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La vida de Sergio Cabrera desde los ojos de Juan Gabriel

El escritor bogotano presenta el libro Volver la vista atrás, sobre la vida del cineasta paisa.

  • Esta novela representó un ejercicio de escucha y de imaginación para Vásquez, quien trató de meterse en la piel de su amigo y de algunos de sus familiares. Foto: Andrés Camilo Suárez
    Esta novela representó un ejercicio de escucha y de imaginación para Vásquez, quien trató de meterse en la piel de su amigo y de algunos de sus familiares. Foto: Andrés Camilo Suárez
  • Sergio Cabrera en una visita a Medellín en 2018. Foto: Jaime Pérez Munévar
    Sergio Cabrera en una visita a Medellín en 2018. Foto: Jaime Pérez Munévar
10 de diciembre de 2020
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Fueron siete años de conversaciones entre amigos. Después de ese proceso, de tantas charlas y de una curiosidad que poco a poco se iba saciando, el autor Juan Gabriel Vásquez armó con palabras la vida que su amigo, el cineasta Sergio Cabrera, le confió.

“Da un poco de vértigo saber tanto de alguien”, cuenta Vásquez, quien también charló con Marianella Cabrera, hermana del director de Perder es Cuestión de Método y La Estrategia del Caracol.

Tenía claro que este era un texto distinto a los anteriores y una novela que requería el máximo respeto y cuidado en cada detalle. Acercarse a esa otra vida, encontrar la mejor manera de narrarla, pero sin inventar.

El resultado fue Volver la vista atrás, un libro que narra incluso desde antes de que Sergio naciera. Viaja por la vida de su padre Fausto, por la España en plena Guerra Civil, por la China comunista y por separaciones, guiones y encuentros.

Esto le contó Vásquez a EL COLOMBIANO sobre este libro que se presenta este jueves en conversación con Sergio Cabrera y Leila Guerriero a través del perfil Me gusta leer Colombia en Facebook, a las 6:00 de la tarde.

Entre las muchas conversaciones que debió entablar con Sergio, ¿por qué empezó por esa escena del parque en Lisboa?

“Yo comencé el libro creyendo que iba a contar la vida de Sergio y su familia hasta 1972, el año en que él toma una decisión radical y comienza una nueva vida (no voy a revelar de qué se trata). Pero a medida que hablaba con él me daba cuenta de que lo realmente importante era mirar su pasado a partir de un momento de crisis del presente: los días, en octubre de 2016, cuando parecía que se le juntaran todos los males. En espacio de pocos días murió su padre, su matrimonio entró en crisis y fracasó la paz en Colombia. En ese parque de Lisboa, Sergio recibe una llamada y de repente se junta todo, y es por eso que la novela comienza ahí”.

En enero nos decía que no sabía si alguien se hacía novelista por saciar la curiosidad por conocer las vidas de otros o si al hacerse novelista desarrollaba esa curiosidad, ¿qué fue lo que más le generó curiosidad de la vida de Sergio?

“Bueno, es una vida extraordinaria que le habría provocado curiosidad a cualquiera. Su padre, exiliado republicano de la Guerra Civil española, Sergio y su hermana viviendo la adolescencia en la China de la Revolución Cultural, luego su paso traumático por los movimientos revolucionarios de Colombia... La vida de Sergio resume lo que he querido contar en todas mis novelas: la forma en que la historia puede trastornar la vida privada de una persona o una familia. De repente me senté frente a Sergio y pensé: eso que he querido contar en todos mis libros está aquí, tomándose un vino conmigo. ¿Cómo no me voy a lanzar a escribir?”.

¿Cómo fue ese proceso de escucha y de recopilar los datos? Porque quizá algunas de las historias se conversaron sin grabadora, en la intimidad de la amistad...

“El proceso duró 7 años. Fueron más de 30 horas de conversaciones grabadas con Sergio y su hermana Marianella. Y es verdad: hay muchas notas que hice al volver de una comida o de una reunión, cosas íntimas que no hacían parte de lo que él me estaba contando. Mientras tanto yo hacía lo mismo que siempre hago: un trabajo periodístico de investigación, de documentos. Sergio y su hermana me dieron acceso a cartas, diarios de juventud, documentos que no habían visto en décadas, fotos maravillosas... Me contaron cosas incómodas, recuerdos dolorosos, y yo traté de responder a esa confianza con el relato más honesto del que fui capaz”.

Sergio Cabrera en una visita a Medellín en 2018. Foto: Jaime Pérez Munévar
Sergio Cabrera en una visita a Medellín en 2018. Foto: Jaime Pérez Munévar

Tener a Sergio como personaje y que al mismo tiempo sea una persona que está viva, ¿qué dificultades representó para armar ese personaje?

“Nunca me había enfrentado a algo así. En La forma de las ruinas usé la vida de un médico amigo, pero le cambié el nombre para poder inventar libremente; también en Los informantes Sara Guterman está basada en un personaje real, convertido en alguien diferente. Pero aquí se trató de escribir sin inventar, con el nombre y el apellido de las personas reales, y eso era un riesgo, porque por primera vez me tuve que hacer esta pregunta: ¿qué pasa si a mi personaje no le gusta mi novela? Por fortuna, al personaje le gustó, y hasta le despertó nuevos recuerdos que acabaron enriqueciendo la novela. Una cosa tuve clara siempre, y es que no iba a publicar una sola línea que no hubiera sido aprobada por Sergio”.

¿Tuvo que tomar distancias para crear el personaje como se lo imaginaba?

“Al contrario: decidí acercarme lo más posible. Fue un verdadero ejercicio de imaginación, eso de meterme en la piel y en la vida de Sergio y su hermana. Es una de las grandes virtudes de la novela como género, ¿verdad? Uno se mete en Raskolnikov o en la señora Dalloway y los conoce mejor que a su pareja. Lo que pasa es que rara vez lo hacemos con la gente que tenemos al lado. Y es una lástima. Las cosas irían mejor si pudiéramos conocer a todos nuestros amigos, ya no digamos a nuestros enemigos, como conocemos a un personaje de ficción”.

¿Tomó elementos del lenguaje cinematográfico, de alguna manera, para esta novela?

“Pues no. No creo que nunca lo haya hecho. Mis novelas están hechas de palabras y tienen una estructura que he aprendido en las novelas que admiro. Una novela es un mecanismo muy complejo que funciona con un lenguaje muy particular, y es eso lo que permite hacer cosas que no se pueden hacer en el cine. Igual que en el cine se pueden hacer cosas que una novela no puede hacer. Yo quiero darle al lector algo que no pueda encontrar en otra parte, no tratar de hacer una película en prosa. Así correría el riesgo, como decía Cortázar, de hacer ‘meros guiones de cine sin el rescate de las imágenes’”.

¿Tiene algún afecto en particular por alguna de las películas de Sergio?

“Por muchas, porque ahora veo en cada una de ellas todo lo que sé de él y de su familia. Da un poco de vértigo saber tanto de alguien. No podría escoger una, pero digamos que Perder es cuestión de método reúne muchas virtudes y la disfruto cada vez que la veo”.

La historia de Sergio se une en un punto con la de la Revolución Cultural China, ¿cómo permeó esa historia amplia de todo un país a la persona en la que Sergio se estaba convirtiendo?

“La familia de Sergio llegó a Beijing en 1963, cuando él tenía 13 años. Lo que les pasó a él y a su hermana en China daría en sí mismo para una novela, porque aquellos fueron años tremendamente duros y tremendamente interesantes. Fueron los años de Vietnam, de sufrir los coletazos del Gran Salto Adelante (el desastroso proyecto económico de Mao que dejó millones de muertos) y de la Revolución Cultural, uno de los fenómenos más fascinantes del siglo XX. Sergio y su hermana vivieron todo eso, no como testigos, sino como participantes. Su experiencia ocupa una tercera parte de la novela, porque no es exagerado decir que esos 5 años que pasaron en China les cambiaron la vida para siempre. ¿De dónde vienen esos 5 años y qué terremotos causaron después? Eso es lo que traté de contar”.

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