del Clan del Golfo que se refugiaban en la magia negra y la santería, y perecieron en operaciones de la Fuerza Pública.
Las garras del gavilán y el muñeco de pelos
Francisco Morelo Peñata (“Negro Sarley”) era uno de los que se encomendaba al cuidado de los espíritus del más allá, según los investigadores, y solía contratar santeras y tarotistas para que lo guiaran en sus misiones.
Los agentes que lo seguían se concentraron en identificar a esos místicos y, al igual que sucedió con “Matamba”, ellos sin saberlo terminaron llevando a las autoridades hasta él.
“Negro Sarley” era miembro del estado mayor del Clan del Golfo en su momento. Los comandos lo dieron de baja el 24 de abril de 2013, en un paraje rural del sector La Pita, en Turbo, Antioquia.
Otro caso de hechicería alrededor de estos personajes sucedió con Uldar Cardona Rueda (“Pablito”), quien era custodiado por un escolta experto en las cuestiones del más allá.
El guardaespaldas, cuyo nombre real desconocen las autoridades, cargaba siempre un muñequito hecho de ramas y pelos, con el que supuestamente se protegía a sí mismo y a su patrón.
El 2 de mayo de 2017 los Comandos de Operaciones Especiales de la Policía atacaron la finca en la que ambos estaban, en el corregimiento El Guadual, de Arboletes (Antioquia).
Se produjo una tremenda balacera, en la que el brujo escolta se interpuso entre los uniformados y “Pablito”, haciendo de escudo humano. Con la mano izquierda empuñaba el pequeño fetiche contra su pecho, mientras con la otra les disparaba.
Un suboficial de la Policía le respondía el fuego a menos de 20 metros de distancia, pero los proyectiles parecían desviarse por un campo de fuerza invisible, según les contó después a los compañeros.
Tuvo que rezar antes de seguir apretando el gatillo, cambió de proveedor y así logró dar de baja al escoltar siniestro y a su jefe.
A las mismas prácticas oscuras recurría Roberto Vargas Gutiérrez (“Gavilán”), quien llegó a ser el número del cartel.
El delincuente le cortó las garras a un gavilán y mandó a disecarlas. Hizo un collar con ellas y le pidió a una santera que lo rezara, para convertirlo en su talismán.
Siempre lo llevaba consigo y, según sus creencias, le sirvió para escapar de varios operativos de captura. Justamente en el intento número 12, tuvo que huir con tanta premura en una lancha, que perdió el amuleto en la ciénaga de Tumaradó, en la frontera de Chocó y Antioquia.
A los 20 días, el 31 de agosto de 2017, los comandos lo dieron de baja en un caserío de Turbo, conocido como Puerto Plata. Los balazos le entraron por el pecho, donde antes lucía las patas del ave rapaz.
Otro que padeció la misma suerte fue Luis Orlando Padierna Peña (“Inglaterra”), muerto en un enfrentamiento con la Fuerza Pública el 23 de noviembre de 2017, en una finca de Chinácota, Norte de Santander.
Según las pesquisas de la Fiscalía, este cabecilla se había mandado a hacer un “cerramiento” por parte de una bruja, un ritual que presuntamente lo hacía invulnerable a las balas y toda suerte de daños.
“Un informante nos contó que para poderlo matar, los comandos tenían que orinarse primero en sus armas”, señaló un fiscal que lo persiguió.