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Entre los rasgos marcados de las marionetas, la contundencia de la música, la majestuosidad de los vestuarios y la delicadeza del maquillaje. Así escogió vivir su vida Jaime Manzur, entregándosela al arte hasta el último día.
Un maestro entre muchas disciplinas se despidió de la vida y del teatro en la noche de este domingo. Se desmayó en la función de la Leyenda del Beso, la última producción que se adelantaba en la Temporada de Zarzuela de la Fundación Jaime Manzur en el Teatro Colsubsidio de Bogotá. Hoy lo recuerdan, imposible no hacerlo con el legado que construyó.
Un dichoso de la cultura
A Manzur se le vio por años andando de un lado para otro, escuchando con atención las voces de las sopranos, aconsejando, dirigiendo una escena y asegurándose de que hasta los más ínfimos detalles se pulieran para sacar adelante de la mejor manera sus producciones. Eso sí, a sus 82 años aún se le veía siempre sonriente.
“Con una sonrisa de oreja a oreja en la cara”, recuerda la cantante lírica Gisela Zivic, quien lo piensa casi como un tío muy cercano que conoció cuando era niña y su madre compartía escenario con él. A comienzos de los ochenta, la cantante y directora artística de Prolírica, Elisa Brex Bonini, actuaba con Manzur en repetidas ocasiones. Se volvieron amigos.
Ya de grande, Zivic recuerda que lo abrazaba casi desde arriba, porque era un hombre de baja estatura, pero de una altura tremenda en cada uno de los proyectos en los que se involucraba.
“En su teatro en Chapinero me dirigía, me enseñaba los personajes y compartíamos el escenario muchísimas horas”, reflexiona Elisa Brex Bonini. No recuerda exactamente la primera obra en la que colaboraron, pero cree que se trata de Luisa Fernanda, en la que ella interpretó el papel protagónico y Manzur hizo el rol de su padre. “Se perdió un grande, un compañero y un amigo”.
Cuando Jaime Manzur no estaba sobre las tablas, también buscaba ser un engranaje para que la cultura siguiera andando con más fuerza, cada vez, en Colombia. Le dio impulso a tantas artes y se involucró en ellas con tal pasión, que sería difícil encasillarlo solo en una.
Además de dirigir su fundación, tuvo una larga carrera como director del Ballet Clásico de Medellín, de la Agrupación Lírica de Armenia, Ballet Folklórico de Cundinamarca y hasta su compañía de marionetas.
Guiar el paso
Contribuyó a crear historia cultural en Antioquia. Cuando Prolírica arrancó, hace ya 25 años, Luis Carlos Rico Puerta y Bonini, ambos fundadores de la corporación, contactaron a Manzur como su primer guía. Fue él quien les fue mostrando los estatutos para montar “semejante odisea de hacer ópera en Antioquia”, destaca Rico Puerta.
Por eso lo consideran un cimiento de la obra que han construido, un miembro honorario desde el comienzo, porque especialmente en los tres primeros años fue un faro para esta misión que buscaba darle un lugar preponderante a la zarzuela en el país.
“Era un verdadero conocedor y además de ser un gran artista, era un hombre que no conocía el egoísmo en el mundo del arte que a veces es muy común”, añade Rico Puerta.
Sortear dificultades
No es un secreto que muchos de quienes se le miden a sacar adelante proyectos culturales tienen que pasar por duras y maduras para poner sus espectáculos en escena.
Manzur y su fundación no fueron la excepción. “Le tocó fuerte porque se le estaba yendo apoyos, como a todos nos ha pasado. Pero pesar de todo, él seguía y seguía”, concluye Zivic.
Se fue, con el deber cumplido y luego de haber estado en su recinto favorito. “Él terminó en su ley, en el teatro”, concluyó Brex Bonini, sobre el final de aquella vida artística que buscó todo tipo de espacios para la cultura.
Con esa sonrisa sobre el rostro, así lo recordarán aquellos quienes pudieron verlo sobre el escenario y luego de que caía el telón.