En una de las tantas pendientes que conectan Medellín con lo más alto de sus montañas, un bus amarillo va cuesta arriba, despacio, a cumplir su primera cita literaria en la ciudad.
Ese enorme vehículo amarillo, que alguna vez transportó niños que iban y volvían del colegio en Argentina, hoy lleva a una familia que se puso una tarea un tanto particular. Los esposos Ángel Arana y Aurora Asensio, ambos maestros, y sus tres niños, Daniel, Miguel y Valentina, han vivido durante dos años en ese bus viajando por América Latina con más de 1.500 libros como compañeros en su propia biblioescuela rodante.
En el transcurso de esos 24 meses han recorrido Argentina, Chile, Uruguay, Brasil, Bolivia, Perú, Ecuador y ahora Colombia, visitando escuelas, pequeñas o grandes. Su meta era aportarle a las comunidades que se fueran encontrando en el camino, así que los docentes españoles decidieron que una buena manera para acercarse a las comunidades y escuelas era a través de los libros infantiles para fomentar la lectura.
La palabra Meraki
El enorme bus amarillo llegó al Jardín Los Delfines, donde niños y padres miraban expectantes a ese gigante que había luchado con la subida. La familia “Meraki”, como también se le conoce, descendió y se dispuso a abrir su vehículo literario. De allí emergieron estanterías repletas de libros ilustrados.
Con todos los niños reunidos alrededor del autobús, Valentina, la más pequeña del hogar, explicó el significado de esa palabra tan extraña que se convirtió en el apodo de su familia: “Meraki significa hacer algo con amor y creatividad poniendo el alma en ello”.
Es de origen griego y Ángel y Aurora decidieron utilizarla para bautizar este proyecto en el que se propusieron ir desde Ushuaia hasta Colombia, esa era su meta final. Fueron de pueblo en pueblo y escuela en escuela, para apoyar procesos de aprendizaje en todo el continente.
Ángel, Valentina y Aurora cuentan una historia, que ya la pequeña se sabe de memoria. Mientras tanto, Daniel y Miguel toman fotografías y ayudan en lo que se necesite. Los niños y padres escuchan absortos y cuando el cuento termina, cada niño explora el cuento que desea y juntos leen, con sus padres, con sus profesores o entre ellos. No hay afanes, solo letras e ilustraciones que llegan en ese carro cargado de libros.
Revivir un sueño
La idea se materializó el 10 de julio de 2017, ese fue el día que escogieron para dejar su casa en España y buscar un vehículo escolar que pudieran adaptar para recorrer Latinoamérica como familia.
Aunque realmente, el sueño nació hace más de 20 años. Aurora y Ángel estudiaban Magisterio (Pedagogía) y los unía esa pasión por la educación y la infancia. Siendo estudiantes jóvenes soñaban con crear proyectos educativos que causaran un impacto, no solo se veían en un salón de clases.
Pero pronto la vida “normal” se puso de por medio: terminaron de estudiar, empezaron a trabajar, se casaron, tuvieron casa e hijos y de pronto “ese sueño se quedó ahí, adormilado”, dice.
Dos décadas fueron necesarias para poder despertarlo y desacomodarse de esa vida que ya los había alcanzado. En enero de 2016 eran maestros en Sevilla, España, y con su escuela estaban preparando un proyecto educativo en el que iban a llevar material escolar y de higiene a niños de Marruecos, en el desierto del Sahara. Fue justo en ese momento en el que se dieron cuenta de que era momento de retomar ese viejo anhelo que habían tenido alguna vez.
Hablaron con sus hijos, les consultaron si estaban de acuerdo y tomaron la decisión. Pusieron una fecha, “porque lo primero que tienes que hacer cuando haces algo así es poner una fecha”, cuenta Ángel.
Atravesaron Argentina, luego la Patagonia chilena. Tuvieron un corte de ruta que no los dejó avanzar y tuvieron que dar una vuelta de mil kilómetros. Pero, siguieron avanzando, estuvieron tres meses en Uruguay, cruzaron todo Brasil a lo ancho para llegar a Bolivia, Perú, Ecuador y, por último, llegaron a Colombia en junio de este año.
Lo realmente importante
Han conocido cientos de personas en el camino que los han ayudado a sostener este viaje, pues han vivido sin sueldo todo este tiempo.
La convivencia es como la de cualquier familia, cuentan los padres, “la diferencia es que nuestra casita es pequeña pero nuestro jardín es muy grande”. Los niños, están matriculados al sistema español a distancia, pero “para nosotros lo más importante es todo el aprendizaje que deja un viaje de estas características, que no solo es aprender los nombres de las ciudades, es mucho más. Sobre todo darse cuenta de que si quieres hacer algo lo puedes conseguir por más loco que sea”.
La familia se regresará a España a finales de mes y su biblioescuela se les adelantará: está esperando en un puerto a ser embarcada a Europa. Los cinco están actualmente en Cartagena, disfrutando de su última parada, y aunque ya no tienen su enorme autobús amarillo, se preparan para regresar a la vida ordinaria. Ya tienen organizado su regreso a España, pero están buscando el apoyo de algunas personas que puedan darles hospedaje en Nueva York, ya que su vuelo hace escala en esa ciudad. Se van con ganas de planear más sueños y es que si ya los cumplieron una vez, ¿qué les impediría hacerlo de nuevo?.