Si el escritor la hace ver de una manera diferente, a través de hechos cotidianos y banales como un paseo por su cuarto, Valerie Miles se encanta. Para la editora, considerada una de las mujeres más influyentes del mundo editorial, cofundadora de la revista Granta, lo más importante es la originalidad. Es tener, dice ella, algo que decir y saber cómo decirlo.
Es una de las invitadas a la Fiesta del Libro y la Cultura. Va a conversar de su oficio, y también de Roberto Bolaño, el escritor, del que tanto sabe.
Ha estudiado mucho a Bolaño. ¿Qué escritor conoció en esa búsqueda?
“El de la intimidad. Gracias a los herederos que me invitaron a hacer este trabajo pude conocer a un Bolaño escritor, trabajando en su estudio y en los lugares donde pasó escribiendo largas noches, cuando estaba peleando con una frase, con un texto, hablando consigo mismo. Tendía a escribirse mientras estaba trabajando en un cuento, en un párrafo, yo creo que para no levantar de alguna manera y muy literalmente el lápiz o el bolígrafo de la hoja para que fluyera esa voz que estaba intentando captar en su obra”.
Con este escritor no hay puntos medios, lo quieren o lo odian. Usted lo quiere...
“Evidentemente. Creo que a veces era muy tajante y muchas veces decía cosas que todos los demás piensan, pero no se atrevían. Bolaño se ganó la libertad de poder decir eso, porque realmente era un escritor que no entraba en los juegos literarios. Como llevaba tantos años fuera del mundo editorial, vivía con base en lo que escribía y no más. No hacía las cosas sociales que tenían que hacer muchos otros que quizá tenían menos talento. También fue expresivamente generoso. Sus amores eran grandes. Yo creo en todo caso, y lo digo una tras otra vez, yo no me caso con el escritor, yo no estoy pidiendo ser amigo del escritor, quiero que cuando estoy leyendo su obra me haga sentir, me provoque, me haga experimentar cosas que en la vida real quizá no pueda entender o conocer o viajar, y eso Bolaño lo hace. Un escritor no tiene que ser una buena persona para ser escritor, aunque en el caso de Bolaño tenía una moral muy férrea y muy suya frente a su obra y frente a la literatura. Era un escritor que lo tomaba todo muy en serio”.
¿Qué le enseñó?
“Me gusta su postura heroica frente a la literatura. Bolaño no era engañado, no era inocente, sabía que todos nos enfrentamos al final de la vida, que es el fracaso. Esto lo sabía perfectamente, todos lo sabemos, pero él enfrentaba al destino que es el fracaso de una manera heroica, y eso es lo que me ha enseñado. No es el hecho de que sepas que no vas a poder ganar el último juego, es qué haces con eso mientras tanto, qué haces con esta vida, con el misterio de la consciencia, con la posibilidad de pensar que en un momento puedes tocar a otra persona. Además, lo que estaba intentando hacer, lo hacía cuando nadie creía en él, cuando tenía todo en contra. Durante 20 años nadie lo publicaba, nadie le hacía caso, y a pesar de ello no dejó nunca de escribir. No estaba buscando que la sociedad dijera algo, él realmente creía en lo que estaba haciendo, y eso me parece loable: que a pesar de lo que pueda pasar ahí afuera mantiene la llamada viva de lo que es una postura artística”.
Mejor dicho, de los no se aprende...
“Mucho y también de los fracasos. Yo siempre digo que si al primer no un escritor dice que va a dejar de escribir, no es escritor. No lo es, porque mira a Bolaño, veinte años sin que nadie le hiciese caso y no dejaba de escribir y mejoraba y mejoraba y probaba, ensayaba. Escribir es un oficio que no siempre tiene un éxito inmediato, no siempre tiene un éxito largo, pero es una pasión para los que lo hacen y los que lo leen, y está pasión va a existir siempre y no hay que perderse, desanimarse, hay que seguir aprendiendo y haciendo”.
¿Cómo influye el editor en el éxito de un escritor? Porque está ese texto de Alessandro Baricco, El hombre que reescribía a Carver, en el que se dice que su editor tiene mucho que ver con su estilo...
“Es puramente relativo. Si la gente supiese lo que es el azar en el proceso de la vida de un escritor, o sea, tiene que haber un poco de suerte. Azar quiere decir que encuentras el editor ideal, porque no todos son ideales para la obra de uno. Es un dúo y no siempre funciona, como todos los matrimonios, puede ser una pareja en el cielo, como en un infierno. Todo depende de cómo es el autor y la personalidad y la obra de un escritor. Los editores muchas veces lo pasan muy mal, porque están en un limbo, o un purgatorio entre el escritor y los financieros, entonces hay unos que son más intervencionistas, otros menos, pero hay unos muy apasionados por la literatura, y si un escritor consigue uno así, no hay mejor cosa que le puede pasar en la vida. Un editor que sea enamorado de la obra de un escritor puede ser la clave del éxito”.
A la gente le gusta escribir, pero, ¿vale la pena que todo el mundo escriba?
“No todo libro es publicable, lo siento, no quiero desanimar. Bien, todo el libro es publicable literalmente, porque hoy en día es muy fácil publicar, en el sentido de autopublicar, es fácil la impresión. La tecnología ha hecho que sea así, pero no quiere decir que se debería hacer. Cada persona que quiere escribir debería hacerlo, eso sí, quizá no necesariamente para un público grande, pero puede ser para uno mismo, para su familia, para los amigos, puede ser porque sirva para algo histórico, como una memoria. No hay que desanimarse, lo que pasa es no todo libro es recomendable que se envíe a un editor. Como escribir lo hacemos todos a diario, quizá no nos demos cuenta de hasta qué punto un escritor profesional ha estudiado y aprendido ciertas técnicas básicas para poder dominar bien lo que son los recursos para una historia. Yo siempre animo a la gente a que vaya a talleres y aprenda a escribir, nunca se sabe.
Tengo un amigo que dice que todos nosotros cantamos en la ducha, en las mañanas, pero no pensamos que de ahí nos deberían dar espacio en la Scala de Milan el año que viene, como telón. No vas de ahí al Met, a la Scala a cantar la ópera esta temporada. Entonces por qué pensamos que por escribir un correo, podemos escribir una novela. Creo que es una buena analogía. Probablemente todos tenemos muy buenas historias que contar, pero hay que aprender cómo contarlas”.
¿Se necesitan bestsellers para que se puedan publicar otros libros que no lo serán, por lo menos en principio?
“Sin lugar a dudas, si no hay bestsellers no hay librerías. Punto. Las librerías también tienen que pagar alquileres, personal, cuentas. Necesitan tener rotación para sobrevivir. Necesitamos libros de todos los tipos, para que luego pueda haber espacio para la literatura de verdad y tener su tiempo. Beatriz de Moura, la fundadora de Tusquets, decía algo que yo lo he vuelto mi lema: el tiempo de los buenos libros es infinito. Tienen su tiempo y para que puedan tenerlo, tenemos que pelear por ese espacio, que no puede existir si no existe todo lo demás, que es la industria. Necesitamos que exista. No están en competencia. Uno podría esperar a los grandes grupos y editores, mientras están ganando dinero con los bestselleres, que dejan espacio para estos que no tienen tiempo. Si hay una queja no es que existan las dos cosas, es que los que están en un lado reniegan la responsabilidad de cultivar lo otro. Eso es reprobable”.