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Las historias nacen de la proximidad, de los hechos que tocan la carne de quien escribe. Con el tiempo y la experiencia, Marcela Guiral descubrió la importancia de esas mujeres que se internaban por caminos veredales en lo hondo de la montaña para atender a las parturientas y ser las manos que abrieran el mundo para los bebés.
Las vidas de las parteras de Yolombó fueron el sustrato de Las mensajeras del ruiseñor, título presentado en la pasada Fiesta del libro. Y no será el único en su bibliografía que una los menesteres del cuerpo con la feminidad: a finales de octubre presentará Este legado de alas, un conjunto de crónicas sobre cuatro médicas antioqueñas.
Acaba de lanzar Las mensajeras del ruiseñor, con las historias de las parteras, y otro libro de literatura infantil. ¿Cómo se concilian en su caso las exigencias de ambos formatos de escritura?
“Son varias cosas. Primero, soy promotora de lectura desde hace tiempo y me he especializado en los niños y jóvenes (por eso hice una maestría en Literatura Infantil), y cómo contarles el mundo a ellos me ha generado gran interés.
Mientras era promotora en colegios y bibliotecas, coordinaba proyectos en la ciudad y el departamento en los que se hacía formación a docentes, bibliotecarios y padres de familia. Una manera de pedirles que registraran los procesos era por medio de crónicas, entonces participé de muchos talleres sobre este género.
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Actualmente soy docente en la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia, donde acompaño materias relacionadas con la escritura. Enseño, precisamente, a escribir crónicas. Que los médicos no vean en los pacientes solo sus enfermedades sino también las historias que los configuran y que los llevan a estar sanos o enfermos.
De la misma manera, acompaño en la Facultad procesos en pediatría, procesos médicos con niños y trabajo historias de vida (no ficción) y literatura infantil y juvenil (ficción)”.
Hablemos del libro de las parteras, ¿cómo llegó a estas historias, desde cuándo le interesan?
“Soy de Yolombó, que es históricamente un pueblo de parteras. Mi papá terminó siendo mi partero, por error. Haciendo el marco histórico de la tesis sobre las médicas me encontré las labores de las sanadoras, las yerbateras, las nodrizas. Fue ahí cuando decidí presentarme a las becas de periodismo narrativo con las historias de estas mujeres empíricas. Encontré la historia de Carmen Correa: ella era una de las parteras más importantes de la Floresta, un corregimiento de Yolombó.
Ahí aparece mucho esa relación de la vida y la muerte porque ella era la que atendía los partos, se iba semanas enteras a veredas muy lejanas. Además, ella se compró un ataúd a los sesenta años. Fui una de las niñas que me asombré: ¿cómo es posible que una mujer viva se compre un ataúd? Ella estuvo pendiente del canto del sinfín —un pájaro que según las creencias populares anuncia la muerte— y cada vez que cantaba ella decía: llegó mi hora. Y no. Al final, ella se enfermó de cáncer de los pulmones. Cuando la fueron a enterrar la gente se dio cuenta de que el ataúd estaba dañado por la carcoma. Hay un montón de historias.
Otra es la de Marta Correa. Ella atendió sus diecinueve partos: ella misma los recibía, hacía el hueco en la tierra para enterrar la placenta, cortaba el cordón. En esta historia aparece la brujería, estas creencias alrededor de los maleficios. A ella le terminan enyerbando al esposo: la abandonó con 19 hijos. Aparecen las plantas que curan pero que también pueden causar daños.
También está la historia de Mabel Vallejo: ella no es una mujer empírica y campesina. Es médica. Ella creó la Casa del Parto en Medellín. A ella eso le trajo muchos problemas con el gremio médico, con los sacerdotes. Veían muy mal que las mujeres parieran en bañeras, que el niño cayera en el agua donde también caía materia fecal y sangre. Ella tuvo creencias muy hermosas: en los partos familiares entraban la suegra, el esposo. Y el esposo era quien cortaba el cordón umbilical cuando dejaba de latir. Era como si el papá inaugurara la vida. Una mujer que tuvo que luchar mucho: entró en bancarrota, se divorció”.
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En breve saldrá también otro libro de crónicas, en este caso con la historia de médicas...
“Sí, se llama Este legado de alas: relatos de cuatro médicas antioqueñas. Fue el resultado de mi segunda maestría, que la hice en la Facultad de Medicina. Me di cuenta cuando estudié Historia de la medicina que las mujeres no estábamos en la historia oficial y eso me dolió profundamente. Las mujeres, lo sabe todo el mundo, hemos sido las primeras sanadoras. Decidí entrevistarlas y hacer unos relatos de cómo fue ser médica en la década del 50, cuando el papel de la mujer era tan diferente al actual”.
El trabajo en estas historias, ¿qué le enseñó de la naturaleza de la mujer y de la maternidad?
“Me impresionó el discurso que por siglos ha girado en torno al cuerpo de la mujer y su significado; sus oficios y roles en la sociedad: madre, esposa o religiosa. Y cómo fueron perseguidas por conocer la naturaleza para sus beneficios. Paradójicamente, los medicamentos actuales nacieron de ese conocimiento ancestral”.
Periodista, Magíster en Estudios Literarios. Lector, caminante. Hincha del Deportes Quindío.