Por estos días pareciera que la leche estuviera sufriendo un repentino desprestigio. Hay quienes le atribuyen innumerables bondades, entre ellas la prevención de la osteoporosis. Y otros hablan de consecuencias negativas cuando se consume después de los 20 años. Antes de tomar una decisión para dejarla o incrementar su ingesta, el nutriólogo Sandro Gómez Maquet da argumentos.
¿Por qué se habla tan mal hoy de la leche?
“La leche es en América un alimento reciente, empezamos a tomarla solo hasta que nos conquistaron, lo que significa que somos más propensos a la intolerancia a la lactosa que otro tipo de poblaciones. En otras latitudes no tienen tanta intolerancia porque llevan más tiempo consumiéndola y la necesitan porque es su única fuente de calcio, y este no se fija en zonas donde no hay sol durante gran parte del año, entonces hay que tener una ingesta más alta. Pero para los que tenemos el sol no hay tanto problema en ese aspecto. En nuestra población, la intolerancia a la lactosa puede llegar al 80 por ciento”.
¿En qué momento de sus vidas las personas comienzan a rechazar la lactosa?
“Se va produciendo desde la primera infancia hasta la edad adulta. Hay susceptibilidades personales, algunos la desarrollan en la infancia, otros cuando están adultos o algunos ya más mayores. La edad va variando. Tener intolerancia hace que no se pueda consumir leche porque puede generar efectos como diarrea, gases, distensión y dolor abdominal. Sin embargo, el consumo de derivados lácteos disminuye el contenido de lactosa”.
Más allá de la intolerancia a la lactosa, ¿por qué es importante la leche?
“Es una de las fuentes de calcio en la dieta, no la única. En el recién nacido es fundamental pero la leche materna, la lactancia debe ir hasta los seis meses de forma exclusiva e idealmente hasta el primer año, ahí se empieza a consumir la de animales. Es importante la leche, no necesariamente como bebida, también en preparaciones”.