No faltará quien llame trabajo a la labor que están haciendo Ana María Cano y Héctor Rincón, acompañados de más de 30 periodistas, recorriendo el país, metiéndose en sus cañadas y subiendo a sus páramos, para buscar historias y fotografías, con las cuales hacer libros de botánica, cuando eso no puede llamarse sino placer.
Son los libros de la colección Savia, publicados por el grupo Argos, con la descripción del paisaje botánico colombiano dividido por regiones, de los cuales ya han editado cuatro. El último de estos, Oriente, lo entregaron al público la semana pasada
“Por supuesto que es un placer participar en este proyecto —dice Ana María—. Tener la posibilidad de mostrarle a la gente común, que no tiene tantas oportunidades de viajar y conocer el país, la riqueza vegetal”.
Y efectivamente, eso, un viaje, un recorrido por pueblos, selvas, parques naturales y campos cultivados es esta publicación.
En este tomo destinado a Oriente, además de los Llanos, también comprende los Santanderes. De tal manera que el viaje “un viaje en libertad”, como dice la directora, va del río Magdalena al límite con Venezuela. Incluye el Parque de los Estoraques, el Cañón del Chicamocha, el Catatumbo, Bucaramanga, Cúcuta, los Pantanos de Arauca, la Sierra nevada del Cucuy y hasta un pedazo de Boyacá representado en Tipacoque.
De cada paraje que visitaron los periodistas presentan las plantas emblemáticas, las que no pueden faltar porque son muy frecuentes, son endémicas o hacen parte de la cultura de los pueblos.
“Termina siendo un inventario de flora, aunque no exhaustivo”.
Endémicas, cuidadoras de agua, como los frailejones de las cimas paramunas; árboles majestuosos como el caracolí, la ceiba y el higuerón; culturales como el tabaco, la cebolla ocañera, la papa criolla, la cañabrava...
Y en los cuentos de naturaleza y cultura están los cultivos de fique, muchos en Onzaga, que tiñen con colorantes naturales y convierten en tapices que llaman kundú; o cuentan de los cedros que se vuelven guitarras en Chiquinquirá.