El dibujo es de una chica que garabatea en un papel mientras escucha música en su dormitorio. La figura surgió de la cinta Susurros del corazón (1995), escrita por el director japonés Hayao Miyazaki (Studio Ghibli), en la que una estudiante japonesa, solitaria y pensativa, escribe una novela que tiene el título de la película. Parodias de esta escena han sido llevadas a YouTube para ilustrar un tipo de música que ahora escuchan millones de personas en el mundo para relajarse, estudiar o de fondo sonoro: el lo-fi.
Viene del inglés low fidelity, ya que sus sonidos son modificados por medios anticuados o de baja fidelidad de grabación, algo que comenzó a considerarse como un estilo de música popular en los 90: “Lo opuesto a hi-fi se convirtió en una característica percibida en ciertas grabaciones de música popular y eventualmente emergió como una categoría dentro de la música popular independiente o indie”, explica el estudio Estética Lo-Fi en el discurso de la música popular, de Adam Harper (Wadham College y Universidad de Oxford, 2014).
Estos sonidos incluyeron elementos considerados como malas producciones, entre ellos, distorsiones armónicas, interferencias ambientales, imperfecciones fonográficas (como el scratch, sonido rasgado de los vinilos), siseos de cintas de audio y todo lo relacionado con una “calidez analógica” de tecnologías antiguas. Harper señala que la estética lo-fi incluso tiene antecedentes como la distorsión en el rock, el glitch y la cultura punk, y ha sido usada por artistas como los Beach Boys, R. Stevie Moore, Velvet Underground, Jandek, Sebadoh, Beck y Pavement.
“Actualmente, la escena lo-fi se asocia a la cultura hip hop, sonidos con loops (bucles) continuos y demarcados, algunos melancólicos usando samples (tomar sonidos de otras fuentes), a menudo con guitarras y pianos antiguos”, comenta Jorge de la Hoz, del colectivo de dj, amantes de vinilos y melómanos Granada Chapter de Medellín.
En el artículo Cómo ‘Lofi Hip Hop Radio to Relax / Study to’ se convirtió en un fenómeno de YouTube”, publicado en 2018 por Vice, se explica que a finales de la década de 2010 el lo-fi se convirtió en una forma de downtempo (música electrónica ambiental), que tomó relevancia entre streamers de música de YouTube. Si busca ahora mismo “lo-fi” encontrará varios canales (Chillhop Records, ChilledCow) transmitiendo en vivo 24/7 como una radio y miles de personas conectadas que ven el bucle (repetición) de la niña estudiando mientras escuchan sonidos desgastados y antiguos.
Auge durante la pandemia
Un informe publicado en abril por la agencia de tecnología The Verge señala que esas transmisiones se han vuelto más populares durante el confinamiento “no solo como música de fondo, sino como formas de encontrar una comunidad en un momento difícil”.
Según este informe el canal de baja fidelidad, College Music, aumentó en un 40 % los suscriptores y 46 % las visitas en un mes durante la pandemia. Según la plataforma de análisis de redes sociales, Social Blade, uno de los canales de lo-fi más populares, Chilled Cow creció entre febrero y abril cerca de 340.000 suscriptores mensuales, tres veces más del promedio antes de la pandemia. El canal tiene cerca de 7 millones de suscriptores en este momento (ver infografía).
El sonido de la nostalgia
En junio de este año, el músico, productor y youtuber español Jaime Altozano publicó un video en el que explica que el lo-fi hip hop además era la música de la nostalgia “porque la baja calidad es como sonaba el pasado, y el pasado fue mi infancia. Así que un sonido que lo represente tiene que sonar a grabación antigua, un sample como si estuviera grabado hace muchos años y un beat (ritmo) de baja calidad”.
Entre las imágenes que por lo común acompañan a esos sonidos del pasado están el ánime porque, señala Altozano, era lo que se acostumbraba ver de niños. Por eso explica que el lo-fi es de millenials.
El investigador sonoro Jorge Bejarano Barco cree esto se debe a que durante el tiempo de cuarentena la gente ha vivido una experiencia de escucha diferente: “Este tiempo todo se devela vulnerable. De repente el acelere con el que vivíamos, que ha estado marcado por patrones de ritmo, muestra una sensación más tranquila...”, explica este artista y curador de proyectos especiales del Museo de Arte Moderno de Medellín.
En cuanto a las influencias de género que tiene el lo-fi (soul, jazz, hip hop, chill out), Bejarano añade que está enlazado a la sensibilidad de la época: “Los cambios estéticos o los gustos cambian de acuerdo a un contexto social, político o pandémico”. Enfatiza que puede ser una respuesta a los tiempos, señala el investigador, que prepara una exposición sonora para octubre del próximo año que parte de la idea que durante esta coyuntura por coronavirus la experiencia de escucha de las personas ha cambiado.
Los ruidos sucios, antiguos y apagados quizás sean la respuesta a lo que está pasando. Tal vez la niña que escribe en su libreta, acompañada de un gato y escuchando música de sus audífonos, sea esa nostalgia milenial como la pandemia ha acompañado a miles en sus casas