Cuando la poesía tiene sátira y humor, la gente puede interesarse más en ella, encontrarle más gracia y sentido.
Esta es una de las ideas que expresa el poeta venezolano Juan Calzadilla, quien recibió el Premio León de Greiff en la Fiesta del Libro.
Y la suya es satírica y de juegos lingüísticos como esta Paradoja del circunloco:
Yo estoy bastante satisfecho de que/ pueda hablarme a mí mismo/ y de que, además, pueda ser oído por alguien/ que como yo es de mi entera confianza./ Y que me presta tanta tanta atención/ como la que yo a mí mismo me presto.
Lo suyo es “alegría del lenguaje, para aminorar el impacto de la caída”, dice sonriendo.
Este poeta, que también es artista plástico, dice que la poesía y la plástica están ligadas, en especial desde que la poesía se desprendió de la métrica. El verso libre dio libertad hasta para negar la poesía, para contradecirla, o para aliarse con la narrativa y en especial con la ficción.
Y mayores posibilidades les da —el verso libre—, a quienes, como él, practican poesía experimental, conceptual, reflexiva, incluso el poema performance, absolutamente arbitrario.
Asuntos estos que le critican algunos venezolanos, convencidos de que la poesía no debe contar nada ni reflexionar, ni hace filosofía.
Sabiendo que, como él nos recuerda, la poesía clásica, la de Quevedo, por ejemplo, e incluso hasta Góngora, consistía en “relatos rimados”. Contaba cosas.
“Sin embargo, usted, Juan Calzadilla —le mencionamos—, también hizo en sus primeros años poesía con rima y métrica”.
“Sí, también la hice, porque no sabía que había más nada: creía que solo se podía hacer de ese modo. Los sonetos eran nuestros ejercicios”.
Después, continúa diciendo, “descubrió” a Walt Whitman, subversivo del lenguaje, con versos kilométricos.
Cuando comenzó, en tiempos de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez (años 50) y después con gobiernos que se decían democráticos, “no es que no se pudieran decir las cosas que uno quería, sino que no había un ámbito para decirlas. Y nadie decía que era poeta”. Sentían pudor. Si acaso aceptaban que escribían versos en tiempo libre.