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Abdulrazak Gurnah no estaba en la lista de nadie para ganar el premio Nobel de Literatura 2021. Ni siquiera en la de él. Cuando lo llamaron pensó que era una broma, así que se conectó en vivo para seguir la ceremonia y escuchar el nombre del ganador. Entonces creyó: era el suyo, de verdad.
Es de Tanzania, ese país que queda en la costa este de África Central. Mire hacia el lado derecho del mapa, justo ahí en la mitad donde se entra la tierra. Nació en la isla de Zanzíbar hace 72 años, 73 el 20 de diciembre. Ese lugar, sin embargo, lo dejó en 1968, cuando llegó a Reino Unido para estudiar y también huir de la violencia política y la represión que sufrían los zanzibaríes de origen árabe.
Desde la Academia explicaron el porqué de su elección: “Por su experiencia inflexible y compasiva de las consecuencias del colonialismo y la difícil situación de los refugiados en el abismo entre culturas y continentes”. Gurnah escribe del desarraigo, la migración y los efectos del colonialismo. En sus libros aparece desde una mujer negra migrante creciendo en una Inglaterra racista de los años 50 hasta parejas de diferentes comunidades o un refugiado que finge no hablar inglés para que le den asilo. El nuevo Nobel de Literatura personaliza la historia, pone nombres a hechos históricos y a traumas colectivos.
Escribe en inglés, aunque su lengua materna es el suajili. Empezó a escribir cuando tenía 21 años, recién llegado a Inglaterra. En una entrevista a The Guardian explicó hace tiempo que la escritura fue, sobre todo, algo con lo que se tropezó por accidente. Tuvo que ver, dijo en ese momento, con “la abrumadora sensación de extrañeza y diferencia que sentía allí”.
Su primera novela fue Memory of Departure, que publicó 20 años después, en 1987. Le siguió Pilgrims Way y Dottie. Las tres son sobre las experiencias de los inmigrantes en el Reino Unido. Paradise, no obstante, fue la que le dio el reconocimiento. La publicó en 1994 y se ambienta en el África Oriental colonial durante la Primera Guerra Mundial. Y la lista sigue. Tiene 10 novelas y muchos ensayos, y las temáticas giran sobre sus mismos intereses (tanto el periodo colonial como los movimientos migratorios actuales): Afterlives, la más reciente, publicada el año pasado, cuenta la historia de un niño vendido a las tropas coloniales alemanas.
“Solo quiero escribir con la mayor veracidad posible y tratar de decir algo noble”, dijo el escritor en una entrevista en 2016.
Por qué él
Que ganara Gurnah fue una sorpresa. No estaba en las quinielas ni en esas listas que se arman días antes. El escritor Pablo Montoya comenta que, por ejemplo y como ha pasado en otras ocasiones, no se ha ganado ningún premio importante, si bien ha estado de finalista en algunos como de Booker Prize. Su editor en suecia, lo citó Afp, Henrik Celander, explicó a la prensa local que no se le pasó por la cabeza que él pudiera ganar el Nobel.
Su reconocimiento está en otros lugares, no en Latinoamérica, dice Steve Nigel Steele Castillo, profesor de literaturas africanas y caribeñas de la U. de A., quien sí lo había leído. En estas tierras solo han circulado tres obras, las únicas que se han traducido al español: En la orilla, Paraíso y Silencio. Las tres fueron publicadas por editoriales que ya no están, Poliedro y El Aleph.
La sorpresa no lo es tanto si se tienen en cuenta sus temas y su lugar de nacimiento. Tras el escándalo #MeToo que tocó a la Academia y que suspendió el premio en 2018, esta prometió ajustar sus criterios para tener mayor diversidad geográfica y de género. Los últimos dos años recibieron el galardón dos mujeres, la polaca Olga Tokarczuk y la poeta estadounidense Louise Gluck. El último en ganarse un premio que no fue ni europeo ni estadounidense, lugares de donde han sido la mayoría de los nobeles en el tiempo (95 entre 118), fue el chino Mo Yan, en 2012, una sorpresa en su momento también.
Gurnah es el quinto africano en recibir el máximo premio de las letras después de Wole Soyinka (Nigeria, 1986), Naguib Mahfuz (Egipto, 1988), y los sudafricanos Nadine Gordimer (1991) y John Maxwell Coetzee (2003), ambos de Sudáfrica. Y es el primer escritor negro desde que lo recibió Toni Morrison (1993). Estos dos datos son importantes para entender su premio: hace mucho tiempo no lo recibía un escritor de África y tampoco alguien negro. Luego está sobre lo que escribe, los efectos del colonialismo y las migraciones, que son temas actuales fundamentales.
Pablo Montoya explica que se está en este momento en un cambio muy fuerte frente a la literatura y cómo se está escribiendo y leyendo. Los estudios de género son importantes, cómo se aborda lo femenino, las minorías sexuales, las migraciones. Mucho de lo que ahora se escribe, añade, tiene que ver con lo poscolonial y lo decolonial. Es una literatura crítica, más de denuncia. Así que en ese sentido están premiando una forma de entender el mundo, que es muy actual y, concluye Montoya, es digno de celebrar que lo hubiese recibido él.
“Al otorgar el Nobel a Gurnah, lo que hace es virar un poco la discusión estética, literaria, a ser una cuestión eminentemente ética y política que nos ataña a todos. El fenómeno de la migración global no es una cosa que deba pensarse en términos locales, fragmentados o regionales, sino que nos afecta a todos, y la prueba máxima es Necoclí, en el Urabá antioqueño, que ha ido convirtiéndose en una especie de embudo y paso obligatorio para cientos de migrantes haitianos, venezolanos y también africanos, que intentan llegar a Estados Unidos vía Centroamérica”, explica Juan Esteban Villegas Restrepo, profesor investigador del programa de Estudios Literarios de la UPB.
Se trata, entonces, de que la literatura también mire estos temas y los ponga en el reflector. El nuevo Nobel, en una entrevista con la agencia de noticias británica PA, señaló: “Me doy cuenta de que la academia ha elegido destacar estos temas que están presentes en toda mi obra. Es importante abordarlos y hablar de ellos”. Además hizo un llamado a Europa para cambiar su visión de los refugiados de África y reconocer que ellos tienen algo que aportar, que no llegan con las manos vacías, son personas con talento y energía.
El Nobel de Literatura, finalmente, también se trata de abrir las fronteras para conocer a nuevos autores, a unos que ni siquiera estaban en la lista de conocidos, de los escuchados alguna vez, y que incluso su nombre es difícil de pronunciar en español (en el caso colombiano). En este caso es un Nobel que pone a conversar sobre el impacto de la migración en la identidad de las personas (en los personajes de los que escribe el escritor, por ejemplo). Porque eso de irse a un nuevo contexto geográfico y social no pasa desapercibido en la vida, y eso, precisamente, es lo que Gurnah ha dejado para el mundo en sus libros.
Es periodista porque le gusta la cultura y escribir. A veces intenta con la ficción, y con los poemas, y es Camila Avril. Editora de la revista Generación. Estudió Hermenéutica Literaria.