Santiago Vega baja de la habitación del hotel con tres libros de cartón en su mano. Los entrega a otro argentino que está dibujando en la mesa. El otro los mira: adentro hay fotocopias, las tapas son de cartón, como si se hubiera cortado dos pedazos de una caja, y el título está escrito con pintura. En uno dice Panamá, en otro Caicedo y en el de atrás Masturbación.
Es uno de los fundadores de Eloísa Cartonera, un proyecto social que edita libros de autores latinoamericanos, hechos a mano y con cartón. De ellos, es más, se dice que son los pioneros del cartonerismo en Latinoamérica. La historia empezó en 2002, con la crisis argentina. La gente no podía comprar cosas de valor, todo estaba muy caro, dice él, que entonces tenía una editorial pequeña, y tampoco pudo sostenerla.
Se dio cuenta de que la gente vendía papel, botellas de plástico y reciclaje en general por poco dinero. Eso le llamaba tanto la atención, más los cambios sociales que se estaban dando, que pensó que había que hacer algo con el cartón, que era lo que más había, y se ideó con un amigo diseñador un sistema barato para publicar libros: doblar el cartón, fotocopiar el texto y pintar las tapas. Al fin y al cabo, añade, lo importante era difundir.
Comenzaron con los libros de sus amigos. Solo necesitaban el cartón, las temperas, una regla. Se sentaban a venderlos en la calle, afuera del cine o de alguna manifestación, y cuando les preguntaban qué era eso respondían que libros cartoneros. Los libros se vendían. Incluso una vez, se sorprendió Santiago, les compró Álex de la Iglesia, aunque no lo reconoció en el momento.
Al principio hacían diez libros de cada uno, ahora tienen una máquina y hacen 500, 1000, los que quieran. Santiago hace un alto: ha sido de a poquitos. Un día alquilaron un local, compraron más cartón, y hoy son una cooperativa de ocho personas en la que todos hacen de todo, por eso de cooperar: hacer el libro, cortar el cartón, editar, invitar escritores amigos para que editen ellos. “Yo soy un trabajador, hago lo que haya que hacer”.
Son una editorial cartonera pequeña, que sigue ahí, publicando autores nuevos, contemporáneos. Porque lo importante es leer, publicar, usar el cartón de las calles, darles un espacio a los autores que están empezando, y así. Hacer libros, muy a su manera acartonada de hacerlos.