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“En la pandemia la violencia se ha incrementado”: Monseñor Henao

Habló del trabajo de la Iglesia en la defensa de comunidades afectadas por el conflicto en zonas apartadas.

  • Monseñor Héctor Fabio Henao es miembro del Comité Nacional de Paz, y hace parte de otras instancias en nombre de la iglesia católica. FOTO Sergio Acero, colprensa
    Monseñor Héctor Fabio Henao es miembro del Comité Nacional de Paz, y hace parte de otras instancias en nombre de la iglesia católica. FOTO Sergio Acero, colprensa
20 de marzo de 2021
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Monseñor Héctor Fabio Henao, director del Secretariado Nacional de Pastoral Social, vive en Bogotá. Desde allí trabaja, y a veces viaja a las distintas regiones en las que su equipo y él hacen trabajos comunitarios.

Dividieron sus labores en tres grandes áreas: ‘Democracia y Participación Ciudadana’, con la que hacen ejercicios de paz y reconciliación; la segunda está enfocada a la protección de líderes sociales y defensores de derechos humanos, y la tercera se llama ‘Tierra y Territorio’, línea que trabaja la defensa de los bosques.

Según, monseñor Henao, en muchas partes del país, la Iglesia Católica es la única institución presente en una comunidad, y es a ella a la que acuden las personas buscando auxilio.

Con los continuos desplazamientos, asesinatos y amenazas a líderes sociales y a poblaciones enteras, a distintas iglesias han llegado personas pidiendo ayuda. En diálogo con EL COLOMBIANO, monseñor Henao habló del trabajo hecho con líderes sociales y por el medio ambiente, de los obispos amenazados en distintas regiones del país, y de los niños en medio del conflicto.

¿De qué constan estas áreas de trabajo?

“La primera es muy transversal, busca que la reconciliación sea el eje en todas las acciones de Pastoral Social. La segunda está articulada con distintas organizaciones, y se basa en la autoprotección, que la hace la comunidad. Son una serie de mecanismos con los que la gente identifica cuáles son sus vulnerabilidades, hace un mapa de sus riesgos, y aprende a identificar de qué manera encontrar rutas para encaminar sus principales requerimientos.

Se trata de crear la ruta con la Defensoría y la Personería, se trata de ayudar a que se identifiquen los caminos para que las personas sepan tramitar ante las autoridades sus necesidades y aspiraciones.

Luego hay un proceso de más largo plazo que es cómo la comunidad hace un trabajo para que el Estado tenga una presencia integral. En cuanto al trabajo por el medio ambiente, hay 15 diócesis y vicariatos que están metidos muy de lleno en una reflexión a fondo sobre el tema de cómo proteger la Amazonía, la selva, cómo recuperar las condiciones de vida y sobre todo, cómo acompañar a las comunidades indígenas, campesinas y afros que hay en esa región. Sabemos que es un desafío muy grande porque Colombia ha vivido un proceso de deforestación muy fuerte”.

¿Qué comunidad se ha autoprotegido?

“Hay muchas comunidades con las que estamos haciendo este ejercicio. Estos planes de autoprotección no son para defenderse o suplantar a las autoridades, sino para aprender a dialogar ante las autoridades. Un caso es Buenaventura, donde la situación es supremamente compleja, allí se está haciendo un trabajo muy cuidadoso. Se ha visto cómo el obispo ha hecho un ejercicio muy grande de movilización, eso es fortalecer la autoprotección, y llamar la atención para que se responda a las necesidades de las comunidades”.

¿Y el Estado ha llegado o se ha vinculado en estos procesos?

“En general, pienso que hemos logrado un punto de encuentro importante con la Procuraduría General de la Nación y la Defensoría del Pueblo. Estamos trabajando muy de la mano y luego con las autoridades en el nivel territorial, con los alcaldes y delegados de organizaciones. En Buenaventura, la Defensoría, la Procuraduría y nosotros somos garantes del Paro de 2017. Nos reunimos como comisión, definimos un plan de seguimiento y estamos en diálogo con el Gobierno y distintas instancias para evaluar que sí se ejecuten los acuerdos que se pactaron”.

¿Cómo le ha ido con esta labor en plena pandemia?

“Entendemos que las comunidades están desesperadas en muchos casos. La pandemia ha afectado el desarrollo de muchas cosas, este impacto agravó las condiciones de pobreza. En las regiones más vulnerables, durante la pandemia la violencia se ha incrementado”.

Por amenazas, ¿algún sacerdote ha salido del territorio?

“Nosotros no abandonamos el territorio, porque la Iglesia no está como una institución externa, sino que la Iglesia hace parte del caminar de las comunidades, por lo tanto sus pastores no los abandonan”.

¿Qué piensa de la expresión de que los niños son “máquinas de guerra”?

“Los niños en cualquier caso no deben ser objeto ni de reclutamiento ni ser admitidos en grupos armados porque eso viola completamente el Derecho Internacional Humanitario. Los niños tienen el principio de protección. Hay que garantizar que ellos no sean víctimas de un ataque, o de combates. Reconocemos que los niños, cuando están un conflicto, son víctimas, porque se ha destruido su plan de vida y su dignidad”.

Otro tema es el medio ambiente, ¿cómo va en ello?

“Estamos haciendo un trabajo de concientización con las comunidades de la Amazonía sobre la necesidad de seguir protegiendo el medio ambiente, las cuencas hídricas, etc. Tenemos una articulación muy fuerte con comunidades indígenas, y estamos en diálogos con las autoridades”.

¿Está de acuerdo con la fumigación con glifosato?

“En el pasado esa herramienta motivó a que los cultivos ilícitos se desplazaran de unas zonas a otras. Aquí hay que hacer una intervención mucho más integral de parte del Estado, para garantizar la vida con dignidad de los campesinos”

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