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Por una semana, La Débora es un laboratorio latinoamericano de lutería

Más de cien lutieres de distintos países de América Latina repararon los instrumentos de la red de escuelas de música de Envigado. Lo hicieron en las jornadas de un seminario internacional realizado en ese municipio.

  • Maestros y estudiantes de lutería de distintas partes de América Latina se reunieron en Envigado. Foto: Esneyder Gutiérrez.
    Maestros y estudiantes de lutería de distintas partes de América Latina se reunieron en Envigado. Foto: Esneyder Gutiérrez.
  • Eduardo Mognaschi es el fundador y presidente del Seminario Internacional de Lutería, que ya tiene diez ediciones. Foto: Esneyder Gutiérrez.
    Eduardo Mognaschi es el fundador y presidente del Seminario Internacional de Lutería, que ya tiene diez ediciones. Foto: Esneyder Gutiérrez.

En el primer piso del Parque Biblioteca Débora Arango, el lutier peruano Eduardo Mognaschi dijo que les aconseja a sus estudiantes estudiar origami antes de comenzar las lecciones básicas del oficio de reparar instrumentos musicales.

El antiguo arte japonés de hacer figuras de animales con papel afina las destrezas manuales, hace que los dedos sean menos toscos, más leves. Esa levedad dactilar es una de las características de los lutieres, en particular de aquellos que trabajan con instrumentos de viento y de cuerda frotada. Eduardo dijo esto en un edificio lleno de restauradores, llegados de Perú, Chile, Brasil, Francia y Centroamérica para participar en la décima edición del Seminario Internacional de Lutería, que se realizó desde el 22 de mayo y que termina hoy en Envigado.

El evento —que fue fundado por Eduardo y se celebra cada dos años en distintos países de América del Sur— le dejó a Envigado algo más que la presencia de extranjeros en sus calles y hoteles. Los ejercicios de aprendizajes, orientados por instructores de recorrido internacional, se hicieron con los instrumentos que son usados por los niños y adolescentes que hacen parte de la Red de Escuelas de Música de Envigado.

Es decir, en las próximas clases los músicos en formación se encontrarán con flautas que suenan mejor, con violines más dóciles, con guitarras mejor afinadas. Y ese hecho no resulta menor. “Con eso se mejora la formación de los niños, porque la música fluye mejor de un instrumento en buen estado”, dijo Eduardo.

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Otro de los efectos del Seminario —y este para el gremio de la lutería— fue el intercambio de trucos y formas de reparar una trompeta o una percusión que se propició entre las distintas delegaciones. Al principio, contó Eduardo, cada grupo solo habló con los de su propio país, pero a medida que las clases avanzaron y las horas transcurrieron, la interacción de los colombianos con los chilenos se hizo más estrecha y las charlas entre los brasileños y los peruanos se volvieron más sueltas.

“Esto ayuda a que se cree un red de contactos y apoyo a nivel latinoamericano. Esta es una profesión que requiere de esos contactos y de eventos como este”, dijo Eduardo. Y para sostener la afirmación contó que la inscripción a un seminario similar en Estados Unidos o en Europa puede costar alrededor de diez mil dólares mientras los lutieres que estuvieron en la Débora Arango solo debieron pagar doscientos dólares. “Y muchos todavía no han pagado, pero son los más entusiastas. Esto no lo hacemos por dinero”.

Eduardo Mognaschi es el fundador y presidente del Seminario Internacional de Lutería, que ya tiene diez ediciones. Foto: Esneyder Gutiérrez.
Eduardo Mognaschi es el fundador y presidente del Seminario Internacional de Lutería, que ya tiene diez ediciones. Foto: Esneyder Gutiérrez.

Eduardo acudió a otra imagen para responder a la pregunta sobre los objetivos formales del Seminario. “La idea es que de aquí se vayan a sus países como verdaderos cirujanos de los instrumentos”, dijo mientras los estudiantes y los profesores salieron al descanso programado para las once de la mañana.

Todos llevaban delantales negros. En medio de la sala los acentos se cruzaron hasta volverse en un murmullo lingüístico. En las charlas un lutier colombiano le contó a un colega del Brasil que el oficio no recibe aquí la recompensa monetaria que se merece. “Mientras allá una reparación puede costar cien dólares o más, acá la gente a veces se enoja si uno le cobra setenta mil pesos”, le dijo. Otro metió la cucharada en la conversación y completó: “Eso también pasa con la música. La gente prefiere contratar a un cantante con pista que a una orquesta o a un grupo musical”.

Este tipo de intercambios es usual en eventos de esta naturaleza. Durante una semana los lutieres de Latinoamérica estuvieron en Envigado y no solo hablaron de la forma de sujetar la lima o de templar un tambor. También compartieron sus esperanzas y frustraciones, sueños y logros, en una profesión que une la técnica con el arte. A fin de cuentas ellos son los responsables — los primeros— de hacer que en la madera suene Bach, Chopin o Lucho Bermúdez.

Ángel Castaño Guzmán

Periodista, Magíster en Estudios Literarios. Lector, caminante. Hincha del Deportes Quindío.

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