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La versión perdida del Himno de Colombia: la historia de Oreste Sindici

En los archivos de la Casa del Florero se guardaron durante décadas partituras que nadie había leído a detalle. Su hallazgo rescata una historia de arte, política y olvido.

  • Esta es una caricatura de Oreste Sindici enseñando el Himno Nacional, dibujada por un estudiante anónimo de las escuelas públicas de Bogotá en 1898. FOTO cortesía revista El Gráfico (1934), de la colección personal (hoy desaparecida) de Emilia Sindici
    Esta es una caricatura de Oreste Sindici enseñando el Himno Nacional, dibujada por un estudiante anónimo de las escuelas públicas de Bogotá en 1898. FOTO cortesía revista El Gráfico (1934), de la colección personal (hoy desaparecida) de Emilia Sindici
  • Alexander Klein es profesor de Cátedra de la Universidad de los Andes y de la Universidad Javeriana, autor y editor de Oreste Sindici: Obras completas. FOTO cortesía Uniandes
    Alexander Klein es profesor de Cátedra de la Universidad de los Andes y de la Universidad Javeriana, autor y editor de Oreste Sindici: Obras completas. FOTO cortesía Uniandes
hace 3 horas
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Hace un par de años, en una sala del Museo de la Independencia o Casa del Florero, en Bogotá, el músico e investigador Alexander Klein pidió examinar los manuscritos del Himno Nacional. Los funcionarios colocaron sobre la mesa dos partituras que creían idénticas.

Klein, formado en composición y teoría musical, descubrió que algo no encajaba: “Eran ocho páginas de una música completamente distinta con la misma letra de Rafael Núñez”.

Lo que tenía ante sus ojos era una versión desconocida del himno, escrita por Oreste Sindici en 1880, siete años antes de la que hoy se canta en los estadios y escuchamos dos veces al día en la radio.

Esa obra estuvo archivada sin catalogar correctamente y la diferencia no era menor: la partitura está diseñada para cuatro voces, con melodías distintas para cada estrofa, no la repetitiva que los colombianos sabemos de memoria, además de tener una extensión cercana a los diez minutos. “Era una pieza sofisticada, ceremonial, de escritura muy compleja; estaba pensada para cantantes profesionales y no para el público general”, explica en entrevista con EL COLOMBIANO.

Klein, profesor de Cátedra de la Universidad de los Andes y de la Pontificia Universidad Javeriana, autor y editor de Oreste Sindici: Obras completas, relata que el estreno de esa versión se dio el 20 de julio de 1880 en el antiguo convento de Santo Domingo.

En aquel momento, Rafael Núñez acababa de asumir la Presidencia y el país transitaba del federalismo liberal al nuevo orden conservador. “Sindici, que era maestro de música en las escuelas públicas de los gobiernos liberales, quiso dar la bienvenida al presidente con una obra solemne”, cuenta. Esa primera versión, opulenta y difícil de cantar, encajaba en el clima político de la época: era un gesto de diplomacia y respeto por parte de un músico de tendencia liberal hacia un mandatario de tendencia conservadora.

La versión definitiva del himno surgiría años después, en 1887, cuando el compositor decidió simplificar la melodía para que pudiera ser entonada por cualquiera.

“La estrenaron los niños de las escuelas públicas en el Teatro Variedades, que luego se convertiría en el Museo Colonial”, recuerda. Esa segunda versión, más breve y accesible, conservaba el aire operático, pero eliminaba la dificultad técnica de la anterior. “Es una marcha cantable, hecha para que el pueblo la recordara”.

La comparación entre ambas obras revela también los cambios políticos del país. La de 1880 “definitivamente está escrita para cantantes profesionales” y el tono era el de una obra ceremonial, reflejo de un país en proceso de centralización y de una Iglesia católica que recobraba poder.

En la de 1887, en cambio, el énfasis está en la unidad nacional. “La tonalidad original fue en Mi bemol mayor, porque la cantaban niños; después se cambió a Do mayor, pero la versión que se oficializó está en la tonalidad original, y por eso hoy se desafina fácilmente”, señala Klein.

Las penurias de la familia

La historia de Sindici es mucho más interesante de lo que algunos creen: el autor del himno fue un músico italiano que llegó a Bogotá en el siglo XIX, cuando la ciudad recibía compañías de ópera europeas. Era tenor, maestro y compositor. “Lo interesante es que se convirtió en uno de los padres musicales de su nación adoptiva”, dice el docente. Sin embargo, su reconocimiento nunca llegó en vida.

Aunque el Gobierno le pagó una suma a sus hijas por los derechos de la obra, el himno no fue oficializado en vida del compositor. El país atravesaba tensiones políticas y el compositor cayó en la pobreza. “Tenía dos hijas y un único hijo varón que murió en la Guerra de los Mil Días. Él terminó su vida en condiciones difíciles”, relata Klein.

Décadas después, una tragedia devolvió el tema a la atención pública: la hija mayor del músico, Eugenia, fue hallada en la calle con síntomas de enfermedad mental y recluida en el antiguo asilo de San Cristóbal, donde falleció poco después. El hecho causó conmoción. “Mujeres de la élite bogotana tomaron la iniciativa de escribirle al Congreso para pedir justicia con la familia”, explica el investigador.

El debate se dio en 1920. Algunos parlamentarios se opusieron a un nuevo pago, pues el Gobierno ya había compensado a las hijas del compositor, mientras que otros apoyaron el gesto.

“Finalmente se aprobó un nuevo pago y se oficializó el himno. Con esa suma, la hija sobreviviente de Sindici, Emilia, inició la compra de una casita en el barrio La Perseverancia”, cuenta el autor de la investigación. Fue un reconocimiento tardío y parcial para el extranjero que dio música a la nación.

El músico social

Alexander Klein es profesor de Cátedra de la Universidad de los Andes y de la Universidad Javeriana, autor y editor de <i>Oreste Sindici: Obras completas</i>. FOTO cortesía Uniandes
Alexander Klein es profesor de Cátedra de la Universidad de los Andes y de la Universidad Javeriana, autor y editor de Oreste Sindici: Obras completas. FOTO cortesía Uniandes

Poco se sabe fuera del ámbito académico, pero Sindici también fue un pedagogo comprometido con la educación pública. Klein rescata esa faceta. Fundó una compañía infantil de zarzuela y canto con su esposa, Justina Jannaut. “El proyecto estaba diseñado específicamente para que cantaran y participaran los niños de menos recursos de la ciudad. Los entrenaban y los presentaban en el teatro principal de Bogotá, que antes del Colón era el teatro Maldonado (...) Al final, repartían las ganancias del espectáculo entre los niños que cantaban”.

La idea era inédita en su tiempo. El compositor, que había sido huérfano en Italia, buscaba ofrecer a otros niños una oportunidad en la música. “En el primer estreno donaron toda la boletería a la Sociedad de Niños Desamparados”.

La compañía estrenó tres zarzuelas infantiles, hoy perdidas, aunque se conservan dos libretos. Esa labor educativa también se reflejó en las cartillas de canciones escolares que escribió para el sistema público. Fueron publicadas por el Gobierno liberal antes del ascenso de Núñez.

“Tenían un formato muy moderno para la época —dice Klein—: se distribuyeron solo con línea melódica, sin acompañamiento instrumental, es decir, se repartieron con la intención explícita de que a lo largo del país cada escuela se apropiara de estos cantos y les diera un acompañamiento libre, de acuerdo a las costumbres de cada región”.

En una de esas canciones, un bambuco con letra de Rafael Pombo, el compositor buscó unir el repertorio académico con los ritmos populares.

Entre lo sacro y lo teatral

Sindici también compuso música religiosa. Lo hizo con el estilo que mejor conocía: el de la ópera italiana. “Esta música religiosa de aire operático fue muy controversial en su época y recibida de distintas maneras”.

Los liberales la aplaudieron, pues la ópera estaba de moda, pero los conservadores la consideraron inapropiada para una iglesia.

Con el tiempo, esa mezcla de lo sacro y lo teatral se convirtió en una rareza del patrimonio musical latinoamericano.

Para Klein, recuperar esas partituras y la historia detrás de ellas tiene un sentido profundo: “El estudio de la historia y la memoria es fundamental para tejer lazos comunitarios. Una comunidad que no conoce a su pasado no se conoce a sí misma”.

Su investigación, más que un trabajo musicológico, se convirtió en un ejercicio de memoria. “El rescate del pasado, el rescate de la memoria, es lo que hace posible que nos conozcamos más como nación”, dice.

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Al hablar de Sindici, el profesor vuelve al siglo XIX con una mirada crítica. “En esas partituras y textos que él musicalizó, se está contando la historia de toda una época. La música de Sindici es especial en este contexto porque él, al ser extranjero, ofrecía distintas perspectivas de la sociedad de la época”.

Más de un siglo después, la partitura que Klein encontró en el Museo de la Independencia no solo devuelve al oído una versión olvidada del himno, sino también la voz de un compositor cuya obra, entre lo académico y lo popular, sigue ayudando a entender lo que somos y fuimos como país.

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