El arte tiene el poder de hacer catarsis, de transformar y sanar a las personas, de esto está convencido Fernando Mora Meléndez, docente en la Maestría en Escrituras Creativas de la Universidad Eafit. Para él, “cuando un espectador ve en escena algo que lo atañe, lo ve en la distancia y puede pensar sobre el asunto, eso tiene un efecto reflexivo”.
En lugares como Argentina, continúa, se han dado trabajos que utilizan el teatro como vehículo para la terapia social, algo que se repite principalmente en las sociedades que han sido sacudidas por el conflicto. “Poner en escena ayuda a esclarecer, ayuda en ese efecto de resarcir las penas los dolores ocasionados por el conflicto social”.
Por su parte Sergio Restrepo, director del Claustro Comfama, advierte que el teatro es el lugar donde es posible tocar cualquier tema y darle un desarrollo.
Esta capacidad que tienen las tablas para tratar temas difíciles, darles un tratamiento, una conversación, son algunas de las razones para que precisamente la Verdad fuera el tema central en el 53 Festival Internacional de Teatro de Manizales y en el cuarto Festival de Teatro Comfama San Ignacio que continúa hasta el próximo domingo 3 de octubre.
Sobre la selección de las obras, Octavio Arbeláez, director y curador de ambos festivales dijo que “por mi oficio me veo obligado a estar atento a lo que acontece en los movimientos escénicos del espacio cultural común iberoamericano y me pareció muy pertinente la selección de este año para la situación del país”.
Una obra que busca sanar
El director de la Congregación Teatro, Johan Velandia, cuenta que en el segundo semestre del 2020 hizo parte de un proyecto llamado Cicatriz que se realizó entre dramaturgos de Colombia y España.
La idea era tomar un suceso, una herida del país y que se le diera un tratamiento literario que buscara sanarla, cicatrizarla. “Lastimosamente en Colombia las heridas todavía son muy recientes, muy abiertas, se pueden tratar, aunque no cicatrizar, porque todavía están muy abiertas”, cuenta.
Su idea entonces era generar una reflexión para que al menos no surgieran nuevas heridas y el país no pueda seguir adelante.
“El caso que escogí fue el de Dylan Cruz”, el caso de un marchante menor de edad, estudiante, que murió a manos del Esmad, durante las protestas de 2019 en la que cientos de estudiantes pedían mejores condiciones para poder acceder a la educación superior.
La herida, cuenta Velandia, se da no solo por el hecho mismo, sino por la división política, el debate que se armó alrededor de esa situación, donde se acusaba que Dylan era un vándalo y los que defendían que a pesar de todo no era motivo para que el Esmad actuara como lo hizo.
“A mí el caso me conmocionó, me conecta con temas que considero determinantes para una sociedad en este momento como la educación, el derecho a la protesta, a vivir, y creo que esto no tiene que ver con partidos políticos, sino que es algo humano, de derechos humanos”.
¿De qué va la obra?
“La titulé Solo me acuerdo de eso y tiene que ver precisamente con eso, con la memoria, en un país que olvidó su memoria y que necesita recordar para saber que está muerto”, cuenta Velandia.
Para abordar esta herida polémica el director decidió utilizar la farsa para contar la historia de un “joven que ha perdido la memoria en medio de las protestas del 2019 y reconstruye su narración paso a paso, en medio del caos, en pleno centro de Bogotá. “No es tratada como comedia, pero sí es didáctica y es un trabajo bien especial porque en él podemos hablar de las juventudes y de la importancia de que reciban la educación y puedan construir sus carreras en un país que les permita vivir”.
Como dice Mora, “el teatro puede cumplir una función al hablar de temas contemporáneos”, un movimiento que investiga asuntos de la historia reciente para tratarlos.