Como alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez hizo de las redes sociales su trinchera y su vitrina. En muchos ciudadanos está el recuerdo de las persecuciones a ladrones, fleteros y sicarios que eran transmitidas como en un documental gringo. Gutiérrez hizo de la seguridad su bandera y, sabiendo que esta es una de las grandes preocupaciones de los paisas, allí se concentró mostrando mano dura contra la delincuencia.
El rédito fue que terminó como uno de los alcaldes con mejor imagen del país, el 85,8 por ciento de los habitantes tenían una imagen favorable.
Sin embargo, sus cifras en cuanto a homicidios no mejoraron mucho con respecto al último año de su antecesor Aníbal Gaviria, quien en 2015 entregó la administración con 496 asesinatos, un récord para entonces. Así, los cuatro años subsiguientes se ubicaron en las siguientes cifras: 544, 582, 634 y 592. Sin embargo, vistas las cifras en bloque, ese cuatrienio fue el de la tasa de homicidios —por cada 100.000 habitantes— más baja desde los años 70.
Pese a ese consolidado, varios líderes sociales de la ciudad se mostraron inconformes por la creciente anual de homicidios —para 2018 hubo 140 casos más con respecto a la cifra de Gaviria—. Sobre este tema, Medellín Como Vamos destacó que la tarea pendiente fue reducir el control territorial de grupos delincuenciales organizados “que se expresan en delitos como homicidios, extorsión y desplazamiento forzado intraurbano”.
Y, además, señaló que la deuda estuvo en “fortalecer la función de prevención a través de la inversión social y evaluar el impacto de los principales programas que promuevan la seguridad y la convivencia”.
Sin embargo, el alcalde argumentó que estaban “incomodando” la criminalidad del Valle de Aburrá y para comprobarlo terminó su mandato asegurando que se capturaron 161 cabecillas y 3.700 integrantes de estructuras criminales, entre ellos el temible Juan Carlos Mesa, alias Tom, proclamado cabecilla de la Oficina de Envigado.
Pero más allá de esos “positivos”, el hecho que más resuena desde entonces es la captura de su primer secretario de Seguridad, Gustavo Villegas. No se trató de un golpe menor, pues con un gabinete ampliamente joven e inexperto, Gutiérrez se quedó de repente sin su escudero más importante, el hombre que demostraba experiencia en el gabinete y que solía cargar con las decisiones más duras de la administración.
Villegas fue capturado por presuntas relaciones con grupos armados, pues la Fiscalía argumentó en un primer momento –con audios de Whatsapp fruto de interceptaciones, reuniones y testimonios de informantes– que estaba beneficiando a ciertos sectores criminales de la llamada Oficina y cuadrando entregas como supuestas capturas, además que pidió favores a criminales para liberar de extorsiones algunos carros de su empresa privada.
Al final, el caso terminó en un acuerdo por los delitos de omisión de denuncia y abuso de autoridad. Dicho escándalo nunca ha abandonado a Gutiérrez, quien en esta campaña ha sido interrogado varias veces por el mismo, pese a que él nunca fue responsabilizado por los actos de Villegas.
Por otro lado, los empresarios y las agremiaciones destacaron que hubo un incentivo tremendo para la creación de empresas. Por ejemplo, la Cámara de Comercio indicó que se crearon entre 25.000 y 29.000 empresas en la ciudad, con una tasa de sobrevivencia mejor que la de gobiernos anteriores, pasando muchas de un año de funcionamiento a tres y cinco.
En su momento, Jaime Echeverri, quien por entonces era vicepresidente de Planeación y Desarrollo de la Cámara de Comercio de Medellín, le dijo al diario El Tiempo: “¿Por qué ha mejorado? Por dos cosas: lo primero, es porque cada vez hay una mejor política de desarrollo empresarial, cada vez hay más mecanismos de financiación y más instituciones trabajando temas de fortalecimiento empresarial. Lo otro, es la inversión nueva en sociedades, que en promedio supera el billón de pesos anuales, cifra que se ha mantenido en el cuatrienio”.
Pese a ese oxígeno que recibieron las empresas, en esos años el desempleo no pudo bajar de los dos dígitos, en una deuda pendiente que no solo fue de la Alcaldía de Medellín, sino también del Gobierno Nacional.
Por otro lado, una de las obras que más causó polémica fue la construcción del corredor verde de la avenida oriental. Gutiérrez decidió demoler las pirámides que había construido Sergio Fajardo y que se habían convertido en un muladar; la obra costó más de 20 mil millones de pesos, con un problema mayúsculo: en el último año del gobierno fue intervenido para levantar estaciones de Metroplús. Al final, después de una denuncia ciudadana, la Contraloría no encontró detrimento.
Federico Gutiérrez, entre claros y oscuros –colectivos le reclamaron por el desmonte de la unidad de víctimas, el abandono de sectores de la cultura–, fue un alcalde que mantuvo el gobierno mancomunado en Medellín: incentivando las relaciones empresa, academia y estado. Tuvo enormes retos, como el estallido de la crisis de Hidroituango, la cual se administró de manera exitosa sin causarle daño a las comunidades; además, fue su gerente de EPM –Jorge Londoño– quien cuadró el pago del seguro de Mapfre