Para ir a un concierto se necesitan oídos, nada más. No obstante, saber un poco sobre el compositor o detalles de la sinfonía enriquece la experiencia. Es poder saber que, por ejemplo, esa lluvia que se escucha anuncia un conflicto.
La labor didáctica, dice la maestra Cecilia Espinosa, es un componente necesario en la apreciación y en el desarrollo musical.
Conciertos didácticos, tertulias y clases o charlas son un camino para que, los no músicos, se acerquen a la música y descubran detalles que no llegan solo por escuchar. Además, y muy importante, son programas que ayudan a crear público, tan fundamental para los procesos musicales y las mismas orquestas. El público hace parte del espectáculo.
Para Ramiro Isaza, profesor de historia de la música y coordinador de las tertulias que propone la Filarmónica de Medellín, nadie puede amar lo que no conoce. Él explica que si bien se puede ir a un concierto sin saber absolutamente nada y escucharlo en el plano sensorial, añadirle conocimiento de la historia o de las piezas musicales no riñe con ello, con el decir suena bonito, sino que se va a ir más allá, a entender incluso cuál era la intención del compositor.
Si bien, añade la maestra Cecilia, la música se puede escuchar de todas las maneras, en tanto incluye los sentidos, si alguien se deja llevar, posiblemente después se emocione y quiera buscar información. Sin embargo, si es al contrario, si sabe antes, cuando llegue al concierto va a verificar un sentimiento.
Estas actividades generan ciudadanos más educados. Para Ramiro, por ejemplo, con las tertulias la Filarmónica busca participar de un proceso educativo e ir elevando el nivel cultural, así como sumar esfuerzos para quitar esa idea que muchos tienen de que la música clásica es cansona, que parece un entierro, y decirles que puede ser triste, sentimental, alegre, y que es rica e inmensa en posibilidades. Si la gente va entendiendo más, cree, se va a acercar, a poner cuidado.
La idea no es nueva. La maestra comenta que la labor didáctica es un trabajo muy común en Europa, Estados Unidos y en países orientales, en tanto es una manera de ganar adeptos. Orquestas como la de Chicago tienen una programación didáctica para antes de los conciertos, en donde invitan al público de manera especial, a veces alrededor de la comida. Para ella en Medellín todavía es una labor tímida y de la que habrá que darse cuenta que es necesaria. Los niños, le parece, son los primeros que deben ser invitados a este tipo de eventos.
Sembrar desde la base y no solo para tener audiencias, sino para encantar futuros músicos. La historia de algunos de ellos empieza en un concierto en su niñez, cuando escucharon un instrumento y supieron que eso era lo que querían ser.