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Medellín ya había pagado suficiente tributo antes de aspirar a la gloria.
Desde 2016 fueron tres títulos (en Superliga y Copa 2017 y Liga 2018) los que se esfumaron de las manos. Por eso el equipo de Aldo Bobadilla salió decidido a erradicar los nervios y exorcizar fantasmas y en una producción atípica para una final, antes de los 35 minutos del primer tiempo, la final de Copa ante Cali quedó resuelta con un 2-0 parcial.
La convicción con la que los jugadores rojos disputaron cada balón, la presión alta, los nutridos ataques con hasta seis jugadores, fueron una demostración del crecimiento futbolístico desde la llegada de Bobadilla y que solo por una anomalía estadística no alcanzó a meterse entre los ocho clasificados en Liga.
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El partido de este miércoles, el número 50 para el cuadro rojo en la temporada, fue el cierre perfecto tanto en lo colectivo como en lo individual.
El gol de Adrián Arregui, con el que se abrió al senda del título, ratificó la labor de uno de los mejores refuerzos extranjeros que llegaron este año al fútbol colombiano.
El tanto de la tranquilidad de Germán Cano es la culminación de la ardua búsqueda del goleador argentino por gritar, finalmente, campeón.
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El trámite del juego también le ofreció reconocimiento a la estrategia de Bobadilla. Ayer, por ejemplo, el paraguayo decidió ensayar con Elvis Perlaza como atacante abierto por banda derecha, una decisión que pudo costarle críticas pero que demostró ser acertada porque encontró el equilibrio entre ataque y defensa que le hizo falta en el partido de ida.
Con el pitazo final llegó por fin el desahogo de una hinchada y una plantilla que supo sufrir y reinventarse. “No fue un año fácil, nos repusimos ante muchas adversidades y estamos recogiendo un premio que merecemos”, fueron las palabras de Andrés Ricaurte, uno de los que supo soportar los embates del infortunio, los malos resultados y la frustración de una hinchada que esperaba con impaciencia el momento de sacudirse de tantas adversidades.
Hace casi un año se esfumó la séptima estrella, ese séptimo cielo, frase de batalla del técnico Octavio Zambrano con la que quiso convocar en torno a un objetivo a toda la familia poderosa.
Esta vez el cielo sí fue rojo y ahora se abre un panorama lleno de posibilidades y nuevas metas. El título de Copa (2-2 en la ida y 2-1 en la vuelta) ubica a Medellín en la segunda fase clasificatoria de Copa Libertadores, lo que automáticamente le representa más 500 mil dólares en premios y la posibilidad de acceder a fase de grupos que ofrecerá un botín superior a los US$3 millones, cifra que entregó Conmebol en la presente edición.
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Más que lo económico la consagración es la base para la remodelación institucional que emprendió este año el club.
Hoy, aún con la resaca de alegría, comenzará seguramente el plan para 2020. El gerente del club, Juan Valencia, había dicho en la previa que Bobadilla le había pedido dejar temas de contratos, fichajes y demás, en pausa hasta alzar la Copa. Ahora que está hecho queda la labor de edificar sobre este logro. El tema de renovaciones, llegadas, salidas, será, seguramente, un tema complejo. Pero hay un aliciente y es la sensación de que este proceso apenas despega y tiene un auspicioso camino por recorrer.
SÍNTESIS DEL PARTIDO
MEDELLÍN 2
Técnico: Aldo Bobadilla.
Jugadores: David González; Jonathan Marulanda, Jesús Murillo, Andrés Cadavid, Dairon Mosquera; Adrián Arregui (Diego Arias, 84’), Didier Moreno, Deinner Quiñones (Héctor Urrego, 88’), Elvis Perlaza (Brayan Castrillón, 77’), Andrés Ricaurte, y Germán Cano.
Goles: Adrián Arregui (20’) y Germán Cano (34’)
Expulsados: no tuvo.
Figura: Adrián Arregui.
CALI 1
Técnico: Lucas Pusineri.
Jugadores: Johan Wallens; Juan Camilo Angulo, Danny Rosero, Francisco Delorenzi, Darwin Andrade (Kevin Velasco, 70’); Andrés Balanta, Christian Rivera, Andrés Arroyo (Agustín Palaveccino, 62’), Deiber Caicedo (Carlos Mario Rodríguez, 74’), Feiver Mercado y Juan Ignacio Dinenno.
Gol: Danny Rosero (93’).
Expulsados: no tuvo.
Figura: Johan Wallens.
Estadio: Atanasio Girardot. / Árbitro: Mario Herrera (Meta). / Asistentes: Alexánder Guzmán (Norte) y Alejandro Gallego (Caldas). /
Asistencia: 39.800 aficionados.
Aldo Bobadilla debutó el 15 de septiembre en el banquillo del DIM, ganando 2-4 al Envigado.
52 días después alza su primer título con la escuadra roja, que es, de paso, el primero como técnico en 6 años de oficio.
Ningún técnico tardó tan poco tiempo para coronarse campeón con el Poderoso.
El paraguayo, que devolvió la esperanza al Independiente Medellín, también es la primera persona que gana títulos con el DIM como jugador y luego como entrenador.
Poco hacía pensar que Adrián Arregui se convertiría en el eje del DIM en menos de seis meses. El argentino de 27 años venía de San Martín de Tucumán, un equipo que luchó siempre por no descender en Argentina. A sus 27 años solo tenía un fugaz paso por el fútbol canadiense. Llegó en condición de préstamo y con apenas 22 partidos completó 7 goles, varios de estos fundamentales para el equipo. Su liderazgo y producción en el mediocampo lo convierten en baluarte en la campaña roja.
David González estaba destinado a hacer historia con el DIM. En su primer año como profesional (2002) fue el dueño del arco del equipo que acabó con 45 años sin festejos. Dos años después alzó el trofeo más importante para el club y sus hinchas: la Liga frente a Nacional.
En 2005 inició una travesía que lo llevó a Turquía, Escocia, Inglaterra y Argentina hasta volver, en 2015, al DIM. En 2016 ganó su tercera Liga y ayer se convirtió en el único jugador con 4 títulos en la historia roja.
14 de los 18 jugadores que convocó Aldo Bobadilla para la final de ayer aún no ganaban su primer título.
En total, 24 de los futbolistas que hicieron parte del plantel escarlata este semestre estrenaron su palmarés profesional con el título de Copa Águila.
Esta consagración inicial es, sobre todo, un espaldarazo para los diez canteranos que vienen en proceso de consolidación y que hicieron un aporte importante tanto en este torneo acreditado anoche como en Liga Águila, a lo largo de 2019.
Soy periodista porque es la forma que encontré para enseñarle a mi hija que todos los días hay historias que valen la pena escuchar y contar.