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Ají y tumbacatre mejoran la mesa y la cama

Afrodisíacos del Pacífico, ajíes antioqueños, habas de Boyacá se ven en Expoartesano.

  • Benedicta Montaño y Angies Valencia ofrecen bebidas tradicionales del Pacífico. La primera, oriunda de Guapi, Cauca, cultiva saberes gastronómicos de sus ancestros. FOTO Jaime Pérez
    Benedicta Montaño y Angies Valencia ofrecen bebidas tradicionales del Pacífico. La primera, oriunda de Guapi, Cauca, cultiva saberes gastronómicos de sus ancestros. FOTO Jaime Pérez
06 de julio de 2018
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¿Quién era Don Be? Menos conocido por su nombre completo, Benedicto, era un hombre de Guapi, en el litoral Pacífico caucano, buen bebedor de viche —el guaro de la región—, y conocedor de los beneficios de la tomaseca, el arrechón y el tumbacatre.

Precisamente son estas bebidas, envasadas en botellas transparentes que dejan ver sus colores —pardos unos, rojizos otros—, las que expone y vende Benedicta Montaño en su tienda de Expoartesano.

Junto a su hija, Angies, cuenta que esas bebidas, que incluyen el viche, por supuesto, como base, también contienen borojó, jengibre, coco, chontaduro, zaragoza —un bejuco que cuelga en las selvas costeras—, anamú, cola de caballo, limoncillo y otras hierbas, no solamente sirven para lo que prometen sus nombres, o sea, brindar vigor afrodisíaco, sino que tienen facultades curativas.

Benedicta se radicó en Bogotá hace 10 años. Con su esposo, Manuel Valencia, fundó el negocio de las bebidas artesanales, al que bautizó Don Be. Lo complementa con mermeladas y conservas de chontaduro y borojó, galletas con chispas de coco y golosinas.

También ofrece aceite de coco que, al ser extravirgen, sirve para usos cosméticos, como hidratante corporal, exfoliante y reparador del cabello, y para eliminar las bacterias de los dientes.

La materia prima se la envían de la región, porque a ella le gustan los frutos grandes y frescos. Desde la capital del país sale a participar en ferias y despacha los pedidos.

Por su parte, Angies, a pesar de haber nacido en Cali y no en Guapi como su madre, sabe, gracias a que sus padres le han contado tantas cosas de su cultura, sus parientes y su tradición, que “los hombres se tomaban un trago de arrechón en ayunas, un aperitivo al que llaman el ‘baileys de coco’, antes de irse a trabajar. Eran personas saludables”.

De Don Be sabe que se casó con una mujer indígena. Fue padre de Hipólito Montaño, su abuelo, quien iba en lancha por el río parando de casa en casa de parientes y amigos para dejarles plátanos y otros alimentos que conseguía en sus andanzas.

El ají les pica en el alma

No fue el afán de montar negocio, sino su pasión por el “pique”, como le dicen en confianza al ají y otros vegetales picantes quienes buscan su beso de fuego, lo que llevó a los Uribe Villa a dedicarse a preparar esta especie de salsa.

El negocio vino después. Lo bautizaron Aguamala Te Pica y, en estos días tienen tienda en la feria artesanal. En ella expenden esa sustancia acompañante de sopas, fritos y asados, en frascos y botellitas estilizadas y con distintos sabores.

Según Fabiola Álvarez, el fervor por ese fruto rojo que quema los paladares, se les encendió a los Uribe Villa movido por un ascendiente, Hernán Uribe, de Medellín, famoso en la familia por la elaboración de encurtidos caseros.

Los hijos del ajicero crecieron viendo al viejo preparar ese caldo enlimonado en el que nadan trocitos de cebolla y ají y, con el tiempo, les dio por “estudiar” la receta tradicional.

Organizaban asados a los que invitaban a los parientes, quienes hacían, por qué no decirlo así, de conejillos de indias: se encargaban de degustar las mezclas que le hacían a la fórmula. Agregaban frutas, como el maracuyá, e incluían ajíes distintos a los más usados entre nosotros: el dulce, el picante y el pajarito.

En las reuniones, los asistentes alababan la calidad de los piques con palabras dulces e instaban a los creadores a establecer empresa para venderlos. Hace cuatro años nació Aguamala Te Pica. Para sostenerla, cultivan ajíes en San Luis.

“¿Sabía que nosotros tenemos 56 tipos de ají?”, pregunta Fabiola, mamá de Jorge Mario, uno de los iniciadores de negocio, apasionada del tema.

“¿Nosotros? ¿Se refiere a Colombia o a ustedes, los Uribe Villa?”.

“A Colombia. Muchos son del Amazonas. En Aguamala usamos 15 variedades distintas en los productos”.

Ofrecen pulpas de tamarindo, esas que se consumen casi tanto como el agua en municipios del Occidente antioqueño, en alianza con una santafereña fabricante de golosinas.

Mientras va introduciendo a Camila Rengifo, la vendedora, en el gusto por lo picante, Fabiola sostiene que el ají es saludable para el colon, distinto a lo que suele creerse. Por eso, añade, en América los mexicanos, y en Asia los indios, son los pueblos cuyos habitantes padecen menos enfermedades de la última porción del sistema digestivo. Destaca que los ajíes piques resaltan el sabor de las comidas y termina con esta cuña publicitaria:

“Está comprobado que quienes consumimos ajíes somos personas muy alegres”.

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