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El juego de aprender a crear

Además de ser una aventura les enseña a comunicar emociones, pensar y resolver problemas.

  • Ludoteka de Biblioteca de Belén. FOTO Hernán Vanegas
    Ludoteka de Biblioteca de Belén. FOTO Hernán Vanegas
11 de octubre de 2019
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Cuando jugamos, generalmente, lo hacemos con un propósito: llegar a la meta, ganar el partido o descubrir un personaje, pero en el camino aprendimos que la diversión también hace parte de la experiencia.

Al encuentro con el juego llegan como beneficios adicionales el aprendizaje y el desarrollo del sistema nervioso; así se consigue la maduración de las principales funciones cerebrales y de lo que conocemos como personalidad. Por eso, el juego en esta etapa es el principal cómplice de niños, maestros y papás. Sin embargo, no se trata de colmarlos de juguetes ni tener una agenda llena de actividades extracurriculares que saturen las jornadas del menor, se trata de elegir conscientemente esos elementos con los que va a jugar y de qué manera lo va a hacer.

Árbol que además es dragón

“Es importante dejar que los niños imaginen la historia y diseñen su propio juego”, afirma Cas Holman, una reconocida diseñadora de juguetes norteamericana que trabaja por potenciar la creatividad en los niños más pequeños en su capacidad de crear objetos, historias y situaciones. “El juguete ideal para un niño no es un juguete, sino un elemento que sea apropiado para el juego (...) La imaginación transforma un palo en una varita mágica, en una espada o en una herramienta para empujar una cosa o una piedra que se convierte en auto o ballena. Debido a que este tipo de objetos no vienen con una historia preestablecida cambian fácilmente, según las necesidades de los niños”, explica en un informe de Fast Company.

El juego también es necesario para la salud del niño. El 75 % del desarrollo cerebral ocurre después del nacimiento y este complementa ese desarrollo a través de la formación de conexiones entre las células nerviosas, lo que se traduce en habilidades motoras finas y gruesas. “Las primeras son acciones como sostener un crayón o un lápiz; las segundas les permiten saltar o correr”, afirma Ximena Pulido, profesional de las Ludotekas gestionadas por el Inder.

“Además, facilita el desarrollo y el fortalecimiento de habilidades para la vida como empatía, autoconocimiento, toma de decisiones, manejo de problemas, pensamiento creativo, manejo de tensión y tolerancia a la frustración”, añade Pulido.

Que el juego sea más intuitivo y sin necesidad de un resultado o ganancia especifica es el objetivo para que los niños comprendan que la carrera puede ser mucho más emocionante que llegar a la meta.

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