Minimalistas, nostálgicas e irónicas son las principales características de las películas del cineasta finlandés Aki Kaurismaki, quien lleva más de 30 años realizando comedias sobre la desesperación de la humanidad. Su estilo está presente incluso en la duración de las cintas. Él cree que no deberían durar más de hora y media.
El fin de semana pasado se estrenó en las salas de cine del país El otro lado de la esperanza, en la que Kaurismaki regresa a la crisis de refugiados, que fue el tema de su anterior trabajo, El puerto. Este representa el altruismo en tiempos desesperados, y mientras muestra un mundo alejado de la triste realidad, la tensión del humor lo mantiene optimista.
El filme es protagonizada por el actor y escritor sirio-finlandés Sherwan Haji, quien ganó el premio a Mejor Actor en el Festival Internacional de Cine de Dublín. Una conversación con él.
De la cinta se destaca la presencia de la música, que a menudo ocurre en ‘vivo’ delante de los personajes.
“La tocaban delante nuestro en el set, se me hizo algo la verdad hermoso, traté de tomarlo como lo haría mi personaje, que se encuentra escuchando músicos en la calle y solo trata de disfrutarla”.
El otro actor principal es Sakari Kuosmanen, quien es músico. ¿Cómo fue?
“Es una persona increíble y también un personaje así. No es alguien común y corriente, es músico y eso le agrega algo, lo hace alguien mucho más divertido. Lo que puedo decir es que ahora somos amigos. No lo conocía antes, solo lo había visto en los filmes de Aki. Fue muy grato trabajar con él. De hecho no lo llamaría un músico, sino un rockstar”.
Aunque el tema de la migración y los refugiados es actual y global, la historia se cuenta por medio de las vidas personales...
“Si la película habla de algo, es que todos los problemas globales son también personales, porque una persona en una parte del mundo tiene preocupaciones similares a las que tiene alguien del otro lado del planeta. Siempre podemos verlo como un tema complejo, complicarlo para nosotros mismos y perdernos en estas noticias, en estos números, solo ver una montaña de datos y deshumanizarlo. Perder de vista el hecho de que son personas a las que les pasan estas cosas en otra parte del mundo, para verlos solo como números. Así podemos, quizás, sentir un poco de lástima, cosa que ni sentimos después de oír dos o tres historias similares en las noticias. Pero cuando vemos a un ser humano podemos sentirlo más, podemos ver lo que pasa, hasta vernos a nosotros mismos en él, ver como nuestros historias se asemejan y descubrir nuevas dimensiones. Esto para mí es el poder del cine, de contar: poder llevarle esos temas complejos a la gente, que los puedan entender. No simplificarlos, volverlos más fáciles de presentar”.