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Mujeres enseñan valores en la zona de guerra del Catatumbo

Tres policías son la punta de lanza de una estrategia comunitaria, en una región dominada por ilegales.

  • Las patrulleras recorren las calles de Tibú, con mensajes ecológicos y de prevención del delito. FOTO cortesía

    Las patrulleras recorren las calles de Tibú, con mensajes ecológicos y de prevención del delito.

    FOTO cortesía

  • De izquierda a derecha, las patrulleras María, Andrea y Érika, con los niños de Tibú. FOTO: CORTESÍA.
    De izquierda a derecha, las patrulleras María, Andrea y Érika, con los niños de Tibú. FOTO: CORTESÍA.
  • Las labores de las patrulleras han ayudado a mitigar algunos delitos relacionados con la convivencia, según la Policía. FOTO: CORTESÍA.
    Las labores de las patrulleras han ayudado a mitigar algunos delitos relacionados con la convivencia, según la Policía. FOTO: CORTESÍA.
03 de mayo de 2023
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Enseñar a cuidar el planeta, prevenir el consumo de drogas y denunciar el maltrato animal sería sencillo si no hubiera espías de la guerrilla respirándole en la nuca ni francotiradores apuntándole a la distancia. Aún así, la patrullera Érika Monroy asume el riesgo de presentar campañas comunitarias en el Catatumbo, una de las regiones más violentas de Colombia.

Ella es una de las tres mujeres policías que lideran las jornadas de prevención del delito en la zona, en el marco de una estrategia que pretende llegarle a la ciudadanía con “la cara amable de la Institución”, según el mayor Pablo Ocampo, jefe de Gestión Comunitaria del comando de Norte de Santander.

“Hace un mes comenzamos con esta idea, que ha tenido buenos resultados. Es una zona difícil, con mucha presencia de grupos armados ilegales, donde bastantes personas ven con malos ojos a la Fuerza Pública, pero ellas han logrado entrar gracias a su carisma”, dijo el oficial.

La punta de lanza son las patrulleras Andrea Beltrán, María Ibarra y Érika Monroy. EL COLOMBIANO conversó con esta última por vía telefónica, mientras ella hacía una cartelera para el Día del Niño en la base policial del municipio de Tibú.

“Es un lugar muy complejo, pero lo hago por vocación. Soy policía porque me gusta servirle a la comunidad, darlo todo de mí”, comentó la uniformada de 26 años.

De izquierda a derecha, las patrulleras María, Andrea y Érika, con los niños de Tibú. FOTO: CORTESÍA.
De izquierda a derecha, las patrulleras María, Andrea y Érika, con los niños de Tibú. FOTO: CORTESÍA.

Tierra de nadie

Norte de Santander, y en especial la subregión del Catatumbo, conforman una de las áreas más peligrosas del país desde los años 90.

Alberga 42.576 hectáreas de coca, según la ONU, y un sinnúmero de laboratorios de cocaína que se pelean la Segunda Marquetalia, el Estado Mayor Central, ELN, “los Pelusos”, Clan del Golfo y “el Tren de Aragua”. Es escenario de extorsiones, contrabando fronterizo, sicariato, campos minados, secuestros, narcotráfico, reclutamiento y desplazamientos forzados.

Y, aunque actualmente varios de esos grupos están en acercamientos de paz con el Gobierno, el conflicto armado sigue latente. Prueba de ello es la emboscada del ELN que dejó 10 militares muertos en el municipio de El Carmen, el pasado 29 de marzo; y el patrullaje de los guerrilleros el 1 de abril, en el corregimiento Versalles, de Tibú, cuando obligaron a los niños del lugar a posar con combatientes armados, cargando palos de escoba como si fueran fusiles.

“Yo vi esas fotos, fue muy impactante. Esos grupos armados tienen la capacidad de influenciar a la gente desde chiquita”, expresó Érika, frente a un tema que la tiene perpleja desde que llegó a Tibú: el reclutamiento de niños.

Las labores de las patrulleras han ayudado a mitigar algunos delitos relacionados con la convivencia, según la Policía. FOTO: CORTESÍA.
Las labores de las patrulleras han ayudado a mitigar algunos delitos relacionados con la convivencia, según la Policía. FOTO: CORTESÍA.

Vocación de servicio

Érika nació en Tunja, Boyacá, y lleva seis años en la Policía, de los cuales ya ajustó cinco trabajando en Norte de Santander, lejos de su familia.

En una zona plagada de campos minados, sicarios, insurgentes y narcos, ha forjado el carácter a punta de coraje. Patrulló cuadrantes en la Policía de Vigilancia y también participó en misiones con el Grupo de Operaciones Especiales (Goes).

Uno de los momentos más duros lo padeció el 9 de julio de 2022, en el municipio de Ocaña. Estaba con varios compañeros haciendo labores de control de establecimientos, cuando aparecieron tres matones del frente 33 de las disidencias de las Farc.

Se formó un tiroteo y resultó gravemente herido el subintendente José Leonardo Jaimes Fernández. “Yo estaba ahí cuando cayó el compañerito. Ayudé a quitarle el chaleco y los equipos para que estuviera más liviano, y lo llevamos a un hospital. Los médicos no pudieron salvarlo”, recordó con tristeza.

Su madre le pide con frecuencia que se salga de la Policía, por miedo a que le ocurra algo malo, pero nada la aparta de una vocación en la que no solo tiene que ser combatiente, “sino también psicóloga, abogada y hasta recreacionista. ¡Toca hacer de todo!”, dijo.

Llegó a Tibú hace 30 días, para liderar con sus compañeras las campañas de prevención. Encontró un ambiente bastante hostil.

“Los grupos armados lo ven todo, tienen informantes por todos lados. Muchos de sus familiares viven allá. Vi que hay niños que le tienen miedo a la Policía y se nos esconden, porque toda la vida les han dicho que somos los malos”, narró Érika.

Cada que salen de la estación, las tres patrulleras deben cargar el fusil, chaleco blindado y casco protector. Las escolta un grupo de 10 o 15 compañeros, que forman un anillo de seguridad mientras ellas recorren los barrios con pancartas sobre los derechos de la mujer, los valores familiares y el medio ambiente.

Han dictado conferencias de género, repartieron volantes para motivar las denuncias, ayudaron a pintar una parroquia, dieron paseos en tanqueta y llevaron cine al parque. Ahora están visitando las cinco instituciones educativas del pueblo, donde ella se ha fijado un propósito.

“Quiero cambiar la mentalidad de los niños, para que sepan que la Policía no es mala. Es difícil hablar con ellos en la calle, porque les da susto que los vean con nosotras, pero ya he notado que son muy agradecidos y receptivos cuando nos conocen”, recalcó, dándole los toques finales a su cartulina sobre la infancia.

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