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Donación, con ley, pero incipiente

El Congreso aprobó que todos los colombianos fueran donantes,
pero no es suficiente.

  • ilustración sstock
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16 de noviembre de 2016
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Por Andrés Velásquez

La legislación sobre el trasplante de órganos aparece en la historia reciente del país, solo en los últimos diez años se ha avanzado en una normatividad que permite que más vidas se salven por una práctica que tiene su mayor fortaleza en Antioquia, que tiene el 30 por ciento de los donantes de Colombia.

Las cifras hablan de una aceptación cada vez mayor por parte de los colombianos. Según el Ministerio de Salud y Protección Social, en 2015 hubo 405 donantes, un aumento del 17 por ciento con relación a 2014; además, se realizaron 1.204 procedimientos —14 por ciento más que en el año inmediatamente anterior— y 60 por ciento de las familias entrevistadas aceptaron que sus parientes fueran potenciales donantes.

Pese a estos avances, no es suficiente para la demanda del país, que tiene cerca de 2.500 pacientes en espera de un órgano, las mayores solicitudes son de riñones, hígado, intestino y tejidos como córnea.

Ante la ley

Para agilizar estos procesos, y quizá quitar miedos en los colombianos que, sobre todo vienen de fuentes religiosas, el Senado aprobó en abril de este año el proyecto de ley sobre donación de órganos, lo que contempla que todos los ciudadanos son donantes de órganos a no ser que en vida hayan manifestado lo contrario, impidiendo de esta manera que después de la muerte los familiares pudieran entrometerse.

En su momento, el senador Rodrigo Lara Restrepo dijo: “Este es un proyecto que salva vidas y les permite también a muchas personas tener una calidad de vida digna. Lo que se busca es ampliar la presunción legal de donación a las personas que fallecen y no declaren en vida que sus órganos sean donados. Todos los colombianos son donantes de órganos a menos que una persona en vida manifieste que no desea serlo”.

Antes de esta ley, explica el médico Otálvaro Osorio Correa, gerente comercial de Davita y excoordinador de trasplantes del Hospital San Vicente de Paul, lo que existían era una presunción de donación, sin embargo después del deceso, el cuerpo pertenecía a la familia, que era la que decidía que hace con él.

“Hace unos años todos los procuradores de órganos hablaban con la familia, y hasta que la familia no aceptara y diera el cuerpo en donación, no se podía hacer nada”.

La ley es generosa con quienes están esperando un órgano para tener una vida digna, sin embargo en la vida real hospitalaria, advierte Osorio Correa, no es tan fácil, pues “estamos en un país socialmente inseguro y no creo que ninguna clínica, ni ningún cirujano de órganos vaya a meter ese cuerpo en donación sin consultar a la familia, y más sabiendo que para entrar en donación hay que surtir una procedimientos que demoran la entrega del cadáver, y a veces la gente no está preparada para eso”.

Lo que se necesita

Ajustar esta ley y hacer toda una campaña educativa por parte del Gobierno, es urgente pues cuerpos en vida sólo pueden donar un riñón y, en los casos de bebés muy pequeños o neonatos, una parte del hígado, por lo que la esperanza de muchos pacientes está en quienes mueren cada día y por creencias religiosas o sociales se niegan a donar sus órganos.

Además, hay que mejorar la red de urgencias hospitalarias, pues los órganos de alguien que ha muerto deben cumplir un protocolo y, en primera instancia, deben estar prefundidos: bien separados y mantener la circulación de manera artificial y controlada, lo que se hace difícil en pacientes que no mueren en un centro de salud con, mínimo, una Unidad de Cuidados Intensivos.

No es suficiente una legislación progresista, el sistema de salud debe estar robustecido y la educación a la población también. Un dato: Huila, con un programa de trasplante reciente, llegó a aportar el 23 por ciento de los donantes de todo el país, mientras que toda la Costa Atlántica no superan la barrera del uno por ciento. Son este tipo de cifras las que revelan que en cuestión de donación de órganos aún falta camino por andar.

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