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Recordar juntos el día que Medellín estrenó Plaza y Museo

Un movimiento ciudadano terminó en una celebración cultural que unió a la ciudad a su alrededor. Así fue ese día.

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14 de octubre de 2020
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Dentro del nuevo Museo de Antioquia 20 niños de las Escuelas de Música de Medellín tocaron algunas piezas para recibir al maestro Fernando Botero y a un grupo de acompañantes, entre los que estaban el exalcalde de Medellín, Juan Gómez Martínez, y Tulio Gómez, gerente del proyecto de construcción de la Plaza y el Museo de Antioquia.

Entonces un niño le pasó el violín al otro y el maestro le preguntó a Tulio que por qué, y Tulio le respondió que porque no había suficientes instrumentos. A los días el artista le entregó a la Red de bandas de la ciudad, según una nota del 15 de octubre de 2000 de este diario, cien violines.

Se sumaban esos instrumentos a la donación que el maestro le estaba haciendo a Medellín ese día, de 23 esculturas y 191 obras entre pintura, acuarela, dibujo y parte de su colección personal, y que hizo posible la Plaza Botero y un Museo de Antioquia más grande, y que estaban celebrando en una fiesta en la que hubo música y baile, globos amarillos, azules y rojos. Era aplaudir el trabajo de muchos que rodearon esa primera idea del artista.

Cinco cuadras y seis tarimas adornaron un festival “de no repetir. No fue algo parecido al tablado de la Feria de las Flores ni otra fiesta similar. En esas cinco calles se vio cómo los organizadores les abrieron el espacio a todos”, se lee en la crónica que publicó este diario al día siguiente.

Para quienes estuvieron al frente del proyecto, el recuerdo de esa inauguración comenzó desde la noche anterior, cuando Botero los invitó a cenar al restaurante La Aguacatala. Ahí estaba Ana María Villa, quien lideró el movimiento ciudadano de recolección de firmas para hacer que la donación del maestro se quedara en la ciudad. También Juan Gómez Martínez, Tulio Gómez, Pilar Velilla, entre otros. Cada uno se quedó con una frase, una anécdota, un momento intacto de ese día (ver Recuadros).

Después se fueron para la Plaza a montar las 23 esculturas y cayó un fuerte aguacero, recuerda el exalcalde. En esa situación abrieron las cajas con motosierras. El maestro presenciaba un momento inédito en su vida: la instalación de sus esculturas en medio del caos y la excitación de haberlo logrado. Su donación ahora le pertenecía a la ciudad y se convertiría en patrimonio cultural de los antioqueños.

Ya el sábado fueron 750 niños los que interpretaron piezas clásicas y nacionales para animar la celebración. En las calle y la Plaza se vieron los rockeros de la época y los académicos, los vendedores ambulantes de la zona y los visitantes que llegaron de lejos. Pocos se perdieron este evento cultural.

Desde ese primer día, con la reunión de la diversidad, el discurso de los invitados especiales, con la forma en la que la participación ciudadana jugó un rol protagónico en que el proyecto fuera realidad, es que la Plaza Botero y el Museo de Antioquia se han configurado como un patrimonio de todos.

Y así lo dijo en su discurso Juan Gómez Martínez, ese día: “Que nuestros creadores no desmayen, que se multipliquen y aumenten este patrimonio de todos. El trabajo creativo es su reto y el Museo tiene que crecer”.

Recuerdos de ese día, hoy hace 20 años.

Recordar juntos el día que Medellín estrenó Plaza y Museo

María del Rosario Escobar
Directora actual del Museo de Antioquia


“Yo en ese año trabajaba para Eafit y me fui con mi amiga Ana Cristina Abad, jefe de comunicaciones de la Universidad. Nos fuimos y tuvimos la suerte y oportunidad de ver en persona esa fiesta tan impresionante. Fiesta en la que nosotros fuimos partícipes como ciudadanas. Yo especialmente, qué me iba a imaginar que iba a estar en este lugar 20 años después. Yo me vestí con una falda, una camisa y me puse lo mejor que tenía para ir a esa fiesta. Y recuerdo muy bonita la llegada del maestro Botero, de Sophia (Vari). Yo no estaba en primera fila, hacía parte de una masa de gente. Estábamos mirando a los niños tocar sus instrumentos al frente del Palacio, cómo entraron ellos primero, cómo entró el maestro después. Luego entramos a las salas del primer piso a visitarlas. Recuerdo que cuando vi la de pequeño formato con una iluminación de ese tipo me impresionó muchísimo, en Medellín no habíamos visto una iluminación así. Siempre en mi vida ha sido muy importante la Catedral Metropolitana, entonces recuerdo el impacto que me dio el cuadro de la Metropolitana. También la sala de Pedrito. La cocina, que ha sido una de mis obras favoritas. Era realmente una fiesta maravillosa. Fue un momento muy importante para todos los que amamos la cultura y el arte”.

Carlos Arturo Fernández Uribe
Docente Universidad de Antioquia


“Tengo en la memoria que en el discurso de inauguración, el entonces presidente Andrés Pastrana afirmó que las donaciones que Fernando Botero acababa de hacer al país (en Bogotá y Medellín) eran el acontecimiento cultural más importante que se había vivido en Colombia desde la época de la Expedición Botánica. Quizá era una afirmación retórica. Sin embargo, la recuerdo siempre para pensar que, en efecto, hace 20 años aquellas inauguraciones estaban enmarcadas en un hecho histórico de excepcional importancia. ‘Medellín, cultura viva’, frase de la campaña que acompañó el desarrollo del nuevo Museo de Antioquia fue mucho más que un eslogan porque, en efecto, la cultura y el arte se habían convertido en el eje estructural de la administración municipal y regional de entonces. La Plaza y la nueva sede del Museo pusieron el arte al alcance de todos los ciudadanos, que las ocupan desde entonces con entusiasmo, como una escuela abierta acerca de nosotros mismos. Eso sí es una transformación de dimensiones históricas”.

Juan Gómez Martínez
Exalcalde de Medellín y exdirector de EL COLOMBIANO.


“La noche antes de la inauguración, Botero vino a poner las esculturas, él siempre nos invitaba a comer al restaurante La Aguacatala. Comiendo nos dijo: ‘Vamos a poner las esculturas’. Nos fuimos, llovió y a punta de paraguas, abrimos las cajas con motosierras. Él muy asustado de que no las cortaran e impresionado porque en ningún lugar en el mundo había visto eso, pero era tanto el afán que tenía que ser así. En medio del agua se pusieron las esculturas, casi las 23, quedaron faltando unas pocas sobre la zona sur, El soldado romano quedó faltando, por ejemplo. Otra anécdota: cuando inauguramos el Museo, llevamos las orquestas juveniles e infantiles de los barrios y él se emocionó viendo a los niños tocar. Uno le pasó un violín a otro y él preguntó por qué. Tulio Gómez le respondió que no había instrumentos suficientes y el regaló, de su bolsillo, los instrumentos para cinco orquestas completas”.

Pilar Velilla
Hace 20 años era la directora del Museo de Antioquia


“Tengo muchos recuerdos y muy emotivos. La idea era significar que el Museo miraría a la comunidad y no lo contrario, que dejaría de lado la figura tradicionalmente acartonada y arrogante de los museos, para salir al encuentro de la gente a la que se debía. Por eso cuando las puertas se abrieron salió una multitud de artistas de todas las artes para confundirse con los ciudadanos. Esa tarde también se presentó por primera vez la primera Orquesta Sinfónica Juvenil de Colombia, fueron cinco grandes celebraciones las que dieron la bienvenida al renovado Museo y todas tenían una intención relacionada con el nuevo rol de la entidad”.

Tulio Gómez Tapias
Fundador de Constructora Londoño Gómez


“Lo que más me impresionó fue la interpretación de la obra de Tchaikovsky. Había unas campanas colgadas en los vestigios de lo que había en la construcción. Yo estaba en la plataforma de invitados especiales y podía mirar de frente el sonido de las campanas porque el público estaba en sentido contrario. No he visto nada parecido en los último años en Medellín, sobre todo porque yo soy muy lejano de esos actos, no tengo mucho ámbito para compararlo con otras cosas. El desarrollo del proyecto fue una cosa muy bonita porque tuvimos en cuenta a todo el mundo, a los vendedores ambulantes, indigentes, a los aristócratas, no hubo distingos de ninguna naturaleza. Se buscaron soluciones para todo el mundo, con la gente que no tenía trabajo en el sector. Entramos por las salas, el primer piso y rápidamente fuimos al segundo piso que era donde estaba la primera donación de Botero. Él se tomó la vocería de mostrar su Museo. Eso era una cosa innata en tomar esa actitud, él sabía todo lo que había pasado, contaba anécdotas”.

Luz Gabriela Gómez Restrepo
Cronista de viajes y activista de la Noviolencia.


“Recuerdo vívidamente ese 14 de octubre de 2000 porque los invitados se confundían maravillosamente con los curiosos y transeúntes. Ya habíamos tenido la experiencia de pasar muchas veces por donde La gorda del Parque de Berrío a tocarle las nalgas. Por eso fue muy significativo que, por indicación del propio Botero, las esculturas no estuvieran en pedestales altos, como las muñecas delicadas de la infancia, sino a la mano de todos. En aquel momento y hoy lo recibo como una bella manera de invitarnos, sin distinciones, tengamos esa experiencia estética porque nos transforma y mejora. Ese 14 de octubre sentí que ya no eran Luis XVI y María Antonieta de visita en Medellín, sino el propio Botero con su bella esposa Sophia Vari. Ese día sentí que Medellín era importante en el mundo del arte universal”.

Ramiro Valencia Cossio
Exgerente de EPM


“De la cena de la noche anterior a la inauguración con las autoridades que habíamos participado en el proyecto, recuerdo que el maestro Botero se tomó sus aguardientes y se encontró con Medellín. Cuando fuimos a la Plaza me dijo que las lámparas que iluminaban la Plaza había que cambiarlas más adelante, pero lo hicimos de inmediato con EPM. Al otro día en la inauguración él encontró las lámparas cambiadas y dijo: ‘Eso es Antioquia’. Ese día el ambiente era como de explosión, una catarsis de una ciudad que estaba pasando por un momento muy difícil volcada en una alegría inmensa y una gratitud que se respiraba”.

Ana María Villa
Lideró el movimiento para la recolección de firmas


“El maestro Botero y yo nos conocimos en Medellín y me dio un abrazo que no se me olvida cuando le dije que yo era Ana María Villa, yo lloraba de la emoción, fue muy bonito. Cuando él vino a firmar todo lo acordado hizo una comida en el restaurante La Aguacatala y se aseguró de que yo fuera a la comida. Siempre tuve de él palabras de agradecimiento por lo que yo había hecho. En el discurso de inauguración al final agradeció a toda la ciudadanía y esa iniciativa que recogió tantas firmas para que su obra estuviera en la ciudad (150.000 firmas), que me mencionara y hablara de la iniciativa me llenó de satisfacción. La primera vez que yo vi esa plaza se me salían las lágrimas, empezó de una idea de juventud y terminó en un proyecto de ciudad muy bonito”.

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