El mundo parece que no cambiara. Del mismo modo que muchos se escandalizan por las letras inmorales de las canciones de ahora, a Carlos Gardel lo censuraron con dureza en su tiempo, también por inmoral, por el vocabulario lunfardo y hasta por sus actitudes.
La historiadora argentina Ema Cibotti está en el Festival Internacional de Tango de Medellín hablando de la investigación que hizo sobre este tema, la cual quedó consignada en el libro Luto en la Guardia Nueva. Cuando Buenos Aires lloró a Gardel.
Ella encontró que la Iglesia en su país, en cabeza de monseñor Gustavo Franceschi, asociaba con el Zorzal Criollo y, en general, con el hombre del tango todo lo malo de la sociedad. En diatribas publicadas en una revista, el sacerdote lo “insultaba sin eufemismos. Lo trataba de depravado y persona sin valores”.
Gardel, explica, encarnó la idea de ciudadano del mundo, vigorosa en el decenio de 1920. Era de pensamientos liberales. Comenta de paso que el haber muerto en Medellín o, mejor, “cuando estaba de viaje”, puso sello a esta idea de ciudadano de todas partes.
Lo que más le duele a la historiadora es que los intelectuales del tango de esa época, como Homero Manzy, Enrique Santos Discépulo y Carlos de la Púa, entre otros, confirmaban los ataques del religioso con comentarios o con su silencio.
No le duele menos que después de muerto Gardel —como se sabe, su féretro llegó en febrero de 1936 a la capital argentina—, las andanadas de censura e insulto contra el artista continuaron.
Monseñor Franceschi estuvo atento a los actos que se realizaron, fue testigo de la multitudinaria concurrencia al Luna Park, el escenario de boxeo donde fue homenajeado y el desfile por la Calle Corrientes, para después escribir más ataques.
Solo algunos artistas manifestaron, tras los actos del día que Buenos Aires lloró a Gardel, su fastidio con los ataques del sacerdote: Julio de Caro, Mercedes Simone, Libertad Lamarque y otros.