Hace 526 años, un 12 de octubre como hoy, Cristóbal Colón pisó tierra americana. Aunque el encuentro entre los europeos y los indígenas americanos no resultó pacifico, este evento representó un antes y un después para la humanidad, que comenzó un intercambio de saberes y conocimientos como nunca antes se había producido.
Gracias a esto, se conformaron nuevas identidades culturales que enriquecieron la humanidad, y que hoy, cada 12 de octubre, se celebran en toda América y España, aunque variando de sentido y hasta de nombre. Mientras en España se le conoce como el Día de la Hispanidad, en Estados Unidos se le llama el Día de Cristóbal Colón; en Chile y Perú se habla del Día del Encuentro de Dos Mundos y Argentina le da el nombre de Día del Respeto a la Diversidad Cultural. En Venezuela se conoce como Día de la Resistencia Indígena y en Colombia como el día de la raza.
Sin embargo, y aunque “raza” es una palabra cotidiana, voces académicas y políticas ponen cada vez más en cuestión su concepto y lo que representa. Selnich Vivas Hurtado, escritor, profesor de literatura y promotor de las cátedras U.De.A diversa de la Universidad de Antioquia, cree que la “raza” es una idea del siglo XIX: esos discursos entendieron las razas como las diferencias en cuanto a color, rasgos del rostro, del cráneo, etc. Razas no hay. Hay una especie humana, y esa es común a todos los continentes de este planeta. Ese discurso todavía pervive en la sociedad colombiana y potencia la discriminación, la exclusión y en muchos casos las relaciones de poder y de clase”.
Con él concuerda Johnatan Hernández, director del Grupo Etnias de la Alcaldía de Medellín, quien señala que en la ciudad y en Antioquia se impulsa la celebración de las identidades y no de las “razas”. “Todos somos seres humanos, y todos tenemos identidades distintas. Incluso en grandes familias como la indígena o la afro, hay diferencias dentro de sus comunidades que no permiten hablar de una sola identidad. Todavía somos una sociedad racista que no ha pasado la hoja para entender la riqueza de la multiculturalidad”.
En Medellín, según datos de la Alcaldía, uno de cada 10 habitante se considera afro. Esto representa el 10% de la población de la ciudad. El 70% de ellos reside en las comunas de Aranjuez, La Candelaria, Manrique, Robledo, Villa Hermosa, La América, San Javier y en el Corregimiento de San Antonio de Prado.
Además de la población afro, Medellín es el hogar de poco más de 4 mil indígenas en 4 cabildos. Llanedt Martínez Ruiz, gerente de la Gerencia Indígena de la Gobernación de Antioquia, señala que en el departamento (fuera del área metropolitana de Medellín) habitan más de 30 mil indígenas en comunidades que se asientan principalmente en el Urabá, en el Occidente y en el Suroeste del departamento. Con ellos, dice Martínez, se ha trabajado para mejorar sus condiciones de vida, respetando su identidad cultural y reconociendo la riqueza de sus tradiciones.
“Son comunidades alejadas cuyas condiciones de vida son a veces precarias. La Gerencia Indígena trabaja con ellas, junto a ellas, para lograr la protección de su cultura, de sus lenguas. Es una actividad que hacemos con cariño y con todo el compromiso, reconociendo en todas esas tradiciones la verdadera riqueza de nuestro departamento”, finaliza Martínez.
No es gracioso
“No me negree”, “Negro que no la embarra a la entrada lo hace a la salida”, “indio comido, indio ido”. Aunque “tradicionales” y de uso masivo en la cotidianidad antioqueña, estos dichos esconden actitudes racistas y ofensivas. “Puede que usted lo diga sin aparente malicia y sin siquiera comprender en realidad qué significa, pero ya lo tiene en la cabeza y en las palabras”, señala Hernández. El profesor Vivas añade que ese, “el racismo de lenguaje, es el más grave que se vive. Hay que reeducar la palabra, la expresión, porque está sembrando odio y discriminación”.
Si bien esto no ha sido un obstáculo para que desde la institucionalizad se apoye a estas comunidades, como lo reconocen desde el Grupo Étnico y desde la Gerencia Indígena, esto sí produce casos como el del niño indígena que no quiere que en su salón nombren su apellido porque produce burlas, o que a la mujer de origen chocoano le pregunten en Medellín si ya se “civilizó”. “Yo diría que hoy hay una conciencia desde la oficialidad, desde el municipio y departamento, de que somos una ciudad y un departamento multicultural. Y eso ya es un avance. Pero como sociedad todavía nos falta muchos pasos”, señala Hernández.
El objetivo, según el profesor Vivas, el Grupo Étnico de Medellín y la Gerencia Indígena, es que lo que hoy es un rasgo racista, se vuelva un motivo de orgullo. Somos diferentes, tenemos distintas identidades y eso enriquece nuestra ciudad y nuestro departamento.