Un desavisado habitante del globo bien puede pensar que Anónimo es el más prolífico de los autores literarios. El más longevo. Y, además, habría de figurarse, se trata de un tipo excéntrico, sin problemas de visas para satisfacer su gusto por visitar y residir en los más diversos parajes de la Tierra.
¿Será una mujer? ¿Será un hombre? Se preguntará intrigado. Tiene una personalidad multifacética, se dirá. Porque bien puede escribir de guerras, como de cuentos de hadas, poemas de amor como cuentos para niños...
Ha visto ese nombre escrito en La epopeya del Gilgamesh, el poema sumerio que habla del rey Gilgamesh, quien habitó en el siglo XXVII antes de nuestra era. Los súbditos se quejan ante los dioses de la lujuria del emperador, que lo lleva a forzar a las mujeres a satisfacer sus caprichos. La queja es atendida y los seres del cielo deciden que Gilgamesh se enfrente a un hombre salvaje, Enkidu... pero cuando se enfrentan, se hacen amigos.
También en algunas novelas de caballería, como la Historia de Lanzarote del Lago, el amigo del rey Arturo, participante de la Mesa Redonda y amante de la reina Ginebra.
En La búsqueda del Santo Grial, una leyenda del ciclo artúrico, en la que ciento cincuenta caballeros de la Mesa Redonda salen del reino de Camelot con la intensión de recuperar el cáliz llevado a Inglaterra por los descendientes de José de Arimatea, conocido como santo grial.
En la tapa del Cantar del Mio Cid, el cantar de gesta que relata las hazañas del caballero Rodrigo Díaz de Vivar sucedidas más o menos en 1200.
En uno de los primeros relatos de ficción de caballerías de la literatura española, El libro del caballero Zifar. También ahí detectó escrito el flamante nombre.
En Tristán e Isolda, incluida en el ciclo artúrico. Un relato de amor salido de tono para esa época, entre el joven Tristán y una princesa de Irlanda.
En fin, lo ha visto muchas veces. La lista es extensa.
Sin embargo, reflexionaría el necio aquel, ese tal Anónimo escribía más en tiempos pasados, la Edad Antigua, la Edad Media, el Renacimiento, que en los actuales. Qué raro, ya poco se ha vuelto a saber de sus realizaciones.