Nadie discute el ‘poder’ de las mascotas en los procesos de tratamiento para los niños. En esos casos Natalia Valencia, oncóloga pediatra del Hospital Pablo Tobón Uribe, describe que “los pequeños diagnosticados con algún tipo de cáncer, por lo general, se aíslan de su familia y compañeros de colegio, su mundo cambia y tener una mascota les alegra la vida, les permite pensar en algo diferente a su tratamiento, es una forma de esparcimiento sano”.
Al respecto, las guías de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) señalan que las mascotas generan un vínculo afectivo en el niño, combaten el estrés, favorecen su calidad de vida, mejoran los síntomas físicos y psicológicos, por lo que recomiendan que, en el caso de los más pequeños, una vez reciben un diagnóstico oncológico, si tienen mascotas continúen con ellas.
Cuidar sistema inmune
De manera normal, todos los pacientes oncológicos tienen alteraciones en el sistema inmunológico, por lo tanto, sus defensas se ven disminuidas durante los tratamientos de quimio y radioterapia. Sin embargo, que el sistema inmune se comporte de esta manera no significa que sea necesario romper el vínculo con los animales de compañía.
En ese sentido, Sergio Mejía, internista oncólogo del Hospital Universitario San Vicente Fundación, advierte que lo más importante es que el paciente no se haga cargo de la mascota. “Si los animales no son callejeros, y están vacunados, no hay riesgo para los pacientes oncológicos. Se ha visto que aquellos a los que les gusta los animales, a través de su contacto pueden disminuir el estrés, la ansiedad, la frecuencia cardiaca y les ofrece compañía y tranquilidad”.
Las medidas básicas de higiene del animal, la vacunación, más el frecuente lavado de manos de sus dueños son fundamentales, es necesario tener en cuenta que los pacientes con mayor riesgo de infección son aquellos con malignidades hematológicas, es decir, leucemias, linfomas y mielomas, “porque, de entrada, el sistema inmunológico no funciona bien y los tratamientos lo que buscan es barrer ese sistema, es decir, resetearlo para que salgan células buenas. Contrario a lo que ocurre con las malignidades sólidas, o sea, aquellas que afectan cualquier otro órgano”, concluye Mejía.