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“Tenemos que inventarnos cómo narrar el mundo después de Gaza”: Laura Restrepo

Laura Restrepo será una de las escritoras invitadas a la Fiesta del Libro y la Cultura 2025. Recientemente, lanzó Soy la daga y soy la herida, una novela que satiriza la maldad humana. EL COLOMBIANO conversó con ella.

  • Laura Restrepo ha asumido un papel activo en la denuncia de la guerra en Gaza El 18 de septiembre, a las siete de la noche, presentará este libro en el Salón Humboldt. Foto; Nathaly Hurtado.
    Laura Restrepo ha asumido un papel activo en la denuncia de la guerra en Gaza El 18 de septiembre, a las siete de la noche, presentará este libro en el Salón Humboldt. Foto; Nathaly Hurtado.
hace 4 horas
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Para Laura Restrepo, que el horror del mundo se transforme no es cuestión de optimismo o pesimismo, sino de rebeldía. Justamente en su último libro, Soy la daga y soy la herida, pone a prueba la capacidad de un asesino a sueldo –cuyo dios es la maldad en persona– para desobedecer el mandato de la violencia, para ir en contravía de lo que la misma autora llama la “burocracia criminal”, un sistema que no está únicamente relegado a la ficción.

Y aunque hablar de la oscuridad que rodea a la condición humana no es un tema nuevo en la obra de Restrepo, una de las autoras colombianas más destacadas a nivel internacional, esto no responde a una fascinación por el mal, sino todo lo contrario.

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“Yo estoy tan abrumada con esta maldad que estamos viviendo. Uno se despierta y lo primero que viene a la mente son los niños que se están muriendo de hambre. Eso te va marcando la vida, va envenenando todo por dentro. Es una sensación de impotencia frente a ese horror”, precisa.

Pero ante la crueldad del mundo, Restrepo asegura que no hay que cerrar los ojos, sino declararse testigo, cumplir con “el compromiso moral de no quedarse callada”. Porque si algo ha distinguido a la escritora de 75 años es que siempre ha tomado partido. Las letras no han sido su única preocupación: en 2023, por ejemplo, viajó hasta la frontera de Gaza con Egipto junto a Médicos sin Fronteras, aunque no logró ingresar al que hoy es el epicentro del conflicto israelí-palestino.

A pesar de no haber podido completar la travesía, fue una de las colombianas que ayudó en la evacuación de los últimos compatriotas atrapados en zona de guerra. Desde entonces, ha sido también una de las voces que, desde la literatura, se ha opuesto a la guerra en Gaza, donde se han registrado más de 64.000 muertos.

Es a partir de ahí –de la banalidad del mal, de lo absurda que resulta para muchos la violencia– que nace Soy la daga y soy la herida. EL COLOMBIANO habló con Laura Restrepo sobre su novela, el horror y la función del escritor en un mundo en caos.

Soy la daga y soy la herida está relacionado con el viaje que hizo a Egipto en 2023. ¿Cuál es la historia detrás del libro?

“Luego de regresar, yo escribí varios artículos que salieron en distintas publicaciones en Colombia, Europa y México. Eso fue como dar un testimonio directo, pero me quedó rondando la urgencia de cómo podía expresar todo eso en literatura y se me ocurrió hacerlo en forma de parábola, pero también de parodia, utilizando el humor y haciendo referencia indirecta al poder totalitario y criminal con la capacidad de señalar a quién se mata.

Entonces allí el gran tirano del libro, el Netanyahu del libro, o el Trump del libro, es un dios que se llama Abismo. Ese es el origen”.

Y está Misericordia Dagger, el protagonista, que es el verdugo de Abismo, y es muy interesante porque es un asesino culto, ¿no?

“Sí, es un verdugo ilustrado, porque es una combinación que me parecía rara y era interesante no pintar al matón convencional, sino a un tipo que le gusta el cine, lee a Nietzsche, oye rock. Entonces me parece que eso lo hacía a él mucho más complejo como personaje. Yo necesitaba un tipo que, por un lado, fuera absolutamente obediente con la voz de su amo y, al mismo tiempo, con una formación que le hace dudar de que si eso que está haciendo tiene que seguirlo haciendo o no.

Además, yo también quería un personaje cómico. A mí me hacía reír Misericordia con toda su prosopopeya y su hablado rimbombante. Yo quería que fuera un poquito como los personajes de los cómics. Tenía que ser contradictorio. Los mejores héroes de las novelas gráficas siempre son tipos contradictorios, los que son planos son aburridos.

Quería que Misericordia fuera aterrador y también un poco payaso. Y la fórmula está en que en su monólogo él está inventando un nuevo género que se llama Brutal Noir, que tiene como clave la mezcla del humor y el horror”.

Ahí también está el Príncipe Sangre y es inevitable no pensar que en él están reflejadas las historias de muchos jóvenes de Medellín atrapados en la violencia...

“Claro. Además, yo estuve allá investigando mucho, me hice muy amiga de Alonso Salazar y él conocía como a nadie la situación de las comunas. Recuerdo que nos invitaba a Silvia Duzán, que después fue asesinada en el Magdalena Medio, y a mí a conocer esa realidad donde solo él, en ese momento, se atrevía a entrar. Ese fue mi primer acercamiento a ese mundo de los jóvenes sicarios, pero yo quise hacer algo más actualizado. Misericordia Dagger y el Príncipe Sangre no tienen nada que ver con el narcotráfico, sino que me gustaba que este último fuera el discípulo del verdugo. Misericordia, contradictorio como es siempre, quiere convertirlo en su sucesor, pero al mismo tiempo tiene una fijación paternal por ese muchacho. Él siempre se anda moviendo entre la muerte y el amor”.

¿Usted cree que el amor puede servir de antídoto ante el horror del mundo?

“Yo creo que sí. El amor no solamente entendido como amor de pareja o amor de familia, sino como empatía. Empatía, simpatía, solidaridad. Creo que eso es el antídoto y es muy poderoso.

En general, los pueblos latinoamericanos y, en buena parte los pueblos del tercer mundo, han cultivado esa sensación de solidaridad, esa actitud de apoyarse en los otros, de cuidar a los viejos, de protegerse de pronto más que los países civilizados. Yo creo que eso está a nuestro favor. A pesar de toda la violencia que vivimos, nosotros somos gente para quienes la solidaridad es importante.

Yo llevaba 20 años viviendo por fuera y la alegría mía aquí, aparte del paisaje precioso, es la empatía de la gente, la facilidad con que tú te acercas a los otros y la vocación de ayudar que tienen los demás. Ese es un as muy grande contra la muerte, contra los asesinos, contra los que creen que la matanza es el método. El amor, la solidaridad, el apoyo... yo creo mucho en eso. ¿Y sabes qué otra cosa creo? Yo sí creo en la dignidad del ser humano. Si tú te lees todos mis libros, ahí no hay gente ni deprimida, ni derrotada, ni revolcada, ni indigna. Siempre mis personajes pasan por unas situaciones dificilísimas y salen adelante con la dignidad intacta”.

Es muy bella esa idea de tener la dignidad humana como una máxima de vida...

“Yo creo que sí, ¿sabes? Porque hay dignidad en la victoria, en la derrota, en lo que sea, en las buenas y en las malas. Pero también es la reivindicación del valor de cada uno como ser humano y también va un poco contra el individualismo.

Yo creo que esa cultura tan profundamente individualista que han cultivado tanto tiempo sociedades como los Estados Unidos lleva a monstruos como Elon Musk o como Trump, que son unos egos inflados, como unos globos absolutamente deleznables, y yo miro eso como el verdadero horror.

En el libro, como verdugos, yo veo a un Netanyahu o a un Trump claramente. Sus rasgos son los de los pantalleros, los espectaculares, los omnipotentes: se regodean con sus capacidades de señalar con el dedo quién debe morir. Y, al mismo tiempo, se nos hacen muy payasos. Por eso también yo pensé cuál es el talón de Aquiles de esos tiranos omnipotentes y es ese ego absolutamente inflado que es muy susceptible ante el humor, ante la burla. Como son tan ridículos, no se dan cuenta, pero los demás sí nos damos cuenta de la profundísima futilidad y ridiculez que tienen estas figuras. Entonces, yo pensé que había que hacer una pantomima, una sátira, que nosotros los impotentes ante todo el horror que se está desarrollando, tenemos dos posibilidades: la palabra y el humor”.

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Y todo eso puede colocarse en algo “sencillo” como lo es un libro. ¿Cree que no se necesitan de grandes actos para transformar la historia?

“Yo creo que ahí hay parte del error: por ejemplo, considerar que la novela gráfica es una cosa menor. Cuando, de pronto, no es así. Los grandes mitos se están moviendo por ahí: en los cómics, en las series de buena calidad y que tienen la capacidad de crear esas historias.

Creo que la literatura que se considera “culta” se está quedando corta en eso, en crear mitos. En cambio, las novelas gráficas, por ejemplos, son unas fieras para crear mitos. Ha sido mi hijo quien me ha enseñado, o más bien me ha inducido, a aprender de ese mundo del cómic y de una cultura más popular. Y lo que he encontrado es esa capacidad tremenda de crear mitos rebeldes que llegan a la juventud, que los conmueven.

Eso me ha parecido muy interesante, y de alguna manera yo quise que Soy la daga y soy la herida fuera una historieta, que se pudiera leer como se lee una novela gráfica o un cómic: con muchas imágenes, con una apelación visual fuerte al lector, y con diálogos cortos, casi como que caben en un globito, como los de los cómics. Ese fue el intento y me encantaría que algún día se hiciera en ese formato visual, que tiene mucha más audacia para tratar lo oscuro.

La novela tradicional es más pudorosa, le da más vueltas, y, en, cambio, la gráfica se mete de lleno en situaciones sórdidas, y como tiene humor, puede penetrar más fácilmente en eso, incluso en temas de sexualidad excesiva. Es mucho más libre.

Yo siento que la novela se está quedando un poco atada a viejos cánones, a reflejar cómo era el mundo antes de Gaza. Tenemos que inventarnos cómo narrar el mundo después de Gaza. Eso hay que inventárselo, aunque los inventos salgan a veces buenos y a veces malos. Pero la manera de narrar el mundo no puede ser la misma”.

Finalmente, este libro también es una reflexión sobre la maldad e invita a pensar en su origen. ¿Usted cree que uno nace o se vuelve malo?

“Yo pienso que hoy en día es mucho más concreto. Siento que estamos presenciando la maldad absoluta. El genocidio de Gaza no tiene otra explicación que la maldad absoluta. Es decir, cuando se acorrala a miles de niños para matarlos voluntaria y sistemáticamente de hambre; cuando se colocan puestos para repartir comida y estos son los mismos lugares donde están los francotiradores apuntándole a las personas... Estamos viendo la maldad absoluta y lo que perturba adicionalmente es el apoyo de los poderosos gobiernos occidentales a este horror. Ahí se pregunta uno si esa marcha aterradora de Occidente que produjo la Primera y Segunda Guerra Mundial es la misma que va a producir o que está produciendo la tercera.

Para mí, esa ya marcaría el fin de la civilización occidental, porque todo lo que eran los valores sobre los cuales supuestamente se había levantado –los derechos humanos, la soberanía, el respeto de los pueblos, el respeto a la vida, la ley, las convenciones y los acuerdos internacionales– ya no queda uno solo en pie.

Estamos en una era de sálvese quien pueda y de todos contra todos, que yo creo que no tiene tanto que ver con la naturaleza del ser humano en términos metafísicos, sino con la profunda decadencia de una civilización, que tiene a los Estados Unidos como su más poderoso y, al mismo tiempo, su más deteriorado exponente”.

En un contexto así, ¿cuál cree usted que es la labor del escritor o del artista?

“Yo creo que, en términos generales, el periodista, el artista, el escritor deben asumir un papel de reivindicación de lo humano: colocarse del lado de la ética, volver a levantar el derecho de todos los seres humanos a la vida, y defender ciertos principios básicos.

Pero te digo: eso se puede contar en un cómic, en una película de ficción, en un poema. No hay reglas para el arte. Lo esencial es reivindicar lo humano, porque lo que estamos viendo hoy es una negación sistemática de lo humano. Pareciera que la vida no importa. O, por lo menos, importa la vida de los varones ricos y blancos. Los demás se pueden ir al demonio, porque su vida no interesa.

Entonces, yo te diría, en términos generales, eso: colocarse del lado de la ética, de la defensa de la vida y del derecho a la vida”.

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